XXVIII Estrategia

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Emerge Sol en llamas de las profundidades, presagio del sangriento día que se avecina. La luna se remolonea en el cielo de la mañana, parece no querer perderse ni un detalle de cuanto acontece en aquel rincón del mapa, lentamente se van apagando las estrellas tras el lucero del alba. La Muerte mecida por un viento racheado de levante cabalga sobre las olas.

—Bien, bien, bien... —confirma sobre el castillo de proa de la Fantasma el primer oficial mientras observa con el catalejo apoyado en el hombro del capitán a la flota que se acerca.

—Bien, bien, ¿Qué...? —pregunta ansioso el capitán.

—No se mueva señor. Quiero confirmar... Sí, sí, sí...

—Confirmar, ¿qué? Sí, ¡¿qué?! —insiste el pirata cada vez más alterado—, dime lo que ves loro parlanchín o te juro que me va a dar algo de los nervios.

—Ahí estás... ¡Oh que hermosa es! Vale, vale, vale...

—¡Vale ya! —Termina por desquiciar Olaf al capitán que se revuelve para quitarle el catalejo y echarse contra la barandilla para ver, nada. Su vista borrosa no alcanza a ver todavía más que algunas imágenes que se acercan.

—Bien capitán —alerta el joven oficial con tono marcial—. Lo que imaginaba y esperaba: el almirante imperial ha de saber que no disponemos de una gran flota ni de unas defensas potentes en el puerto y confiado se ha echado a la mar en nuestra búsqueda sin esperar refuerzos tras reparar a la Victoria. Junto a la fragata ha traído, las dos de escolta, dos galeones pesados de dos líneas y tres bergantines ligeros. 

Hace una pausa para contar con los dedos. 

—En total calculo que tendrán alrededor de cuatrocientos cañones de diferentes calibres y unos cuatro mil hombres entre marinería e infantería bien armados y pertrechados. Nos superan en todo y por mucho. Esto se convertirá en una ratonera sin salida y hacerles frente aquí, como preveíamos, nos lleva a una derrota segura.

—Entonces... ¿Nos vamos ya?

—No, todavía no. —Recupera el oficial el catalejo para clavar la mirada en la capitana enemiga—. Como imaginaba la Victoria viene flanqueada por los buques pesados, ligeramente avanzada. Si saliésemos ahora los esquivaría con facilidad y nos atraparía antes de lo planeado, eso sería terrible para nosotros... Dejemos que se acerque ese León sediento de sangre mientras se regocija confiado en su victoria.

El capitán se vuelve para dar un último vistazo a las fuerzas con las que cuentan en el puerto. 

—Esperemos que la empalizada que hemos montado en la bocana los detenga el tiempo suficiente si deciden entrar... solo dejamos doscientos cañones entre los situados en las murallas y en los bergantines; y menos de dos mil hombres, muchos de ellos son artesanos y comerciantes y están mal armados, si consiguen entrar, ésto sería una carnicería.

—Confíe capitán, no entrarán. Ya están en la distancia prevista, de orden a los hombres de que se preparen para abrir fuego.

—A sus órdenes mi capitán —bromea el mayor dejándose llevar por las instrucciones que va dando su segundo al mando.

—Espere, espere... ya capitán —avisa el joven mientras trata de buscar a León en la nave insignia enemiga, lo encuentra sobre el bauprés buscándole a él. Se sonríen al encontrarse y saberse observados.

—Fuego —grita el capitán.

Descargan los treinta cañones de dieciséis libras de la Fantasma seguido de los de veinticuatro de las defensas en las murallas cuando la flota enemiga todavía está fuera de la línea de tiro, quedando los disparos muy cerca del objetivo, marcando con la andanada la distancia. Refrenan los enemigos su envite directo, recogen velas entre gritos y silbatos, maniobran para posicionarse mostrando la eslora de babor y aprovechar mejor el viento que viene de levante, preparándose para responder al fuego, con intención de rebajar las defensas sin exponerse más que lo necesario antes de intentar entrar a puerto.

MarkadoWhere stories live. Discover now