33. Enfermita

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Natalia llevaba unos días de no parar, tras el lanzamiento del EP había estado haciendo firmas y yendo de medio en medio para promocionar su trabajo, ese que tantísimas horas de sacrificio y esfuerzo la había costado pero que ya estaba fuera y del que no podía sentirse más orgullosa.

Estaba feliz, la mayoría de la gente estaba flipando con su trabajo y había recibido muchos mensajes y críticas positivas, en eso se había centrado, en eso y en todas las personas que habían ido a las firmas aguantando horas y horas de cola bajo el intenso sol y con altísimas temperaturas. También se sentía profundamente afortunada por la libertad que había tenido a la hora de trabajar y decidir, por lo fácil que la habían puesto todo, por como había fluido la relación con todo el mundo con el que había trabajado. Estaba cumpliendo su sueño y todavía ni si quiera era del todo consciente de ello.

Pero todo tiene un limite y su salud también. Tuvo que cancelar una participación en un concierto porque se despertó de un día para otro bastante enferma y aunque había tenido la oportunidad de descansar un poco en casa necesitaba volver a Madrid pese a no estar recuperada del todo.

El camino hasta la capital se la antojo especialmente largo y aburrido por eso celebro internamente en cuanto se encontró en frente de su puerta.

Menos de un minuto tardaron en llegar las primeras reacciones en cuanto abrió aquella puerta. Su novia apareció desde el pasillo para ir a recibirla, arropándola en sus brazos.

- ¿Como estas mi amor?- pregunto dulcemente Alba mientras llenaba de besos su cara.

Natalia tenía ciertas prioridades y la primera se debía a lo mucho de menos que había echado a la rubia. Sin contestar enredó sus manos en el, ahora corto, pelo de su novia para atraerla hacía su boca y empezar a darla todos los besos que había echado en falta aquellos días. 

- Venga vamos a tumbarnos un rato anda- propuso Alba mientras arrastraba a la más alta a su habitación.

Natalia enseguida se deshizo de su ropa para tan solo colocarse una camiseta larga que cubría hasta la altura de sus muslos, una vez estuvo más cómoda se tumbo en el pecho de su novia ocultando su cara en el cuello de esta ignorando por completo los más de treinta grados que hacía.

- Ay mi enfermita, si es que has querido abarcar demasiadas cosas churri, tienes que descansar- la única respuesta que recibió Alba fue un ruidito de aprobación mientras apretujaba más su cuerpo y dejaba un suave beso en su cuello.

Natalia era tan grande, literalmente, tenía tal envergadura que verla hacerse pequeñita para encajarse entre sus brazos la hacía derretirse, eso y el calor que desprendía su cuerpo. Aventuró su mano debajo de la camiseta de su chica para recorrer tranquilamente la espalda de Natalia. Ella adoraba hacer cosquillitas y era consciente de lo mucho que las disfrutaba la morena. Peino ligeramente su flequillo para observar como la cantante había caído rendida a esas caricias y se había quedado dormida entre sus brazos. 

Se grabó todas las facciones de su cara, aunque ya las conociese bien. Trazo su mandíbula con su dedo índice, acarició con todo el mimo del mundo sus pómulos, dibujó sus labios con sus dedos...todo con la mayor suavidad del mundo, lo último que quería era despertarla. Quizás fuese porque ella también estaba muy cansada, puede que fuesen por la modorra que suelen entrar después de comer o simplemente lo mucho que la reconfortaba estar de nuevo enredada con su novia, el caso es que ella también acabó durmiéndose.

Cuando Alba abrió los ojos buscó su teléfono para comprobar que habían dormido algo más de una hora. Por un lado se recriminó esa hora larga que no había invertido en trabajar aunque por otro saber que Natalia había descansado al menos un rato la reconfortó mucho y fue la aludida quien la sacó de sus pensamientos. Hasta de manera inconsciente Natalia la ayudaba a dejar de comerse la cabeza.

AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora