Regreso.

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Justamente, en esa lamentable mañana, tuvo que llegar solo. Kirishima agarró un resfrío durante el sábado y a estas alturas ya tenía problemas con la fiebre, de normal no le habría importado, pero él apareció. Realmente no podía decidir si estar sin su "mejor amigo" era lo mejor o lo peor de ese instante. 

Un escalofrío de pies a cabezas, sudor en las manos, la sensación de querer que la tierra se moviera en ese mismo momento, que un terremoto grado diez se hiciese presente y que del edificio le cayese un escombro encima, eso sería menos sufrimiento que el que vendría este semestre. Sin embargo, todo ello no podía demostrarlo en su exterior, manteniendo el rostro neutro, arrugando ligeramente el entrecejo y chocando con fuerza el lápiz con la mesa al acabar la presentación del nuevo alumno.

— Bien, joven Midoriya, siéntese por allá, por favor.

El destino no fue tan miserable como para ponerlo a su redonda, por suerte cada uno quedó a cada extremo del salón.

Como era la hora prácticamente libre del curso, dieron un par de informaciones y enseguida rodearon al nuevo, llenándolo de preguntas respondidas al segundo. Por supuesto, hubo quien no se inmutó y allí estaba sentado con sus auriculares bien puestos.

—  ¡Bakugo, ven a saludar al nuevo!

—  No lo tomes en cuenta, Midoriya, es así con todo.

—  De seguro anda de maletas porque Kiri lo abandonó.

—  Esperemos no te escuche.

Todos ríen en conjunto, el nuevo se les une a medias, concentrado más en mirar al apartado de forma desapercibida, sin muchos resultados.

El día pasa con normalidad, sin incidentes de por medio, más que todo el mundo queriendo conocer al único transferido del segundo semestre en último año. A dar las una de la tarde, cada quién se retiró con eficacia, el salón quedó vacío y el joven pecoso fue llamado por el profesor para atender un par de asuntos.

Al salir, se topa con la silueta que acostumbró a ver por mucho tiempo.

—  Kacchan...

— Mira, bastardo, tú no dirás nada, si no quieres problemas.

—  ¿Es una amenaza?

— Tómalo como quieras, pero haz como si no me conocieras.

—  ¿No vas a preguntarme por qué estoy aquí?

—  Me importa una mierda.

—  ¿Crees que fue casualidad toparnos en el mismo colegio?

Se encoge de hombros, dándole la espalda y comienza a caminar hasta su paradero. Al tomar la micro, sigue pensando en cómo actuar, cuál sería su siguiente paso, era muy pronto para sincerarse con Kirishima, no estaba listo, pero él seguramente terminaría notando aunque sea un ligero cambio en su actitud. En un abrir y cerrar de ojos, todo era un desastre.

Es cierto, él estaba enfermo, no era momento de pensar en ello, baja dos paraderos antes, frente a una farmacia del barrio y compra unas pastillas más una compresa en gel, sigue caminando, tomando el desvío hacia el hogar de Kirishima y, una vez allí, toca el timbre.

— Oh, Bakugo, qué alegría verte.

— Buenas tardes, señora, escuché que estaba enfermo.

— Sí, ese niño es muy descuidado... Veo que pasaste a la farmacia.— comenta con una sonrisa.— Pasa, aprovecharé de ir al supermercado con mi hija, te lo encargo.

— Claro, con permiso.

Al entrar, saluda a la pequeña con la mano y sube rápido hasta la habitación de su mejor amigo. Golpea suave, entrando con cuidado, el chico dormía con el ceño fruncido, probablemente por la fiebre. Se acerca para verificar, coloca la mano en su frente, tenía la razón, por lo que toma la compresa fría, la envuelve en algo de tela y se la pone.

Pixel Heart || KiriBakuWhere stories live. Discover now