Capítulo 15

6.3K 685 80
                                    

Las carcajadas no ceden y no es como si quisiera que lo hicieran.

El estómago comienza a dolerme de tanto reír, y escucho a Evan quejarse de igual forma por reír tanto, es entonces que le damos fin a nuestra infantil guerra de comida.

Soy plenamente consciente que aún ninguno de los dos nos hemos soltado, y muy en el fondo no quiero que lo haga, porque su contacto se siente muy bien, porque me hace sentir bien... y porque su tacto emana un agradable y cálido calor.

—Jamás me había reído así —lo escucho decir tranquilizando su risa.

—Ni yo —confieso.

Entonces escucho la puerta principal siendo abierta y seguido de eso una voz chillona que reconozco como la de mi hermana Carol.

—¡Dios, ¿qué les pasó?! —estoy a punto de responder su pregunta, pero no me da tiempo cuando ella vuelve a agregar—: ¡No puedo dejarlos solos porque casi acaban con la cocina!

—Y apenas estábamos empezando —Evan bromea, y no puedo evitar reír con ello.

—Creo que mejor les contrataré una niñera a ambos, están peor que niños de cinco años —bromea Carol de vuelta, Evan y yo no podemos evitar reír de nuevo—. ¡No puedo creerlo! —vuelve a chillar mi hermana.

—¿Qué? ¿Qué ocurre? —pregunto, un poco preocupada por lo que vaya a decir.

—¿Esto es... Espagueti con albóndigas?

—Así es —esta vez es Evan quien responde a la pregunta de mi hermana.

—¡Son unos desalmados! —chilla mi hermana nuevamente para sorprenderme, si sigue así mañana no le quedará voz para hablar—, ¡¿Cómo se atreven a tirar la comida?! ¡¿Qué especie de humanos son?! —dramatiza y no puedo evitar rodar los ojos con diversión—. La comida no se tira, es sagrada —trata de recalcar cada palabra.

—¡Dios mío, Carol, deberías de hacer un altar a la comida entonces! —le digo con diversión en el tono de mi voz.

—Eso haré —dice—. Y ustedes deberían darse un baño —me congelo al escuchar aquello—. Pero no me refiero a que se bañen juntos, es decir, o bueno ya entienden.

Siento el calor subir a mis mejillas cuando Carol al principio insinuó que Evan y yo... Ay, Diosito no quiero ni pensarlo porque la vergüenza me consume por dentro haciéndome querer enterrar mi cara en la tierra y quedarme ahí por siempre.

—Bueno, ya me voy —anuncia Carol—. Tengo un altar que hacer —dice, y escucho sus pasos alejarse para escucharse en dirección a la escalera que está a un punto a mi izquierda.

Evan no ha dicho nada, y yo tampoco lo he hecho porque realmente no sé qué decir, pero por muy extraño que suene; siento una mirada clavada en mi cuello, y eso hace que me sienta desnuda en lo absoluto, me siento tan desprotegida y es una sensación extraña que se podría decir que nunca en mi vida la había sentido. Igual soy plenamente consciente de que Evan y yo no nos hemos soltado las muñecas, y en algún punto nuestros dedos han rozado entre sí, por lo cual trato de no moverme demasiado y permanecer como una estatua.

De seguro fue por eso que Carol insinuó el hecho de él y yo bañandonos juntos... El simple hecho de pensarlo hace que un escalofrío me recorra la espalda y una vez más, la vergüenza comienza a consumirme.

Un silencio un poco incómodo se ha instalado en el ambiente, y es cuando caigo en la cuenta de que, Evan tiene que irse, porque tiene que ir a su trabajo. Y, de solo pensarlo hace que mi corazón comience a pesar por el sentimiento de algo indescriptible, hace que la decepción se instale en mi pecho y por alguna extraña razón un nudo se instale en la boca de mi estómago.

Aunque no te pueda ver ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora