Pide un deseo.

38 3 0
                                    

¿Cómo es ella en realidad? ¿qué personas rodean a esta muchacha? ¿cuáles son sus gustos? Evaine siempre fue una chica llena de prejuicios por todos lados, fue educada con una mentalidad cerrada y con una presión social que no la dejaba tranquila. Su personalidad se forjó por las caídas anímicas. Detestaba llorar frente a las personas, rechazaba la idea de su propia figura débil, cada vez creaba a su alrededor muros y muros de concreto alejando a las personas que más la querían de su lado. 
Odiaba el amor tipo homosexual, no toleraba el cariño ajeno, los abrazos no eran su representación, una muchacha reacia al cariño. Aunque hace tiempo atrás ella no era así. 
Su personalidad se basaba en confianza, ayudaba a las personas, más que una amiga se convirtió en una consejera. Por supuesto que su niñez no entendía temas de clase social ni política, entendía que el amor era natural, se quería a si misma, sin embargo, sus padres ensuciaba su mente con ideas erróneas, cultivaban en ella miedos estúpidos. 
Aceptarse a si misma era una guerra constante. Mirarse al espejo era una tortura, cada día encontraba un defecto, sobre todo con el peso. 
Su cuerpo siempre fue curvilíneo, nada del otro mundo, incluso para la edad que tenía era demasiado, pero no rodeaba la obesidad, sino que siempre se mantenía activa para mantener su físico, lo que realmente le dolía eran los malos comentarios de su madrastra. Una mujer detestable y envidiosa. No toleraba que LeBlanc fuera una niña linda de hermoso cabello y ojos, eso le hacía recordar mucho a la madre biológica de la muchacha, una señora hermosa del mismo color de cabello, labios delgados, piel pálida, una increíble voz. 
Su padre también se encargaba de hacer mal a su hija, pero todo era por manipulación por parte de su actual mujer, él estaba tan solo que temía perder a su actual esposa, por lo tanto, cada vez más se alejaba de LeBlanc. 
Siempre tenía justificación por el abandono de la chica: Trabajo, política, nueva familia. 

Evaine, por fuera una chica dura y prejuiciosa, por dentro una chica realmente dulce con sentimientos. Así la definia Vladimir. 
LeBlanc, una venenosa que no se dejaba ayudar porque era una lastimera. Las palabras que alguna vez dijo Ahri, su antigua amiga. 
LeBlanc, una adolescente con mentalidad de adulta forzada a vivir la vida llena de odio, todo por la culpa de su crianza. 
Syndra era su vieja amiga, ella siempre estuvo en presente en toda la vida de la chica, aún así no toleraba tuviera ciertas actitudes que adoptó por parte de su familia. Odiaba cuando hablaba mal de la clase económica, manipuladora en todo. 
¿Cuándo sería el día que saliera su verdadera personalidad?

— Hm, es que...tuve muchos problemas con ella, ¿sabes? — Syndra no dejaba de darse vueltas en la cama. — Realmente quiero ir a su puerta y abrazarla, pero...hay una espina todavía, una espina que me impide tener ese mismo afecto. 
— Vamos, Syndra. — Zyra escuchaba atentamente cada una de sus quejas mientras limaba las uñas de su hermana. — ¿Por qué no se animan para ir juntas?
— Es que, hay ciertas cosas que todavía están ahí, Zyra...— Se quejó Ahri.— Hay veces que...movió hilos de nuestras vidas, le gustaba jugar a la poderosa. Muchas veces peleé con Syndra por comentario tontos que yo hacía. En ese tiempo quería la amistad de ella y de Syndra para ser popular. Todavía soy popular, pero...lo que quiero decir es que, LeBlanc es una persona impredecible...
— Perdoné a Ahri porque me tomé el tiempo de conversar con ella, me pidió perdón y vivimos una serie de acontecimientos. Pero con LeBlanc es diferente. — Syndra puso su gruesa almohada en su cara y gritó, estaba desesperada.— Fue mi amiga durante años, conocí cada uno de sus miedos, de sus gustos, etc. 
— Yo sentí un afecto distinto con ella. Como siempre me protegía, llegué a...— Ahri sonrió.— Bueno, no importa. El tema es que siempre se aprovechaba. 
— Yo creo que ustedes están dando muchas vueltas. — Se unió Xayah a la charla. — Es solo su cumpleaños. ¿Qué puede salir mal? Además, Vladimir organizó algo para ella. 
— Es cierto, pero la gran mayoría no va a ir. — Admitió Katarina, aquella trenzaba el cabello de Luxanna. — Es una fiesta sorpresa, Vladimir ha intentado invitar a casi todos, pero creo que rechazaron la propuesta. Yo no estoy invitada, LeBlanc me detesta. 
— A mí igual. — Se unió Xayah. 
— Yo también, no me tolera. — Levantó la mano Luxanna y Zyra. 
— Ella se ganó ese rechazo, ofrecí mi ayuda varias veces para que cambiara su actitud, pero jamás quiso, incluso me humilló por querer ayudarla. No sé qué quiere. — Se arrulló Syndra en su cama. 
— Aún así te preocupa que nadie llegue a su fiesta, admitelo. — Susurró Ahri.
— Así es... ¿Y dónde se hará la fiesta?
— En el salón de eventos, Vladimir pidió con anticipación el lugar. — Luxanna mostró la fotografía de la invitación, esa iba dirigida a otra estudiante de otro nivel. 
— Hum, ya veo. — Lanzó la almohada al rincón de su cama. — Chicas, ¿y si vamos a ver quién asiste? Digo, solo por...
— ¡Es una gran idea! ¿y vamos con estas fachas? quisiera ponerme un lindo vestido. — Ahri se levantó entusiasmada quitando las uñas a su hermana, se ganó un pequeño golpe en la frente por hacer eso tan rápido. 
— ¡Hey, no te entusiasmes tanto, hermana! — La volvió a sentar. — Si vamos a ir, iremos de incógnitas, ¿no?
— Tienes razón...si no fuimos invitados por algo a de ser. 


