Agua.

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— Buah, qué calor más abominable.

— No entiendo a la gente que le gusta el verano.

— Piensa que ni siquiera es verano aún.

— Primavera y la temperatura ya rondado los treinta grados.

— Pero chicos, piensen que gracias a calor como este podemos hacer un día de piscina.

— Sí, no sean tan pesimistas.

— Pero hay piscinas temperadas en invierno.

— No causa la misma emoción, ¿ok?

— Ya ya, basta, ahí vienen los dos que faltaban.

— Por fin, ya era hora.

— ¿Y para qué los esperamos aquí en el pasto? Pudimos esperarlos en la piscina para no morir asados.

— Era para que dejaran sus cosas con las nuestras.

— Pero somos diez, pudimos dejar uno y ya.

— No habría sido justo.

— ¡Hola! — saluda con ánimo uno de los recién llegados, acerándose al grupo. — Disculpen la demora, tomamos una micro y nos pasamos del paradero por despistados, vinimos caminando bajo todo el sol, fue horrible.

— No te preocupes, Kiri, tampoco llegamos hace más de quince minutos.

— Solo apurense en dejar las cosas y vamos, siento que me voy a derretir con esta espera milenaria.

Bakugo rueda los ojos ante el último comentario de Kaminari y tira su bolso junto a los otros, hace lo mismo con la polera tras sacarsela y, adelantándose a todos, camina hacia la piscina al estar ya listo.

— Una esperándolo y él llega y se va.

— Todos sabemos que siempre va a su pinta.

Esperan a que el pelirrojo termine de guardar su ropa en el bolso y van en grupo por el mismo camino que el antipático de su amigo.

— Sí, sí... Por cierto, ¿vieron su tatuaje?

— ¿Eh? ¿Cuál?

— Pero si se le vio apenas se quitó la polera, no pueden ser tan despitados.

— Yo lo vi, yo lo vi, los tres corazones debajo de la clavícula, ¿verdad?

— ¿Bakugo con corazones? ¿Quién lo diría?

— ¿Significara algo?

— ¿Alguien se lo había visto antes?

— Kirishima, no pareces sorprendido, tu sabías, ¿verdad?

El aludido, quien iba siguiendo con la mirada al rubio dentro del agua, dirige su mirada a sus amigos y con una risa nerviosa se hace el desentendido, negando con la cabeza.

Mientras todos iban entrando a su manera a la piscina, las gotas salpicando lo hacen divagar en su memoria, recordando aquel día, hace unas pocas semanas, donde de improviso fue de viaje.

"Tengo dos pasajes de bus, ida y vuelta para el mismo día a la playa, ¿me acompañas?", fue lo que dijo el rubio, un sábado por la mañana al adormilado de su amigo.

Así emprendieron esta pequeña travesía; desayunaron y partieron al terminal de buses. Durante las horas de viaje compartieron audífonos, intercambiando gustos musicales hasta que se quedaron dormidos. A llegar fueron a almorzar por uno de los miles restaurantes costeros, enterraron sus pies en la arena y junto a una mascota canina temporal, que los siguió desde que salieron del restaurante, caminaron por las orillas y las rocas. Se fotografiaron con sus respectivos teléfonos y con una que otra foto con la cámara instantánea de Kirishima, así por diversos puntos de su recorrido hasta que dieron con un pequeño local donde se arrendaban tablas de surf.

— ¿Lo has hecho antes?

— Sí y me gusta mucho.

— Entonces, ¿qué esperamos?

Una sonrisa cómplice y adiós dinero.

Se acercan al océano, toman una adecuada distancia de las últimas señales de olas reventadas y dejan sus cosas en la arena. Bakugo se quita la polera y toma la tabla, alza la vista frente al pelirrojo y flash, de la cámara comienza a salir una fotografía que es tratada con sumo cuidado por su amigo, para luego darle una sonrisa al rubio y chocar con un pequeño detalle.

 Bakugo se quita la polera y toma la tabla, alza la vista frente al pelirrojo y flash, de la cámara comienza a salir una fotografía que es tratada con sumo cuidado por su amigo, para luego darle una sonrisa al rubio y chocar con un pequeño detalle

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— ¿Tienes un tatuaje?

Y tras esa pregunta recibe una mirada de "es obvio, ¿no? Es decir, tú mismo lo estás viendo". Por lo que reformula una nueva pregunta:

¿Por qué te lo hiciste? ¿Qué significa?

— Hay videojuegos en los que comienzas, por ejemplo, con tres corazones llenos de vida y, a medida que avanzas, puedes terminar vaciando algunos al provocarte daño, pero siguiendo ciertos pasos puedes volver a rellenarlos. Para mí, el simple hecho de vivir es algo que me deja con un corazón vacío constantemente, exactamente por cargar un sentimiento en particular, el primer corazón es lo que me recuerda que debo seguir vivo a pesar de lo anterior, porque alguien me dio el suyo. La esperanza de retomar seriamente la batería es lo que mantiene el segundo. Sin embargo, mi tatuaje no es estático, va cambiando en el tiempo,  porque en los videojuegos, pasa que puedes obtener más contenedores, ¿no? Por eso decidí que agregaré contenedores por cada razón que me mantenga con vida, pero dejando siempre uno vacío al final.

— ¿Y si comienzas a vivir, dejando atrás ese sentimiento que te pesa en el alma? ¿Ahí por fin tendrías todos llenos?

— Entiendes rápido.

— Wow, nunca esperé algo así de ti.

— A veces, puedo ser un cofre de sorpresas, ¿vamos?

— Sí, sí, enseguida, ve tú primero, ya te alcanzo.

Respondió casi por inercia, a pesar de mantener unas cuantas dudas más, el otro asintió con la cabeza en respuesta y con la tabla de surf en mano, se dirigió al océano. Por otro lado, Kirishima pasó a guardar la cámara instantánea en su mochila y la fotografía recién tomada entre uno de sus cuadernos. Al asegurar todo, se pone de pie, levanta la tabla enterrada en la arena y sigue las pisadas de su amigo para acompañarlo entre las olas.

Entre risas, retos y caídas, los recuerdos de aquella tarde se fueron resguardando en sus memorias, grabando la sonrisa del otro en un cuadro mental que terminó con el atardecer haciendo presencia. Recostados en sus tablas, mirando las nubes para calmar sus respiraciones, contemplan la variedad de tonos rojizos, anaranjados y rosas que toma el paisaje, giran el rostro hacia el lado del otro, chocando miradas con una sutil sonrisa y como un pacto tranzado por telepatía, comienzan a nadar a la orilla.

Pixel Heart || KiriBakuWhere stories live. Discover now