Capítulo 45

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EVAN

El dulce aroma de su piel repiquetea en mi nariz.

Justo ahora, estar así con Eli, abrazados bajo las sábanas, es todo lo que deseo en el mundo; lo único que quiero ahora y que no quiero que termine. Podría estar abrazando su cuerpo desnudo, contra el mío, por un largo tiempo...

No puedo negar que estoy locamente enamorado de ella, que despierta millones de sentimientos en mi interior y que me tiene pensándola siempre. Elizabeth es la mujer con la que quiero pasar el resto de mis días.

[...]

Eli se para sobre la punta de sus pies antes de dejar un beso casto sobre mis labios y colocar las palmas de sus manos contra mi pecho, haciéndome salir de su casa.

Yo rio en el proceso.

—¿Por qué no puedo quedarme? —le pregunto, al tiempo que tomo sus manos y las beso, dando un paso al frente, entrando de nuevo a la estancia.

—Ya te lo dije —susurra muy bajo, y una sonrisa tira de la comisura de mis labios cuando me doy cuenta de lo inquieta que está porque no quiere que ninguno de sus hermanos nos descubran aquí, a las casi una de la madrugada, parados en la puerta hablando a susurros y besándonos. Según Eli no es apropiado para una chica, y Sebastián es el primero en estar de acuerdo en eso—: La última vez que te quedaste Carol casi nos descubre —me recuerda—, así que es mejor que te vayas.

—Pero no quiero irme —hago un puchero en el proceso, aunque sé que no puede verme y borro ese gesto de inmediato cuando mi pecho se estruja.

—Tienes que hacerlo, cariño —me dice, con dulzura.

No puedo evitar toma su rostro entre mis manos y unir nuestros labios en un beso lento.

El que me llame así, como lo hace, me vuelve loco. Saca una versión que no conocía de mí, y me hace querer besarla hasta el cansancio, me hace querer decirle una y otra vez lo feliz que me hace estar con ella y lo mucho que la amo. La verdad es que me hubiera gustado haberme quedado a dormirme con Eli una vez más..., corrijo, muchas veces más.

—Está bien, amor —murmuro, una vez que nos separamos y uno nuestras frentes aún sin soltarle las mejillas. Abro los ojos y descubro que ella aún los mantiene cerrados—. Pero tienes que prometerme algo —en ese instante los abre, y su mirada perdida, y casi grisácea, me recibe.

—¿Qué es?

—Que irás a cenar conmigo mañana.

Una sonrisa se forma en sus bellos labios rojos por nuestro reciente contacto.

—Evan... —suelta una risa, y sus mejillas se ruborizan ligeramente.

—Es como una cena formal —aclaro—, ya sabes, ir a un restaurante, donde hay música a bajo volumen... Tú con un bonito vestido —vuelve a reír, y rozo mi nariz con la suya—. Bailando una dulce melodía, solos tú y yo.

Ha vuelto a cerrar sus bonitos ojos, y de nuevo está besándome.

Solo tardamos poco segundos, hasta que volvemos a separarnos.

—De acuerdo —asiente—. Será mejor que vaya a dormir...

Nuestros dedos se entrelazan por un corto lapso de tiempo, y nos soltamos hasta que, hago de toda mi fuerza de voluntad, para comenzar a caminar lejos de ella.

—Pasaré por ti a las ocho —le hago saber, sin poder ocultar mi enorme sonrisa.

Eli se limita a sonreír —y tratar de reprimir su sonrisa—, luego, cierra la puerta.
Es ahí cuando comienzo mi andar por el camino de concreto, hasta la pequeña puerta del camino, que me llega hasta la cadera.

Aunque no te pueda ver ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora