Capítulo II.

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Dos días después.

Me reí estirando mi cuello mientras presionaba el rodillo de madera sobre la masa estirada de forma circular, bajé la mirada resoplando para morderme el labio inferior.

– Quiero terminar el pie – Susurré sintiendo como su barba picaba entre mis muslos subiendo a mi sexo con besos muy profundos.

– Termina aquí primero – Ronroneó apretando mi trasero entre las manos amplias y ásperas.

Sonreí al sentir el aliento cálido metiéndose entre la tela de mi pantaleta que mordía sobre mi sexo, metió el dedo índice por la orilla de la ropa interior para presionar con suavidad mi clítoris.

Mis ojos se abrieron de golpe cuando la puerta se abrió de improviso dejando a un trío de hombres muy bien vestidos con abrigos y trajes de tres piezas, intenté cerrar las piernas pero mi compañero lo impidió.

– Alfie – Lo llamé con ambas manos apoyadas sobre la mesa repleta de harina.

– ¿Te gusta? – Mis mejillas se sonrojaron mientras el cabello pelirrojo me caía por el prominente escote de la ropa que usaba exclusivamente cuando estaba en su casa.

– Hay unos caballeros aquí – Anuncié rascándome una ceja incómoda, Alfie Solomons salió de entre mis piernas levantándose de un salto para observar a las puertas, desde donde los ojos azules me observaban atentamente, ahora, deslizándose hasta Solomons.

– ¿Qué es esto? – Increpó el barbón sacudiendo su kippa de la harina que había ensuciado su cabello y camisa, mientras, descaradamente se acomodaba la prominente erección – Tommy, amigo.

– Lo siento, Alfie – Se disculpó el alto hombre que se quitó la boina acercándose a estrechar la mano de Solomons.

– No, no, no – Negó echándome una mirada mientras observaba sus manos, sonreí, sus dedos a habían estado tocándome sólo segundos atrás.

– No tenía idea de qué estarías tan bien acompañado, Alfie – Sonrió mientras todos los ojos me observaban, coloqué mi cabello ondulado tras mi oreja dejando el rodillo sobre la mesa.

– O me presentas o se largan, Alfie – Advertí limpiándome las manos en el mandil, la harina se espolvoreo por toda la cocina mientras me acercaba a los recién llegados.

– Mierda, lo siento amor. Thomas, la belleza que ves aquí es Amaranta Rüngue – Estiré mi mano para ser recibida en la piel áspera de las manos del pálido hombre frente a mí.

– Lamento haber interrumpido, señorita.

– Este es Thomas, y sus hermanos John y Arthur Shelby – Me estiré para apretar la mano de los otros dos hombres que me observaron con una sonrisa lanzándose un par de codazos
– Son mis socios y no los esperaba hoy, por cierto.

– Lo sé, Alfie, y me disculpo yo...

– Alfie – Interrumpió Ollie que entró corriendo a la cocina sosteniendo su kippa – Los Shelby están en can...

– Si Ollie, llegaste tarde; Vete al carajo – Ollie volvió a girar sobre sus pasos para largarse de la habitación poniéndome una sonrisa en la boca.

– Es un placer conocerle, señor Shelby.

– Ya nos habíamos topado, señorita – Anunció observándome – hace un par de días en el centro de Londres, choqué con usted.

– Sabía que la había visto en alguna parte – Exclamó uno de los hombres a sus espaldas, entrecerré los ojos para observarlo en más detalle.

– Oh claro. Me disculpo nuevamente.

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