Capítulo VII

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Lucrecia era tres años menor que yo, su larguísima y rizada cabellera de oro se encontraba atrapada en el moño en su nuca, las piernas pálidas y desnudas asomaban por el borde del balcón mientras se fumaba un cigarrillo en su camiseta de dormir, e...

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Lucrecia era tres años menor que yo, su larguísima y rizada cabellera de oro se encontraba atrapada en el moño en su nuca, las piernas pálidas y desnudas asomaban por el borde del balcón mientras se fumaba un cigarrillo en su camiseta de dormir, el plato en el que había comido pie estaba vacío junto a ella; observó por sobre su hombro cuando me acerqué a ella apoyándome en el barandal para observar el jardín.

– ¿Cómo estás?

– En Londres – Respondió suspirando haciendo que la observara, sus ojos azules estaban hinchados y enrojecidos.

– ¿Qué tienes, linda? – Se restregó la nariz respingada limpiándose la lágrimas de las mejillas – Lu.

– Dejé un amor – Contó escondiendo el rostro entre las rodillas – dejé un amor en Oxford – la observé haciendo un puchero de verla tan triste.

– Cariño – Suspiré estirando mi mano para tomar su rodilla, estrechándola con fuerza por la espalda – ¿Quieres contarme?

– Si, nos conocimos en un bar de Oxford, es tan guapo Mara – Sonrió enredando su cabello en el dedo índice.

– ¿Pero?

– No es judío – Suspiró sentándose para observarme.

– ¿Hace cuánto se conocen?

– Una semana después de que llegué allá. Será un año la próxima semana.

– ¿Y salen desde entonces? – Ella asintió, su mano derecha se levantó dejándome ver en el dedo anular un hermoso y reluciente anillo rosado – ¡Lu! – Grité dando saltos mientras ella me tapaba la boca – ¡Lu! – sonreí emocionada tomando su mano para ver el anillo – Lu...

– Ya dime otra cosa – Se rió estrechándome con fuerza, su mirada se desdobló haciendo que me girara a observar a mi madre saliendo al balcón, ambas nos quedamos en silencio cuando tomó la mano de mi hermana examinando la joya.

– ¿Se aman? – Cuestionó alzando la barbilla de Lucrecia quien asintió frenéticamente.

– No es judío mamá.

– Tu padre se encargará de eso – Le sonrió estrechándola con fuerza, ahí había quedado la preocupación de mi hermana menor, ahogada en los abrazos de las mujeres de su familia.

Los rumores de la muerte de Kimber corrieron rápido, dejando a Thomas Shelby como el rey de todo Birmingham; poniendo ahora a Sabini como el principal enemigo de las apuestas en el derby, Solomons se las arreglaba con él, conteniendo la situación y dejándola a raya.

Pasaron un par de semanas antes de que Lucrecia tomara el valor para decirle a nuestro padre del futuro compromiso, futuro, porque hasta que mi padre no diera su bendición efectuar un matrimonio sería imposible; al principio Vladimir Rüngue se vio un poco inaccesible, imaginar a su pequeña Lucrecia casada con un hombre de Oxford se le hizo difícil, parecía ayer cuando la cargaba sobre sus hombros entre los viñedos de la mansión, por un par de días el ambiente fue tenso mientras papá sopesaba, y digería lo que estaba apunto de acontecer en nuestra familia, nuestra madre intercedio, y cuando él se dio cuenta de lo enamorada que estaba Lucrecia, se le hizo completamente imposible no acceder a conocer al joven que pediría su mano. Lu, lloró por horas, abrazada al cuello de papá.

Tenía mi propia oficina en empresas Rüngue, a donde asistía tres días a la semana para organizar las reuniones y revisar que los barriles de ron y ginebra fueran metidos en los barcos que salían a Estados Unidos.

Levanté la mirada de mi agenda terminando de anotar un par de números cuando Alfie Solomons entró al hangar acompañado de Cyril el enorme y baboso bullmastif de color café con leche, que se acercó olisqueando mis zapatos para pasar tras de mí golpeándome el trasero con la larga y gorda cola.

– Amaranta – Saludó quitándose el sombrero para acercarse a mí.

– ¿Qué hacen aquí?

– Saqué a pasear a Cyril y terminamos aquí.

– Justamente al lugar y la hora en la que yo estaría terminando tu embarque – Ironicé revisando la planilla mientras la comparaba con la hoja sobre el escritorio, lo escuché caminar tras de mí; yo no podía negarlo, por más que me mantuviera entretenida en cualquier otra cosa, Solomons me comía la mente la mayoría del tiempo, me incliné para firmar el papel oficial del embarque metiéndolo dentro de la carpeta.

– ¿Podríamos hablar?

– No estoy segura de tener tiempo suficiente.

– Amaranta.

– Muy rápido.

– Quiero volver a disculparme por lo que sucedió – Habló lanzando un profundo suspiro mientras se rascaba la barba, ver la profunda incomodidad con la que se movía fue lo que me obligó a quedarme ahí – mira, Mara...

– Ama...

– Silencio solo será un segundo – Bajé la mirada divertida de verlo hilar sus ideas en la cabeza – mira Mara, resulta que, como ya sabes el negocio al que me dedico me ha impedido ser capaz de establecer una relación romántica, y por consecuencia de la misma forma me dificulta abrirme completamente y confiar en otra persona como suele hacer la gente normal – Me lamí los labios viéndolo observar los numerosos anillos en sus manos – por esto, confiar en ti me fue completamente imposible considerando que estabas entrando al mismo juego que he jugado por años, y, toda esta inseguridad que se oculta perfectamente tras esta barba espesa me llevó a hacer cosas completamente estúpidas y a perderte – se detuvo frente a mí bajando la mirada – por favor, por favor, perdóname.

– Te follaste a una puta...

– ¿Podemos iniciar desde cero?

– No estoy tan segura de eso...

– Estoy completamente enamorado de ti – Soltó suspirando – completamente, tan completamente enamorado de ti, que el rabino de mi sinagoga ya no quiere verme por todo lo que lo veo para hablar de ti, y de cómo puedo hacer para que me perdones, no he hecho demasiado, pero te he dado espacio esperando quisieras escucharme – me quedé en silencio observándolo – ¿vas a escucharme? Sé que sientes cosas por mí.

– Obviamente las siento...

– Entonces quédate conmigo – Dijo observándome fijamente con los ojos brillantes – Sabes que lo quieres, en el fondo, muy en el fondo – el tono de voz que usó me hizo sonreír
– Mara.

– No sé si puedo perdonar algo así, Alfie.

– Entonces vuelve conmigo y engañame, traicioname, humillame, pero vuelve.

– Me acosté con Thomas esa noche – Mentí apretando los labios para ver su rostro contrayéndose, enrojeciendose de ira, apretó los puños a los costados del abrigo largo mientras su respiración se agitaba aumentando – ¿podrías perdonarlo? – Cerró los ojos, tratando de regularizar la respiración, inhalando profundamente, para observarme al exhalar.

– Dulzura, te perdonaría incluso si clavaras un puñal en mí pecho – Mi garganta se apretó, me restregué la nariz al sentir el picor del llanto que quería contener.

– El futuro prometido de Lucrecia irá a pedir su mano mañana por la noche a casa, mamá hará una fiesta...

– Lo sé, tú padre me ha invitado.

– Te veré ahí entonces, supongo – Le sonreí obteniendo de él la misma respuesta mientras asentía estiró su mano a tomar la mía alargándola conforme tomé mis papeles para salir del hangar.

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Muchas, muchas gracias a todos y todas por sus comentarios, lecturas, y votos, me hacen inmensamente feliz.
Les amo 💕💕💕

So f*cking close [{COMPLETA}]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora