IV Claudia

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Novela para lectura en Wattpad

1 Februarius 1570.

«Desperté en una enorme y confortable cama, envuelta en sábanas de lino y mantas de pieles de animales cuyos nombres desconozco; arropada entre un suave sonido de flautas y arpas que, pensé por un instante, había muerto y resucitado en el cielo. Las risas y juegos de un grupo de bellas muchachas desnudas, que más pareciesen ángeles que doncellas, llamaron mi atención hacia una pequeña piscina de la que salía humeante vapor...

»—Vamos querida, acompáñanos al baño, el agua está tibia y resulta agradable a la piel, además, necesitas desprenderte de ese olor a plebe, y permítenos que cubramos ese hermoso y bien cultivado cuerpo con aceites aromáticos y perfumes. ¡Vamos, ven niña! Únete a nuestras caricias y besos. No seas tímida y entrégate pues, no hay pecado lascivo sino simple e inocente juego —me reclamaron con tierna voz, entre sonrisas cómplices.

»Yo me sentía cohibida, mi cuerpo se estremecía de deseos y dudas, mas viéndome desnuda y mi pelo suelto, no quise contradecir a la dómina de aquel palacio y de todo un imperio, y superando mis temores, simplemente me dejé llevar por sus insinuaciones...

»El ángel que tocaba el arpa en aquel coro de celestial música, acompañada de furtivas danzas de hermosas bailarinas, comenzó a recitar en trémula voz unos versos del poeta Ovidio:

»Créeme, no te afanes en llegar al término de la dicha; demóralo insensiblemente y la alcanzarás completa. Si das en aquel sitio más sensible de la mujer, que un necio pudor no te detenga la mano; entonces notaras como sus ojos despiden una luz temblorosa, semejante al rayo del sol que se refleja en las aguas cristalinas; luego vendrán las quejas, los dulcísimos murmullos, los tiernos gemidos y las palabras apropiadas a la situación; pero no permitas que se quede atrás desplegando todas las velas ni consientas que ella se te adelante. Entrad juntos en el puesto. La cúspide del placer se goza cuando los dos amantes caen vencidos al mismo tiempo...

»Y así, nos entregamos entre arrullos de blancas palomas, que nunca había conocido placeres tan divinos».

—¡Hija!

—¡Madre!

—¡Señora!

Gritan los tres varones al unísono, abrumados por tan detallados recuerdos de aquellos momentos de placeres mundanos. Cierto es que, quizás, no proceda siendo aquellos hombres: padre, hijo y maestro. Mas, ruborizada por sus confesiones la dama cambia de tercio, escancia en su vaso el líquido elemento y tras beberlo de nuevo en un solo trago, continua con otros momentos menos comprometidos.

«Y habiendo terminado del cálido baño, frente a un espejo de pulida plata me acicalaron, peinaron y vistieron como a una patricia romana, que ni siquiera yo me reconocí al verme reflejada en tan deslumbrantes argentos destellos.

»—Vamos querida, déjame que te muestre mi palacio o mi prisión de oro según se mire y busquemos lugar más recogido y seguro a oídos curiosos... —Y después de haberme dicho estas palabras entre susurros, me dirigió la anfitriona por habitaciones y salones de paredes y suelos decorados con pinturas y ricos mosaicos, hechos de vidrios y teselas al más puro estilo capitalino. Paró por un momento ante una pequeña capilla encendiendo una vela e inciensos aromáticos que, no supe en ese momento, si estaba dedicada a nuestra Señora la Virgen María o a la diosa Venus, o tal vez, para ella fueran la misma madre y señora que vela por nosotras. Y dejando a un par de sus más leales cortesanas, quizás rezando, quizás vigilando, me dirigió entre las sombras de aquel santuario a una escondida habitación que más parecía un confesionario, alumbrado solo por un candelabro de largas velas, pues ni ventanas por donde entrara un rayo de sol había, y cerrando gruesa puerta de madera tras nosotras, nos recostamos sobre sendos divanes, en los que había suaves cojines rellenos de plumas.

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