Capítulo 37: Arthur Fire (2)

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El regaño se propagó hasta seguir y seguir y seguir, tornándose tan tortuoso que los demás chicos taparon sus orejas con ambas manos e hicieron gestos de pesar a Arthur, que empezaba a lamentar su terrible idea.

—¿Acabaste? —preguntó el pelirrojo, muy cohibido a como acostumbraba a comportarse.

—Acabé —Afirmó Sinfonía, pasando las manos por su cabello rubio pálido, casi blanco y, murmurando palabras que sólo su raza de fénix blancos lograban entender.

—Estás loco, hermano—Dijo en tono burlón Thom, otro fénix de fuego que alardeaba sobre su valentía y fuerza cuando no había hecho casi ninguna hazaña que lo hiciera merecedor de un título heróico.

—Sinfonía, eres la mayor de nosotros y la más sensata, ¿Me das permiso de darle una descarga?—Pregunto Mell, una fénix de rayo que formaba parte del especial grupo, dirigiéndose a la imponente Sinfonía que aún fruncía el ceño mientras mantenía sus brazos cruzados.

—Adelante. —Le concedió.

Arthur se alarmó, si bien era inmune al fuego... Los rayos... No le iban muy bien que digamos—¿Que? ¡No! Aleja tus manos eléctricas de mi cuerpo real.

—Solo no te muevas. — Canturreo Mell, tratando de atrapar al escurridizo príncipe que corría rodeando a cada fénix del grupo, evitando a toda costa a Mell.

—¡Todos están en mi contra! ¡Qué injusticia! Soy un príncipe, Mell, te ordenó que pares tus juegos. —Dijo Arthur, tratando de defenderse de los seis fénix a su alrededor que bien podían dominarlo si unían sus fuerzas.

—Nos has dado demasiada confianza como para que ahora vengas a ordenar. —Espetó Mell.

—Exactamente, atente a las consecuencias. —Se burló Syron, un fénix esmeralda que acompañaba a todos lados a su princesa; La Real princesa Esmeralda.

Arthur pareció ver por primera ves a Esmeralda, sin duda desde el primer día que se encontraron trató de portarse un poco... Mucho galante con ella, pero se dió cuenta al instante que no podían llegar a más. Ella amaba a Syron, desde que era una niña y Arthur no estaba seguro de sus sentimientos hacia nadie. Entendió que quería a Esmeralda como a una hermana menor. Y desde entonces, formó parte de su grupo de locos que tenía junto con Sinfonía, Lynnis, Mell y Thom. Uniéndose también Syron, que nunca se alejaba de ella.

—Mi preciosa Esmeralda, mi linda y cautivante Esmeralda... Librame de semejantes fieras—Suplicó Arthur, dramatizando sus gestos.

Todos rieron y Mell dejó de perseguir a Arthur para alborotar más su propio y corto cabello azul eléctrico.

—¿Porque no simplemente escogiste el rubí más brillante e hiciste el anillo con el? —le preguntó Lynnis.

—No sería lo mismo—Irónizo Arthur.

—¿Y porque tú mismo no lo encendiste? Presumes tus incandescentes llamas-destruye-todo. Sería fácil. —Volvió a dudar Lynnis.

—Lynnis, hermosa y...

—Ay, para ya con tus coqueterías tontas. —Se quejó.

Arthur se carcajeo por su actitud. Lynnis era mucho más fuerte y dura que cualquier otro lunar que el hubiera conocido.

—No es lo mismo... No comprendes, el volcán Flamante tiene el poder de encender una pieza de valor para que permanezca intacta por todos los siglos, generando energía y para acelerar tus poderes mientras los incrementa. —Le explicó.

—Eso mejor lo hubiera explicado yo. —Se quejo Sinfonía, haciendo un puchero melancólico, esos que hacía seguido cuando iba a dar una de sus científicas y muy extendidas explicaciones y todos la callaban.

La Princesa Fénix |Aeternis #1|Where stories live. Discover now