Capítulo XVI

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Los judíos no dejan flores en las tumbas por varias razones una de ellas es que las piedras han estado en la tierra por mucho tiempo, son eternas así como las almas de nuestros muertos

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Los judíos no dejan flores en las tumbas por varias razones una de ellas es que las piedras han estado en la tierra por mucho tiempo, son eternas así como las almas de nuestros muertos.

Mecí las piedras dentro de los bolsillos de mi abrigo mientras el viento me mecía el cabello, me preguntaba si la forma en la que mi cabellera se trenzaba era producto de las manos de mi padre acariciandome, consolándome, conteniéndome, escondí el rostro entre las manos lloriqueando como una niña, como si no fuera lo suficientemente consciente de mis acciones

¿Qué había en mi cabeza?

¿Qué demonios esperaba?

Me encendí el cigarrillo dándole una calada que me picó los ojos haciéndome pestañear largamente, me limpié las lágrimas, cuánto deseaba que ese maldito rayo me hubiera matado.

Alcé la mirada cuando el sonido de las piedras sobre la tumba me despertó de mi lamento, Lucrecia dejaba una roca metiendo las manos en los bolsillos del abrigo de piel, me observó.

– ¿Qué haces aquí? – La cuestioné limpiándome el rostro – ¿cuando llegaste?
– Venimos llegando, cada vez que vengo a Londres lo visito antes de hacer cualquier otra cosa – Asentí viendo a las espaldas de Lucrecia a Finn, quien me saludó con el más pequeño de sus hijos en brazos mientras sostenía a Claudia de ya tres años con su mano derecha – ¿Qué te sucede, hermana?

– Oh Lu – Suspiré sintiendo mis mejillas rojas de vergüenza – tengo mierda hasta en las orejas y no sé cómo quitármela – Expliqué escondiendo el rostro cuando se acercó para sentarse junto a mí.

– Permiso papá – Susurró tomándome las manos – ¿Qué pasa? ¿Tienes problemas con alguien? – Negué con la cabeza.

– No sé si debería decírtelo, cariño.

– Puedes decirme cualquier cosa, Mara, estoy aquí para ti – Me acarició la mejilla haciéndome sentir reconfortada.

– Me acuesto con Thomas desde hace poco más de un año – Solté sintiéndome aliviada en cada palabra como si el peso de el secreto desapareciera de sobre mis hombros, Lucrecia palideció – Sabini lo sabe, y lo dijo en su reunión con Alfie...

– ¿Entonces ahora Alfie lo sabe?

– No lo negué, pero tampoco dije que si.

– Entonces dijiste que sí, querida – Sacó una cigarrera del interior de su abrigo para estirarme uno que encendió seguido del de ella
– ¿Qué harás? – Me encogí de hombros – Bien, es comprensible que algo así pasara, Tommy es un hombre guapo, atractivo, tiene mucha labia, pudo haber logrado llevarte a la cama...

– ¿Qué?

– Entiendo que haya sucedido así...

– Thomas no me obligó a nada, Lu – Me giré para verla sus ojos temblaron sobre mí.

So f*cking close [{COMPLETA}]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora