Capítulo XI

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Último día de actualización! Nos vemos el lunes 💕💕💕

Seis meses después.
Amaranta.

Solo podía escuchar a mi madre llorando desconsolada, arrodillada frente a la fosa en la que mi padre estaba siendo enterrado, parecía que le habían arrancado el corazón, su dolor resonaba por el cementerio, moví la piedra en mi bolsillo observando la tumba.

La postergación de un entierro judío solo se debe hacer en caso de que la intención sea honrar al difunto, o esperar a parientes lejanos, por lo que esperamos dos días a Lucrecia y a Finn desde su luna de miel, ella lloraba junto a mi ahogando su dolor en un pañuelo blanco, cerré los ojos al escuchar a mi madre rasgar su ropa sobre el corazón, en tradición al duelo de nuestra religión expresando de esta forma el profundo dolor que significaba la pérdida para nuestra familia, apreté los ojos sosteniendo a Lucía entre mis brazos cuando el rabino comenzó a leer el kadish.

– ¡No! – El grito de mi madre hizo que mi ser se remeciera cuando comenzaron a tapar la tumba, Lucrecia tomó mi mano libre apoyándose en mi hombro, era como un maldito roble, mi madre estaba destruída, yo traería paz.

Durante los siete días de la shive, la casa estubo en perfecto silencio lo único que se escuchaba seguido eran los llantos de mi madre, y de vez en cuando, la risa alegre de Lucía quien a sus cortos tres años no tenía idea de qué era lo que sucedía, cada vez que preguntaba por mi padre una parte de mi corazón se rompía nuevamente.

Ventanales cerrados y cubiertos por el cortinaje, espejos tapados, fotografías volteadas, mi madre, había llevado el dolor de nuestra pérdida a su más alto punto, la semana del shive, bajó al menos unos diez kilos, puesto solo lograbamos hacer que comiera y bebiera cuando el rabino venía a vernos para cumplir con la mitzvá de nijum avelim, la tradición de dar consuelo a los dolientes de una pérdida.

Después de acabado la Shive, la casa se abrió nuevamente para que pausadamente regresamos a la vida cotidiana, la mansión comenzó a moverse y a actuar como era cotidiano, excepto mi madre, lo único que la hacía regresar por pequeños periodos de tiempo era Lucía, de quién se encargaban las criadas la mayor parte del tiempo.

Él había muerto de la nada, simplemente una mañana no abrió los ojos, me preguntaba si había sufrido al morir, o si habría pensado en nosotras antes de irse.

Estiré la hoja del periódico en la que mi padre había hecho el crucigrama antes de morir observando detalladamente la letra manuscrita.

– Hola, hermosa – Sonreí al ver a Alfie entrando al estudio para caminar hasta mi luego de quitarse el abrigo, besó mi cuello y luego mi mejilla – ¿Te sientes mejor? – asentí.

– ¿Te has encargado de todo?

– Claro. Todos te envían su fuerza y...

– Son sólo formalidades, Alfie – Pasó su mano tras mi cintura para acercarme a él.

– No seas tan severa – Lo observé acariciándole las mejillas.

– Tendré que serlo, ahora soy la cabeza de la familia.

– No estás sola, dulzura.

Dos años después.

Me apeé al caballo jalando las cinchas cuando estuve cerca del embalse, bajé del animal agarrando la escopeta para avanzar sobre la silueta masculina que se había tropezado tratando de escapar de mí, apunté.

– ¿Tienes idea en el aprieto en el que te has metido? – Cuestioné abriendo el pestillo de la escopeta lista para disparar.

– Señorita Rüngue, por favor – Jalé del gatillo haciendo que su cabeza cayera hacia atrás al tiempo en que las aves que cantaban al amanecer salieran volando ante el estruendo de la bala que había atravesado el aire, y su frente; me eché el arma al hombro acercándome a observar el cuerpo inerte del joven que se desangraba mezclándose con él agua del embalse, me giré sobre mi hombro al escuchar los caballos acercándose desde la casona grande, Alfie Solomons bajó del suyo caminando rápidamente para ver la escena.

So f*cking close [{COMPLETA}]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora