—Mina, no ha pasado nada, estoy bien — la voz en calma de James, hizo reaccionar a su Reina tratando de hacer que Mina también reaccionara —, niña, estás dañando a Vergil.

Aquellos ojos dorados se posaron en Sophia nuevamente y el color divino aumentó hasta cubrir todo el cuerpo de la mujer con un fino brillo. A veces ella deseaba que su poder funcionara con todos los seres sobrenaturales no sólo con los nacidos de la oscuridad.

— ¿Me piensas atacar?— preguntó la mujer sintiendo el poder de la Chispa de Dios—, a tu Dios. Recuerda que te puedo quitar esa chispa y convertirte en un ser humano común. ¿Eso no es lo que deseas? — cruzó los brazos terminando de sanar a James, antes de desaparecer en un halo de luz. — Esteban, semper erit

—Lo sé, mi ángel caído.

Al otro lado de la puerta, un mar de plumas y unas cuantas tarjas en la pared, mostraban un combate, en el que Miguel trataba de estar en el medio, como siempre lo había hecho, fugazmente respiro la mujer en el cuarto, haciendo que Miguel alzara u...

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Al otro lado de la puerta, un mar de plumas y unas cuantas tarjas en la pared, mostraban un combate, en el que Miguel trataba de estar en el medio, como siempre lo había hecho, fugazmente respiro la mujer en el cuarto, haciendo que Miguel alzara una ceja rubia.

—Hasta que al fin aparece la muchachita —gruñó entre dientes Uriel, aún pegado a la pared por el poder de su hermano mayor.

—Sueltalos, por favor Miguel —, sacando sus alas y mirando al único ser que ella amaba en esa habitación, se acercó sintiendo como Daniel se quebraba en pedazo. Sin prestar atención a Uriel —¿Estas bien? —. De inmediato ella se arrodillo quedando en la mirada azul y matadora de su Rey Celestial al no escuchar respuesta. Más que estar lastimado físicamente le había roto el corazón.

¿Que hiciste Sophía? Se regañó ella misma.

—Solo los tenía así para que no continuaran haciéndose pedazos —explicó Miguel antes de bajar a ambos hombres de las paredes y darles una mirada, advirtiendoles de no recomenzar lo que habían sido obligados a detener.

Uriel fue el primero en darse cuenta del cambio en la mujer divina. Entornando los ojos sobre la espalda de Sophía, caminó hasta detenerse al lado de su hermano y un tic nervioso hizo que el ojo izquierdo le temblara. No podía ser lo que sus sentidos percibían. No. Un ser celestial jamás haría cosa tan horrenda.

—Yo siempre tuve razón —murmuró mientras su cabello rojo se tornaba en llamas y su mano iba a su espada—. ¡Tú no eres más que la mujerzuela de Satán! —gritó, lanzándose en su contra con intenciones de atravesar su vientre y eliminar al engendro en su interior.

Sophia giró su cuerpo después de tratar de conversar con un inerte ángel guardián, antes de que Uriel la atacara tomando su espada para decir.

—Acaso se te olvido, Ira De Dios,que si yo muero tu y los tuyos también—, lo amenazó con su espada, iba a proteger a su hijo aún no nacido con el mismo amor ferrio que adoraba a sus dos estrellas —traeré al Anticristo.

Los ojos de Miguel se agrandaron ante aquellas palabras y su corazón se aceleró. La indecisión lo hizo su presa por primera vez en eones, congelando su cuerpo. ¿Cómo era posible que Dios cometiera semejante pecado? No solo había ensuciado su cuerpo con el Enemigo sino que pretendía traer al mundo a una criatura que causaría la muerte de miles en la Tierra.

Cadenas Eternas (18+)Where stories live. Discover now