Capítulo 50

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La última semana, después de la cena de Noche Buena, me la he pasado sumida en mis pensamientos. He estado ausente al mundo que me rodea, más de lo normal. El tiempo que transcurrió es el mismo desde la última vez que supe algo de Alanis.

Me he tratado de convencer a mí misma que las señales de alerta que ella misma desprende, y las advertencias de las personas a mi alrededor, no son sólo suposiciones.

Es por ello que dejé de preocuparme. Dejé de querer salir a buscarla para darle una solución a su problema.

Y aun con todo eso, no puedo con la ansiedad y la necesidad que me carcome la cabeza, ni con las enormes ganas que tengo de contarle a alguien lo que Alanis me dijo en la florería; eso tan delicado, que justo ahora dudo que haya sido verdad.

Hay algo erróneo en su relato, y no voy a estar tranquila hasta confirmar si fue cierto o no.

Por alguna razón siento que Evan tiene una respuesta.



—¿Aún sigues pensando en lo de hace una semana? —como si lo hubiese invocado por mis pensamientos, la voz de Evan se abre paso en el silencio que me envolvía, y hace que dé un respingo exagerado, al tiempo que mi corazón se salta un latido, ya que no escuché sus pasos al acercarse. Una risa corta se le escapa en el proceso—. Perdón, no quise asustarte.

Le regalo una sonrisa tranquilizadora, una vez que la impresión se ha diluido de mi sistema.

—No te preocupes —un suspiro cansado brota de mis labios—. Y sí —asiento—, no puedo dejar de pensar en lo que Beca me dijo.

Siento como el peso del sofá, a mi lado, se hunde considerablemente porque Evan acaba de sentarse.

Una de sus manos se posa sobre la mía, que permanece sobre mi muslo cubierto por un jeans.

—Amor, no te aflijas por eso —murmura, con voz ronca y dulce.

La forma en la que me habla, aún sigue causando que mi estómago revolotee como la primera vez...

—No puedo evitarlo —admito—, ¿y si todo es un error?

—¿Y si todo es cierto? —dice, con un ligero tono divertido que aligera el ambiente.

Una sonrisa diminuta se me escapa.

Suelto un suspiro cargado de frustración.

—Hablé con Juliette también —menciono.

—¿Y qué fue lo que te dijo?

Amiga, date cuenta.

Evan suelta una carcajada que me contagia al instante.

—¿En serio? —pregunta, entre risas.

—Fue lo primero que dijo al escucharme —ruedo los ojos, con diversión—. Juliette dice que soy muy ingenua al pensar que Alanis, después de lo que ha hecho, podría cambiar.

Su risa para poco a poco, hasta que lo escucho aclararse la garganta.

El ambiente se ha tornado ligeramente serio.

—Eres muy noble, por eso piensas que Alanis no te causará daño —dice.

—Puede ser... —digo, más para mí misma que para él—. Parezco tan estúpida —resoplo, al tiempo que apoyo mis codos sobre mis piernas y llevo mis manos hacia mi rostro, para cubrirlo. No tardo mucho en esta posición, ya que siento las manos de Evan tomar las mías para descubrir mi rostro.

—No lo eres, Eli —su voz se ha endurecido—. No digas eso. Solo déjalo estar.

Un suspiro de pesar sale de mis labios.

Aunque no te pueda ver ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora