Capítulo XVII

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Tres meses después

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Tres meses después.

Salomé me tomó el cabello mientras mis manos se apoyaban sobre la loza del baño, mi cuerpo se doblaba y mis costillas se apretaban expulsando el contenido ácido a través de mi garganta, lloraba.

Una vez hube terminado de vomitar me senté sobre el suelo, recibiendo la toalla para limpiarme la boca; ella me observó pasándose la pálida mano por el rostro mientras mi llanto frenético hacía temblar mi cuerpo.

– Amaranta, tiene que calmarse – Dijo alejándose para cerrar la puerta mientras yo cerraba la tapa del lavabo jalando la cadena y sentándome sobre él, me cubrí el rostro.

– ¡Yahvé! – Exclamé agarrándome el cabello,
una sensación desesperada abría cada uno de mis poros apretándome la garganta, ahogándome, extrangulando mi estómago.

– Amaranta – El grito se escapó de mi boca haciendo que Salomé se acercara más a mi para darme palmaditas en la espalda.

– ¿Qué voy a hacer? – Gemí rodeando mi cuerpo con uno de mis brazos para apoyarme en la losa con el otro brazo – debí detenerme, debí detenerme, debí hacer lo correcto.

– Amaranta.

– Siempre supe que no hacía lo correcto...

– Amaranta.

– ... Pero no podía pensar...

– Amaranta.

– ... Mi mente se nublaba y yo, maldición – Mi rostro se giró y el dolor de la bofetada calentando mi mejilla.

– Lo siento.

– Sí – Suspiré sacudiendo la cabeza para concentrarme, Salomé me observó, por primera vez no me juzgaba, parecía incluso que se compadecía de mí estiró su mano a agarrar mi hombro – ¿Qué debo hacer?

– ¿Qué quiere hacer?

– Buscar un médico que solucione mi
problema – Salomé abrió bien los ojos negando suavemente con la cabeza.

– No puede hacer algo así, Amaranta, quizás sea la única oportunidad que usted y Alfie tengan...

– ¿Y crees que va a pensar que me preñé después de casi cuatro años por arte de magia? – Se restregó el rostro nerviosamente – Oh mierda.

– Alfie va a creerlo – Sentenció tomando mi rostro para levantarlo – le queda poco tiempo, necesita esto, tú necesitas esto, Amaranta, Alfie añora un bebé, si haces que te lo saquen, corres el riesgo de no volver a embarazarte nunca más, Amaranta – Pestañeé largamente dejando que las últimas lágrimas salieran de mis ojos como gotas gordas.

– ¿Y qué hago con el padre?

– Es el gitano ese ¿no? – Bajé la mirada sintiéndome avergonzada de toda la situación, sintiéndome intensamente culpable de lo que había hecho – eso pensé; él no necesita saberlo. Ni Alfie, ni él necesitan saberlo.

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