El salón estaba completamente decorado, las mesas tenía manteles costosos blancos y moños de color rojizo, las sillas también, sobre ellas había picadillos de coctelería, bebestibles, pequeñas velas para amenizar el ambiente. 
Atrás de todas esas mesas estaba el mesón de postres, ahí se encontraban toda clase de postres de diferentes sabores, más allá un barman y unos cuantos músicos que harían de esa noche algo especial para la muchacha. 
Vladimir era el único que estaba ahí, el único que esperaba junto a Graves, el único que llegó por la invitación. 

— ¿Dónde está ella? — Cuestionó Graves con cierta preocupación. — ¿Y dónde están todas las personas? — Al parecer eso era lo que más le desesperaba, la ausencia de personas. — Eres un buen amigo, Vladimir, al menos eres el único que organizó algo para ella. 
— Es la única que me ha tolerado, además es bastante simpática cuando quiere serlo, solo hay que conocerla mejor. — Arregló el cuello de su camisa blanca. Lucía un traje color vino, resaltaba bastante su rostro pálido.

Fuera del lugar atrás del salón estaban: Ahri, Syndra, Luxanna, Xayah, Katarina y Zyra. Las tres veían con ojos curiosos el interior del salón, la gente brillaba por su ausencia, y eso que habían dos anfitriones esperando por las personas. 
— No hay absolutamente nadie, además de esos dos...— Torció la boca Syndra.— Será el primer cumpleaño qué no organizamos nosotras. — Comentó para Ahri. 
— Es cierto, ¿recuerdas cuando la llevamos al parque de diversiones? — Recordó divertida.
— Me da un poco de pena no haya llegado nadie...— Susurró Luxanna.— ¿Y si nos colamos a la fiesta? Al menos para gritar ''Feliz cumpleaños'' y luego ya nos vamos, ¿les parece?
— Es una idea un poco...— Katarina iba a decir que era una idea mala, pero no alcanzó a decir nada porque LeBlanc venía por el otro camino de piedras, todas aguantaron la respiración y se ocultaron entre los arbustos para no ser vistas. 
La muchacha lucía bastante hermosa, un vestido negro ajustado con encajes en la espalda, corto sin que taparan sus rodillas, tacones altos del mismo tono con algo de plateado en la plataforma. 
Se veía nerviosa, algo triste tal vez, pero al avanzar más su rostro cambió, era total felicidad, hasta que todo eso se esfumó al ver que no había absolutamente nadie para gritar ''Feliz cumpleaños'' o ''sorpresa'' solo estaba Vladimir y Graves, dos hombres que, hacían de su mente un caos. 

— ¡Feliz cumpleaños! — Gritaron los dos tratando de que no se notara la ausencia de la gente, algo realmente estúpido. 
— Vaya...— Miró alrededor notando cómo la veían con pena, le tenían lástima. — Mejor así, no hay gente despreciable...— Decir eso con los dientes pero no del corazón, porque incluso el músculo de su labio se movió hacia abajo por la tristeza que sentía. 
— Está triste...— Dijo Ahri.— Está...muy triste...— Se tocó el corazón. — Syndra...chicas...
— LeBlanc...— Vladimir iba a pedir disculpas porque la gente no había venido, pero Graves se adelantó y la abrazó. 
— Feliz cumpleaños, preciosa. — Susurró en su oído, ella se apoyó un minúsculo momento en su pecho agradeciendo su asistencia. — Tu amigo hizo lo posible para que la gente asistiera...
— No importa...— Se mordió el labio con rabia.— No es su culpa...creo que...deberíamos dejar la fiesta así nada más, ¿cierto? 
— ¿Cómo así? — Se acercó Vladimir para quitar a LeBlanc de los brazos de Graves.— No puedo, ya pagué todo esto. 
— Que la gente que contrataste se lleve todo esto, se coma el pastel...— Se tocó el pecho y pronto fingió una tos.— La verdad es que vine porque tú me lo pediste, yo no celebro mi cumpleaños, es más...— Tosió bastante fuerte.— Me siento algo enferma, creo que mejor iré a la cama. 
— Pero si hoy estabas bastante bien, LeBlanc... — Se molestó Vladimir. — No mientas...
— No, en serio...— Se apartó del par.— Me iré en este momento...— Sonrió tranquila.— Buenas noches y gracias...

En completo silencio se apartó de los dos chicos y salió casi corriendo por el camino de piedras hacia los dormitorios, era bastante alejado así que le tomaría tiempo. 
Graves salió detrás de ella para alcanzarla, lo mismo Vladimir, querían conversar con ella. 

— Qué pena, todo ese pastel se perderá...— Luxanna tenía tantos deseos de comer un trozo.
— Lux, ¿puedes dejar de pensar en tu estómago un momento? LeBlanc está muy triste...— Se apenó Xayah.— Siempre me ha caído mal, muy mal, terriblemente mal, mundialmente mal, exageradamente...
— ¡Ya entendimos! — Le gritaron. 
— Perdón, pero es que, las cosas que hace se pagan, pero no de esta manera...— Se cruzó de brazos.— Chicas, ¡a enviar mensajes y a invitar gente a lo desquiciado! 
— ¡Sí! 
— Tengo un plan...mientras ustedes van invitando gente, iré yo a hablar con LeBlanc, ¿vale? — Ahri se adelantó, seguramente tomaría otro camino. 
— Hum, hay que dejarla, sus planes siempre son buenos o muy malos. — Se encogió de hombros Zyra. — En fin, ¿vamos?
— ¡Vamos! — Todas tomaron otro camino a la residencia femenina, una vez ahí comenzaron a textear a los antiguos amigos de los que se rodeaba LeBlanc. 
La mayoría negaba un poco la invitación, pero luego de un rato aceptaron pues nadie se merecía
estar sola en el día de su cumpleaños. 
— Será que...— Syndra tenía un número de contacto en su teléfono, era alguien que fue muy valioso para LeBlanc en su pasado, seguramente él si se acordaría de ella.— Lo haré...— Escribió el mensaje sin esperar nada, cuando lo envió tomó aire, mucho aire. 

— ¿Qué hacen ustedes acá? — Ahri sonrió como toda una chica inocente. 
— Tú más que nadie debe saber. — Atacó Vladimir un poco decepcionado.— No hay nada que hacer... — Se dio media vuelta para ir a su habitación. 
Ahri se acercó a Vladimir para tomar su brazo y detenerlo, cuando volteó a mirarla, esta le regaló una sonrisa tranquila. 
— Vuelve a la fiesta a recibir a los invitados. No cabe duda que todavía no conocer cómo se hacen las invitaciones. — Guiñó con coquetería y lanzó un pequeño beso.— Vayan, yo me haré cargo, las chicas y yo tenemos un plan. 
— ¿A qué te refieres? Ahri, nosotros no te invitamos...
— ¿Quieres que estemos ahí o que ella llore en su habitación? También fue nuestra amiga y a pesar de todo lo malo que pasó, no podemos ser indiferentes con ella...— Admitió Ahri, sin más soltó su brazo para darles la media vuelta. 
— ¿Qué harás tú? — Preguntó Vladimir, pero ella ya no estaba, al parecer corrió para ingresar, incluso detrás de esa puerta de cristal no se veía. 

Ahri se apresuró para llegar a la habitación de LeBlanc, afuera en el tercer nivel ya habían chicas arregladas para ir a la fiesta, con sigilo se fueron al salón, Syndra se uniría a Ahri, así que el resto simplemente salió. Lo mismo ocurrió en la residencia de los chicos, algunos salieron al salón de eventos. 
Syndra aún conservaba una copia de llave de la habitación, así que con facilidad abrió la puerta. Las dos intentaron que fuera lo más silencioso posible y lo lograron porque ya estaban dentro del lugar. Todo estaba a oscuras. 
LeBlanc estaba en el sofá de la sala de entrada, tenía una almohada en el rostro de tanto llorar. 
Con cautela Syndra la rodeó con un abrazo por sus piernas, Ahri hizo lo mismo pero en su cuello, ambas la estaban abrazando. LeBlanc se asustó e incluso iba gritar, pero sentir el aroma de esas chicas le hizo estar más tranquila. Intentó ser dura con ellas, pero no le nacía, no podía. 
— ¿Q-qué hacen ustedes acá? deberían estar durmiendo, tal vez en una cita...— Intentó secar sus lágrimas. — Ustedes ya no son mis amigas...
— Tal vez...— Dijo Ahri, se acercó a su oído para susurrar.— Tal vez no seamos tus amigas, pero siempre nos acordaremos de tu cumpleaños. A pesar de todo lo que vivimos, siempre estamos presente, eso no lo dudes. 
— ¿Eso crees? ¿eso quiere decir que ya me perdonaron? 
— Es complicado, es imposible estar tanto tiempo furiosa contigo cuando en el fondo siempre estuvimos a tu lado. Lo único que no nos parecía era tu forma de controlar las cosas y entre otras cosas, pero vamos, siempre podemos olvidar todo eso, ¿cierto?
— Tal vez...— LeBlanc se sentía algo extraña, no le incomodaba que ellas estuvieran allí con ella, sino que tenía otra razón para sentirse así y es que, el rechazo de las otras personas le dolía. Si bien, intentaba no meterse en vidas ajenas, o al menos hacía el esfuerzo incluso de no opinar sobre las vidas de otras, pero aún así, por lo mala que fue, recibía hoy un merecido castigo. 
Con tranquilidad se levantó separándose de las chicas, con prisa buscó un pañuelo para secar sus lágrimas y ojos. — Todavía no sé qué hacen acá. 
— Bien...— Syndra se puso de pie luego que ella lo hiciera solo para encender la luz.— ¿Quieres acompañarnos? es que, queríamos conversar contigo pero no en tu habitación, además, te tenemos un regalo. 
— No más sorpresas por hoy, creo que tuve suficiente con mi fiesta sorpresa. — Intentó mentir, por supuesto no iba a resultar pues las chicas sabían que no había nadie en ese lugar. 
— Por favor, te gustará, además...es un regalo de ambas. — Ahri siguió a Syndra para tomar las manos de LeBlanc. — Sé que no estamos arregladas ni nada, pero si te quedas acá, nos vestiremos y será de maravilla. Además, quisiera tomar unas fotografías.
— Estoy hecha un desastre. — Justo frente de ella estaba su espejo favorito, se limpió bien la cara y al final aceptó.— Bien, pero no se tarden. —

Syndra miró a Ahri con diversión pues ella había tomado un camino diferente mucho después, en ese desvío se tomó la libertad de tomar el vestido más hermoso de Ahri y por supuesto su maquillaje, ella solo necesitaba quitarse la bata, después de todo estaba fingiendo que estaba en pijama. 
Ahri sonrió pues era la única que faltaba por arreglar, no le tomó mucho tiempo hacerlo. 

— Bien...— Syndra contestaba mensajes de su celular, puso su aparato en silencio para no levantar sospechas. — Estamos listas...
— ¿Era necesario poner esta venda? — LeBlanc era algo desconfiada pero con ellas no era así, solo le causaba gracia. 
— Pero por supuesto...— Ahri la guiaba en su camino, al menos cuando salieron de la residencia femenina, pudo poner la venda, si lo hubiera hecho antes, sería imposible guiarla por las escaleras. — Además, no tienes de qué preocuparte, solo camina que no hay nada que se atreviese. 
— Eso es lo que más me da confianza. — Sujetó con fuerza la mano de Ahri y también la mano libre de Syndra. 
— Estás cada día más hermosa, LeBlanc, hay rumores de que estás saliendo con alguien. — Comentó Ahri con algo de celos en su voz. 
— Bueno, no puedo decir que sí estoy saliendo con alguien, solo es un imposible. Ya sabes cómo soy...tal vez sí, tal vez no...además...— Suspiró algo confusa.— Creo que soy la mujer más indecisa que ha pisado la tierra. 
— ¿Eso crees? — Syndra acarició con su pulgar la suave mano de su amiga. — Es solo cuestión de ver a los ojos a esas personas especiales, ¿no?
— Ojalá fuera así de fácil... — Sintió como su corazón se comprimía.— ¿Falta mucho? —

Las chicas avanzaron dos pasos más y viraron a la derecha, ahí estaba el salón de eventos. 
Vladimir estaba junto a Graves y el resto de invitados que de la nada llegaron, al notar que venía LeBlanc, todos se prepararon. Apagaron las luces y bajaron un poco el ritmo musical. 
Syndra y Ahri la empujaron un poco hacia la entrada, en ese lugar le quitaron la venda que molestaba sus ojos y por fin todos gritaron: ''¡Sorpresa, feliz cumpleaños LeBlanc! ''
Las luces se volvieron a encender, la música se hizo presente junto con la canción más común de la fiesta, del fondo venía Katarina y Garen empujando el carro enorme de pastel con las velas encendidas. 
LeBlanc no lo podía creer, en ese preciso instante envió bastante lejos su orgullo. Lloró, necesitaba hacerlo porque estaba feliz. 
Sintió que todo pasaba muy lento, aprovechó de mirar a Vladimir, a Syndra y Ahri que la veían con ojos de cariño, ellos habían hecho todo esto, ellas llamaron a las personas para celebrar junto a su amiga. ¿Cómo pudo ser tan cruel con ellas y no ver lo hermosa que eran? siempre dispuestas para su felicidad, las únicas que sabían sus secretos, sus miedos. Ahri y Syndra, sus mejores amigas y nadie más. 
Cuando terminaron todos de cantar, LeBlanc llevó sus manos al pecho, bajó la mirada pero también sonrió, fue un llanto de felicidad. Al principio todos se preocuparon, pero pronto se aliviaron cuando la pelinegra se acercó de golpe a abrazar a Syndra y a Ahri, también hizo un movimiento rápido para abrazar a Vladimir. 
— G-gracias...— Su voz estaba quebrada. — Por favor, perdónenme...perdón por todo lo que hice...— Su súplica era tan delicada que alguno de los presentes también sintieron su dolor, aceptaron sus disculpas por supuesto porque ella estaba siendo sincera. — Todos...yo sé que me he portado mal con la mayoría de ustedes...— Necesitó algunos segundos para recobrar el aliento por el llanto, pero aún así continuó.— Pero...aún así están acá, a pesar de todo. Me doy cuenta que soy una persona vil y cruel, no merezco nada de lo que ustedes me dan, mi alma es negra...y ustedes solo quieren ayudarme, solo quieren ser buenos y yo lo arruiné...
— LeBlanc...— Zed se acercó a ella para tomar sus manos. — No digas esas cosas. Todo el mundo comete errores. Yo cometí errores, Syndra cometió errores, Ahri, Vladimir, todos acá lo hemos hecho, nadie está libre de errar, sin embargo, lo que sana el alma y limpia todo ese cruel pasado, es simplemente la sinceridad del perdón. Trabajar en limpiar tu imagen; no te costará nada porque a pesar de todo, nosotros, la mayoría, te conocemos desde hace un tiempo y sabemos cómo eres realmente y no esa fría mujer que aparentas ser. 
— Zed tiene razón...— Apareció Sejuani del fondo.— Eres una persona alegre y llena de paz, si comenzaste a ser así no fue por tus razones sino porque alguien más te hizo pensar así, pero no es como tu corazón lo ve... 
— Aún así...— Sonrió agradecida de sus hermosas palabras.— Quiero dar las gracias a todos...— Soltó un momento las manos de Zed para ir directamente a una de las personas que recién había llegado a la academia: Annie. — ¿Podemos tener una oportunidad de conocernos mejor? lamento mucho mi forma de actuar contigo, tal vez mis razones fueron...
— LeBlanc...— Dijo Annie interrumpiendo sus palabras con un gesto de ternura.— No hay necesidad de hablar eso ahora, vamos a tener tiempo de tratar ese asunto en otro momento, pero ahora te pido que te diviertas y que seamos parte de la diversión también, ¿te parece? además...mira a tu alrededor. Todos ellos te adoran, también hay comida, música, están todos acá...¿qué tal si?
— ¡Tienes razón! — Contestó LeBlanc con energía. Llevó de la mano a Annie hasta su torta, ahí cerró los ojos no para pedir un deseo sino para dar las gracias en silencio, cuando lo hizo, abrió nuevamente los ojos y a la par sopló las velas apagando cada una de ellas. El salón casi se levantó en aplausos. 
— ¡Qué comience el baile entonces! — Animó Jinx esperando que los músicos hicieran de las suyas para tocar algo animado y no lo clásico de salón.

Las luces bajaron un poco para que brillaran las de colores, todos estaban en la pista de baile sacando su mejor estilo de baile con diferentes ritmos que se presentaban. 
Los gritos se elevaron cuando los chicos hicieron un círculo y en medio pasaba el que quisiera para mostrar su talento, esto animó a varios, incluso a Draven y Darius, los hermanitos hicieron que el ambiente fuera más divertido. 

LeBlanc estaba sonriendo, no se sentía presionada ni triste, era tanta la felicidad que incluso se animó a tomar un trozo enorme de torta para comer, ya no le interesaría ser criticada. 
Comer el primer bocado la llenó de sabores en la boca; un bizcocho suave de vainilla con un suave relleno de crema sabor manjar suave y duraznos bien picados, crema batida y chocolate. Un golpe de dulzor para su alma. 
Vladimir se alegró de verla comer, lo mismo sintió Ahri y Syndra que no se apartaron por ningún segundo de su lado. 
— ¡Abre la boca, Vladimir! — Ahri estaba con un tenedor ofreciendo un trozo de torta.— No te niegues, está buenísima. 
— No, es que prefiero no comer nada a esta hora. — Agradeció como todo un caballero el muchacho. 
— No seas así, Vladimir. Además, una vez no te hará mal. — Alentó LeBlanc.— Tienes que pensar que mañana puedes ir a nadar al lago o no sé. 
— No dejes a Ahri con el tenedor esperando. — Advirtió Syndra mientras robaba torta del plato de LeBlanc. 
Vladimir se rindió y aceptó el trozo de torta, no esperaba sentir algo especial por lo dulce pero lo que pensó fue todo lo contrario, incluso pidió más y luego de acabar esos bocados, invitó a Ahri bailar. Era como un cachorro alimentado tiernamente. 
— Ahí van...— Rió Syndra viendo como los dos se complementaban bien en un baile rápido. 
— Prefiero que sea así, ¿sabes? — Confesó LeBlanc de la nada, sus ojos estaban concentrados en Vladimir y en Graves. 
— ¿A qué te refieres? — Syndra llevó a su amiga a un lugar más tranquilo donde no hubiese tanto ruido. — ¿Hay algo que quieras contar?
— Muchas cosas, muchas...— Dejó su plato en la mesa.— La primera de ellas, es que...¿recuerdas lo que dijo Ahri sobre si estaba saliendo con alguien? bueno, ese rumor es cierto, pero la mayoría o mejor dicho, nadie sabe con quién. El tema es que...estoy confundida...no es lo mismo como lo fue antes...yo...
— Espera un momento, no estoy entendiendo nada...— Syndra se apegó más a ella para tomar sus manos.— Del principio, por favor...— Dejó que continuara, pero pronto se arrepintió, es que su instinto habló más rápido que su mente.— Evaine...— Dijo casi inaudible. Entre ellas no había comunicación oral, todo se sabía con una frase. 
La contraria asintió con algo de preocupación en su rostro. 
— No sé cómo pasó, te lo juro...— Presionó las manos contrarias sin hacer daño.— Sucedió de la noche a la mañana, pero él no tiene culpa, de hecho fui yo la insistente, es que me era inevitable verlo, estar cerca de él, me estaba escuchando más de lo que yo quería. — Miró al fondo ubicando a la persona de sus palabras, lo mismo hizo Syndra. Ambas coincidieron en Graves. 
— Evaine, no soy quién para juzgarte, no lo hice antes y tampoco lo haré ahora, pero mi miedo es que te descubran. 
— Es que ese es el punto...— Volvió la mirada para su amiga.— Él está confundido tanto como yo...pero él lo está solo con una chica y yo estoy confundida con él, y con dos más...— Suspiró.— Sé que se escucha como: ''LeBlanc, eres una zorra'' pero te juro que...es inquietante, me causa miedo...
— Creo saber quién es la otra persona, pero no imagino al otro...
— Vladimir...— Dijo para la sorpresa de Syndra.— Él también es muy atento conmigo, sé que siente algo por mí, pero su problema es otro, no es que sea mujeriego, es que yo no tengo confianza en mí misma y él es...muy amable con todas. 
— Entiendo...— Syndra abrazó a LeBlanc como si ese gesto solucionara todo sus males. — No sé qué decir, no podría darte un consejo ahora en estos momentos. — Miró con sigilo a Vladimir y luego a Graves, eran dos hombres muy diferentes, en todo. 
— Syndra...— murmuró LeBlanc con suavidad.— ¿Qué debo hacer? ¿es normal?
— No te mortifiques, es común a nuestra edad...siempre sentimos que todo el mundo es hermoso, pero mira...— La enderezó en su puesto para aconsejar a la contraria, pero en ello la puerta de entrada se abrió de par en par, de un momento a otro casi todos guardaron silencio al ver a esa persona de pie bajo el umbral de la puerta. Syndra lo había olvidado, había invitado a ese hombre solo porque era una persona especial para LeBlanc. 
— ¿Qué pasa? — LeBlanc soltó un poco el abrazo de Syndra, le pareció curioso que todos se quedaran algo callados, pero cuando miró la entrada entendió el porqué. Su aliento se perdió por completo. 
Darius fue el primero en acercarse al hombre que estaba en la puerta, de hecho, ambos se dieron un abrazo muy fraternal. 
— Swain, ¿cómo has estado? — Darius parecía ser el más feliz. No era como que el resto no quisiera a ese personaje, es solo que su reputación era tan o casi peor que la de Darius con su genio, el que estuviera ahí solo se trataba de una cosa, la fuerte relación que tenía con LeBlanc. 

Él ejercía en King Justice School como maestro de matemáticas, tuvo bastante éxito en la academia pero él era una persona ambiciosa por los estudios, desde muy jóven comenzaron a dar clases en la academia ingresando juntos para hacer su práctica. Tenía sólo veintidós a veintitrés años cuando ejerció y luego quedaron fijos como maestros, pero él se retiró para seguir estudiando y así ejercer como maestro de matemáticas de universidad.
Swain era considerado el maestro más guapo junto con Viktor, su salida fue dolorosa pero también celebrada ya que, su genio no era de las mejores. 

LeBlanc casi se desmayó cuando lo vio, ¿qué hacía él ahí? ¿cómo supo que se haría una fiesta? no le disgustaba su presencia, para nada, eso hacía que más confusa se sintiera. 
Syndra se sintió culpable, tal vez no debió invitarlo. 
— ¿Es Swain? — Dijo en un hilo de voz. — Pero...
— Es mi culpa, de haber sabido que todavía tenías esos sentimientos no lo hubiera hecho...— Dijo Syndra.
— ¿Bromeas? — LeBlanc se puso de inmediato de pie, se notaba a leguas su felicidad, ella actuaba diferente cuando él estaba ahí.
Swain por fin encontró a la muchacha que tanto anhelaba, ambos estuvieron a tan solo pasos, pero se sentían kilómetros de distancia. 
— ¿Evaine? — Swain se acercó a ella para abrazarla con fuerza, esta de inmediato aceptó con bastante aprecio. — Feliz cumpleaños, Evaine. — Susurró muy cerca de su oído. — Feliz cumpleaños a mi ex alumna más talentosa. — Soltó haciendo que ella se avergonzara. 
— Sw...digo, maestro Swain...— LeBlanc no lo podía creer, estaban piel a piel, abrazados, ¿estaba soñando? — Gracias por venir, en serio, gracias. 
— ¿Y cómo iba a faltar a la fiesta? — Sujetó su mano con total confianza luego de que deshicieron el abrazo, así la llevó a un rincón para entregarle el obsequio. No todos prestaron atención, simplemente siguieron con la celebración. 

Vladimir por otro lado regresó junto con Ahri al lado de Syndra que todavía comía alguno que otro trozo de torta.
— ¿Quién es él? — Preguntó Vladimir sin quitar la mirada del joven. — ¿Fue alumno o qué?
— ¿Ah? — Ahri miró por quién preguntaba, ni siquiera había notado que llegó.— ¡No! él es el anterior maestro de matemáticas, era muy severo, tenía un genio de los mil demonios, era incluso peor que Darius, te juro. Juntos eran llamados las cabezas de cerberos. — El nombre hizo reír a Syndra. — Él es Swain, su nombre es así...
— Jamás había visto tanta cercanía de un maestro con una alumna. — Vladimir se notaba celoso. 
— Es que, Swain siempre consideró mucho a LeBlanc porque era la más astuta en su clase. Ambos se llevaban muy mal porque él era demasiado demandante con sus exigencias y ya sabes cómo es el genio de Evaine, ¿no?
— Lo entiendo, por eso con Graves es lo mismo, le va excelente. — Comentó. 
— Así es, porque ella es una genio, solo que teme mostrar lo que es solo por miedo a hacerlo mal o bien, a ser criticada. — Syndra dejó de comer, tenía ganas de bailar con Zed. 

Graves no podía parar de mirar a Swain y a LeBlanc, esa conexión que tenían, era diferente a la que tenía él con Evaine, a la que tenía ella con Vladimir. 
Annie también estaba curiosa, de hecho verla conversar con ese maestro le recordó lo que alguna vez tuvo con Graves. 

LeBlanc no borró la sonrisa de sus labios, verlo de nuevo era motivo de felicidad, nervios, sentimientos encontrados. Es que, ¿quién no se iba a perder en ese hermoso cabello largo y rubio platinado, en esos perfectos ojos color marrón y esa piel algo tostada? era imposible no hacerlo, parecía un príncipe, de hecho parecía más joven de lo que ya era. 
— ¿Y? — LeBlanc bajó la mirada para preguntar. — ¿Qué tal va la universidad? ¿ya sales con alguien?
— Va bien, sigo dando clases particulares y asisto a mis clases, no es que siempre esté ahí, solo estoy con materias más avanzadas, pero por suerte se me da bien. Solo me queda este año y puedo ejercer en una de las universidades. Si decides ir a la universidad de seguro estarás conmigo...— Tenía tantos deseos de ver sus ojos. — Y no, no salgo con nadie. ¿y tú?
— Claro que quiero ir a la universidad. Será todo más divertido ahí, además si eres mi maestro me dará gusto estudiar. — Rió avergonzada, algo que no esperaba fue la otra pregunta. ¿qué tenía que decir exactamente? — Yo...
— Buenas noches. — Interrumpió Graves la conversación de ambos. — Lamento mucho interrumpir, pero no le he dado mis felicitaciones a mi alumna estrella. — Graves sin advertir nada, tomó a LeBlanc del brazo para voltearla y abrazarla. — Feliz cumpleaños, Evaine. —

Swain al escuchar el nombre de la chica en la boca de ese hombre, sintió un revoltijo en su estómago, de hecho no se demoró nada en analizar a aquel chico de pies a cabeza. Era maestro, la misma edad al parecer, y al tomar la razón de sus frases, era maestro de matemáticas, igual que él. 
LeBlanc estaba en un aprieto sentimental, de hecho tener a esos dos hombres frente a ella hacía que se sintiera indefensa. Esa intensidad en el abrazo se apagó al ver el rostro de decepción en los ojos de Swain. 
— Oh...— Evaine llevó sus manos a la espalda. — He olvidado presentarlos...— Mordió su labio inferior.— Maestro Graves, él es Sw..digo, el maestro Swain, él era el anterior maestro de matemáticas de la academia. — Presentó.— Maestro Swain, él es Gr....él es maestro también, también de matemáticas. —
Swain extendió la mano para saludar al contrario, Graves de inmediato enlazó este en un saludo cordial. 
— Así que usted es el famoso maestro Swain, he oído mucho de usted. — Soltó Graves. 
— ¿Ah sí? bueno, me da gusto conocer a la persona que me ha reemplazado. Noto que también ha visto el impresionante talento de Evaine en la materia, ¿no es así? —
Graves se impresionó cuando este también la llamó por su nombre y que esta no se molestara en corregir que no la llamara así. Tenía razón; él y ella estuvieron enamorados, tal vez todavía lo estaban. 
— ¿Quieren comer torta? creo que así...— De pronto sintió un efusivo abrazo que provenía de Vladimir, él no había tenido el tiempo de felicitarla, o al menos hizo parecer que lo había olvidado cuando fue el primero en felicitar a la chica. 
El motivo de hacerlo fue únicamente porque se veía que estaba en aprietos. 
— Feliz cumpleaños...— Sonrió como si supiera lo que pasaba. — ¿Qué tal?

Leblanc tuvo que presentar también a Vladimir, no hubo necesidad de hacerlo con Ahri puesto que Swain si la recordaba, de hecho se mofó de ella por lo lenta que era en su materia. 
Pronto todos estuvieron en sus mesas disfrutando de la torta y otros alimentos, también de la música. La charla se alargó en diferentes temas, ninguno con importancia. 
La fiesta se alargó un par de horas, hasta que algunos invitados se fueron retirando porque era demasiado tarde. 
Finalmente solo LeBlanc, Graves, Vladimir, Annie, Swain, Ahri y Syndra se quedaron hasta que todos se retiraran. 

Ahri estaba que se caía del sueño sobre la mesa, estaba haciendo su mejor esfuerzo para no quedarse dormida, pero veía que estaba siendo imposible. 
— Dios...— Syndra se puso de pie para tomar la mano de Ahri. — Lamento mucho dejarte, LeBlanc, pero Ahri se durmió. — Verla dormir causaba ternura, era como un gato manso. 
— ¿Quieres que te ayude a llevarla? — Vladimir se puso de pie, había tenido una velada maravillosa con la chica así que se sentía resposable también de ella. 
— ¿En serio? ¡Sería fabuloso! Vamos, vamos. — 
Finalmente se retiraron los tres, el chico llevó a Ahri en brazos como toda una princesa, hasta para eso, la muchacha se arrulló en el pecho del chico. 
— Creo que yo también me iré...— Dijo Annie luego de que el resto se fuera.— En otro momento podríamos hablar, ¿te parece?
— Por supuesto, Annie. No te preocupes. — LeBlanc tomó sus manos para despedirla. 
— Espera, Annie. — Graves se despidió de los dos para seguirla. — Me iré con ella, es muy tarde. ¿podría venir después por ti?
— No. — Contestó de golpe Swain.— Yo iré a dejar a Evaine, no se preocupe. — No podía evitar las miradas algo dudosas del contrario. LeBlanc se sintió por un momento bastante incómoda.
— No se preocupe, maestro...— Miró un momento a Swain.— Yo iré en un momento, quisiera conversar un momento con él. 
— Bien. — No dijo nada, incluso se notó algo celoso o tal vez, era otra cosa. 

Annie se sintió incómoda por la inexplicable forma de actuar de ese hombre, aún así permitió la acompañara hasta la residencia, además, no tenían nada de qué hablar además de aburridas cosas de matemática. 
Por un lado se sentía aliviada de que entre los dos ya no sucediera nada, era un peso menos sobre sus hombros. Lo único de importancia para ella era Tibbers. El amor no estaba en sus planes todavía. 

— Solos...bueno, algo solos...— Swain llevó sus manos a los bolsillos de su pantalón.— Todavía hay garzones y todo eso. — Arrugó un poco el labio.— Así que...Evaine...— Recalcó su nombre con fuerza.— ¿Él es tu nuevo perfil de admiración? — Swain no era alguien que tuviera pelos en la lengua. Las palabras tan acertadas del contrario hicieron que la chica se sintiera otra vez tensa, tanto que sus clavículas se marcaron. 
Él la conocía muy bien, sabía cuándo estaba tensa, lo notaba, lo veía en su cuerpo, no podría mentir. 
— ¿Por qué lo dices? — LeBlanc evitó tener contacto visual por ahora, por ello caminó hasta la salida del salón, pero no se dirigió a la residencia sino que optó por recorrer el camino del bosque, por suerte estaba cerca y conocía un muy buen lugar para charlar sin que nadie viera. Swain la siguió, sabía bien dónde iban. — Él es muy buen maestro, creo que lo he dicho antes. 
— No, no lo mencionaste, pero me alegra que lo hayas hecho, ¿sabes? Creo que ahora entiendo el motivo del porqué dejaste de comunicarte conmigo. Fue muy repentino. Estuve a nada de venir por ti para buscarte y saber si estabas bien. — Sacar las conclusiones apresuradas era su fuerte y ella lo entendía.— Evaine...— Repitió su nombre intentando buscar su mirada, pero aún así no lo consiguió pues su compañera tenía los ojos fijos en el camino que pisaba. 
— ¿Por qué repites tanto mi nombre? ¿acaso me extrañaste? Además...
— No es común, de hecho me parece curioso. — Ahí estaban, los celos, la inseguridad.— Tú nombre lo saben todos pero no permites que nadie lo diga excepto aquellos que tienen tu corazón y confianza. — Esas palabras fueron igual que una cubeta repleto de fríos hielos en la cabeza de la contraria. 
— No es así...— Por fin levantó la mirada para ver a Swain a los ojos, uno de sus párpados tiritaba. Era común cuando mentía. 
— Estás mintiendo, Evaine. Tu ojo te delata. — 
LeBlanc se cubrió el ojo de inmediato. 
— No es cierto...— Suspiró.— Quiero intentar cambiar un poco mi genio, sabes que me he hecho una mala fama, ¿verdad?
— Antes sabía bien lo que pasaba contigo cuando me comunicabas tus cosas, después perdimos toda clase de contacto. — Por fin habían llegado a los pies de un tronco grueso y firme para tomar asiento en aquel lugar.— Sabes que jamás quise dejarte, quería seguir mis sueños. 
— Yo acepté que fuera así, ¿por qué estamos teniendo esta conversación?
— Porque sabes que algo te duele. — Swain tomó la mano contraria entre las propias. Estaban tan tibias, algo ásperas pero reconfortantes al tacto.— Querías que estuviera aquí, yo lo sé. Yo también te prometí algo, muchas veces y no cumplí. Asumo tu decepción. 
— No es eso...— Volvió a mirarlo, era inevitable estar viendo esos ojos cafés profundos.— Yo quise perder toda comunicación contigo...además, imaginé que en la universidad conseguirías a otra chica. 
— ¿Otra chica? ¿lo dices por....— Iba a decir el nombre pero mejor no dijo nada para no empeorar las cosas.— Te doy la razón...
— Intenté hacer de mi vida normal, pero me llené de rabia, de angustia, si yo no era feliz no quería que nadie lo fuera. No solo me decepcioné, lo peor de todo es que jamás te olvidé... — Su tono de voz bajó, se confesaba para ella nada más, sin embargo Swain lo oyó y simplemente sonrió agusto por ello. 
— Eso quiere decir que todavía sientes cosas por mí...
— No puedo admitir eso con tanta facilidad...
— ¿Graves? — Apretó los dientes. — 

