68 INSTRUCCIONES PARA LEER EN PAREJA

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Cuidado con los que se tragan sus palabras que son los únicos que prometen imposibles.

Aunque es cierto que se ha perdido un poco la costumbre de leer por mero entretenimiento, las actividades en pareja no han sufrido tal desprestigio, pues al parecer aún no se encuentra la manera adecuada de substituir la imprescindible necesidad por convivencia humana.

Así que, como se supone que las auténticas relaciones se basan en compartir intimidades (sino no se trata más que de un mero simulacro de aceptación social), para aliviar la monotonía de compartirse en el acto concupiscente por demás estudiado, existe la alternativa de ofrecer una mirada hacía lo más entrañable de nuestro interior: la mente.

Para no caer en extenuantes recapitulaciones, porque a veces las ideas se pierden entre tanto despilfarro de palabras, se propone un mecanismo bastante sencillo, capaz de adoptarse en cualquier lugar o situación y que no requiere más que de un libro de esos de tinta y papel que ya no se encuentran, como antes, por todos lados; importante que la selección del mismo sea consensuada entre un completo desconocimiento de su contenido y una intensa sensación de atracción a su título y sinopsis, como la seducción feniletilamínica del amor a primera vista.

Entonces, abriendo el libro en su primera hoja y sosteniéndolo del lomo entre pulgar y algunos otros dedos de la misma mano, sujetar entre pulgar e índice de otra mano la hoja y tirar con fuerza, en un vector casi perpendicular, para arrancar la hoja del libro; con cuidado de no eliminar tantas palabras que hagan la lectura un tedio. Después entregar el libro a la pareja para que repita la acción con la primera hoja del capítulo siguiente. No extrañarse si algún tercero se inmuta de presenciar tal acto, mayor atrocidad es juzgar sin contexto que aquella de mutilar libros.

Proceder entonces a leer, en voz mental, cada quién su hoja y acto seguido tomarla en una mano, o ambas según la afición destructiva de uno, para despedazarla o arrugarla y desecharla en algún sitio que sea impropio para el otro tratar de recuperarla.

Acabando ambos sus capítulos, si la selección del texto ha sido buena, pulularan las incógnitas que será sólo posible encontrar en el otro; por tanto, fomentar el diálogo y la discusión para tratar de resolver tales fisuras.

Para su fortuna, como los títulos más atractivos suelen ser los más peligrosos, el autor seguro habrá sembrado entre las líneas alguna inquietud que resulte en el desasosiego de la trama, de la cual es de esperar estén envueltos en ella sus protagonistas; quienes ahora forman parte del universo de sus lectores.

Así conforme se adelgaza el libro y se acerca su desenlace, es inevitable desligarse y encontrarse reflejado en los ojos de alguien que busca sus respuestas dentro del otro; tal y como si estuvieran enamorados.

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Por el amor al arte, los narradores inexpertos solemos cargar con una especie de pecado original que resulta de impregnarnos de la influencias de nuestros maestros literarios.

Lo que jamás me habría imaginado es que, tras inexplicablemente habernos conocido, cuando te pregunté quién era tu autor favorito, me contestarás: —Tú.

Tal y como si estuvieran enamorados. Pasa al texto 42.

Los que se tragan sus palabras. Pasa al texto 45.

Lo que jamás me imagine nos pasaría. Pasa al texto 39.

Prométeme que jamás escribirás estoOnde histórias criam vida. Descubra agora