Ella no dijo nada, el silencio otorgaba una clara respuesta al ex maestro de la academia, de hecho se notó desde que él se acercó para saludar, es más, encontró a otro chico que estaba algo atontado por Evaine. No era para menos, ella siempre fue preciosa. 

— Entiendo...— Miró la copa del árbol.— Yo no vine a cuestionar lo que haces ni menos a quitar el derecho de tu libertad...— Al decir eso soltó su mano con suavidad, miró su antebrazo como si llevara alguna especie de reloj. — Es tarde, debo volver. Tengo que preparar algunas cosas este fin de semana. — Antes de levantarse y marcharse, se tocó el bolsillo otra vez presionando la caja de terciopelo que había dentro. — Toma...— Dejó el obsequio en la raíz del tronco. 

LeBlanc dudó en tomarla un momento, pero luego de tanto rodeo la cogió. Abrirla fue espléndido, el brillo de unos pendientes rojos de rosa la enamoraron de inmediato, también un colgante bañado en oro blanco con un pequeño diamante del mismo tono de la rosa. 
Quiso llorar, quería llorar. Su cuello se apretó de la pena. No se había dado cuenta que Swain se había puesto de pie y se había marchado. 
En cosa de segundos se puso de pie para encontrarlo, todavía no salían del bosque. 

— ¡Swain! — Gritó LeBlanc, es contrario se detuvo pero no se dio la vuelta. — Gracias por el regalo... todavía recuerdas que...
— Todavía recuerdo que amas las rosas, adoras el rojo, te encanta los dulces, oyes música suave y romántica, disfrutas de un clima cálido, recuerdo tus penas, tus debilidades, lo que odias, recuerdo...— Sonrió de medio lado con los ojos cerrados, no podía olvidar nada.— Amas ver las estrellas y si ves una fugaz, cruzas los dedos para pedir un deseo, te gustan los obsequios sin importar sea caro, te gusta tu privacidad...— 
Mientras él iba diciendo todas esas cosas, Evaine sintió como sus cálidas lágrimas protestaban para caer de sus ojos, finalmente recorrieron sus mejillas pálidas, un suspiro la acomplejó. 
Dio un par de pasos más adelante para abrazar al contrario por la espalda. En ese firme lugar apoyó su rostro dejando que sus lágrimas humedecieran la ropa del mayor. 
— No sigas...— Sus manos presionaron el pecho de Swain, pronto sus dedos agarraron su camisa para que no se fuera.— Por favor...no te vayas de nuevo...— Suplicó. —  Tú no te puedes comparar con el resto porque siempre fuiste, eres y serás único en mi vida...Swain...
— Pide un deseo...— Dijo repentinamente a la chica. — Todavía tienes tiempo de pedir un deseo, prometo se cumplirá...
— Quiero pedir dos deseos...— Al decir esto, Swain volteó para verla de frente y tomar su mentón, ni siquiera la dejó hablar, solo acercó sus labios a los de ella para besarla, tenía tantas ganas de probar esos fríos labios, eran tan delgados, únicos, apetecibles. No los probaba con lujuria, lo hacía con amor. 
Ella movió sus labios con tranquilidad correspondiendo el beso, esto hizo que sintiera la gloria en su pecho. 
Lo entendía, su corazón estaba hablando. Cuando besó a Graves no sintió lo mismo, su pulso no galopaba como sucedía con Swain, sus labios no se sentían cómodos con Graves, pero con Swain era lo opuesto, se conocían. 
Vladimir y ella jamás se besaron o algo parecido, seguramente porque no había nada por parte de ella y solo buscaba alguna clase de refugio amoroso. 

Swain no tenía ganas de soltar sus labios, no le apetecía dejarla así nada más. Él deseaba tanto como ella regresar, tenía tantas ganas de ser su maestro nuevamente, pero significa renunciar a todo lo que había avanzado. 
Separar sus labios fue tortura, tampoco se apartaron tanto, siquiera dos pequeños centímetros se dieron de sus rostros. 

king justice schoolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora