Capítulo 14

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Pov: William.

Mirarla tan inocente y pura y sobre todo saber que yo la estoy corrompiendo, me convierte en un maldito bastardo. El saber que he tomado todo de ella me hace sentir mal y a la misma vez me pone duro, saber que la hago estremecer con mis besos y caricias me hace sentir el puto hombre más afortunado sobre la faz de la tierra. No es mi ego el que actúa está vez, no quiero ser el hijo de puta que siempre he sido con todas las mujeres, que pasan a mi oficina y no solo por asuntos de trabajo; si no a lo que todos ya sabemos. Con ella todo es tan diferente, es único y especial, Ginebra es tan pura, llena de nobleza que se ha colado en lo más profundo de mis pensamientos y tenerla de está manera en la que nos encontramos me hace perder la cordura.
Observar ese brillo en sus ojos, el sabor de sus besos, tocar su suave piel me vuelve completamente loco, pero por más que me guste algo si tengo muy claro; es que no la quiero dañar por nada del mundo. Ella merece un hombre que este dispuesto a darlo todo, que le dé lo que yo no podré a mi lado ella sería muy infeliz. Pero soy tan egoísta que en esta noche la haré mía por última vez. En este momento me importa un carajo si nos encontramos en la playa a plena madrugada y con esté aire que congela los huesos, me importa un carajo por que estando con ella todo es calidez, es como la hoguera que calienta las noches más frías de invierno.

─Ginebra que no te importe si es en esté momento a plena luz de la luna y en está playa, haremos del momento algo especial siempre y cuando tu lo desees, quiero que cuando tu mente rememore esté momento saque una sonrisa de esos labios que tanto anhelo con vehemencia. En este momento te haré mía de mil maneras, solo la luna las estrellas y el mar serán testigos de nuestro deseo. ─Ginebra sólo sonríe de medio lado dando a entender que está dispuesta a todo.

Tomo sus labios con mayor intensidad, poco a poco me alejo retirando el sostén que se encuentra abierto dejándola desnuda cintura arriba.
Su piel se eriza debido a la brisa fría de está madrugada, lentamente voy bajando por sus pechos acarició cada centímetro de su suave y tersa piel, tomo uno de sus senos y lo introduzco a mi boca, lo voy saboreando lentamente con mi lengua recorro su rosada areola, utilizando mi lengua para causarle mayor placer. Con la otra mano le acaricio el otro seno, Ginebra hecha atrás la cabeza dejando entre abiertos sus labios rojos y apetecibles dándome a entender que le gusta lo que hago. Poco a poco abandono sus montañas dando paso a mis manos para que se adueñen de esos perfectos senos que tanto me gusta observar, los masajeó con movimientos suaves y pausados ella gime por lo bajito y sus mejillas se encuentran rosadas. Vuelvo apoderarme de sus besos tan embriagantes como la misma Ginebra, y no me refiero a su nombre sino; a la bebida alcohólica que esta hecha a base de frutas y otros ingredientes, la bebida favorita del rey Guillermo III de Inglaterra y por ende la mía. Lentamente bajo las manos llegando hasta el botón de su Jeans lo desabrocho.

─Espera William tengo miedo y pena que alguien nos encuentre así. ─nos señala a ambos. ─Tendríamos serios problemas y aparte el escándalo que se generaría y eso no es bueno para ti. —me encanta que se preocupe por mi.

─No te preocupes amor, nadie nos encontrará está es una playa privada y por lo visto somos las únicas almas en pena. ─le respondo para disminuir su preocupación, se le ilumina el rostro apareciendo una sonrisa cómplice que me roba el aliento, quiero creer que yo también me encuentro bien hipnotizado por está castaña aunque la realidad sea otra, yo jamás me podría enamorar nuevamente. Esto que tenemos Ginebra y yo solo es sexo ocasional y pasajero, me deje llevar la única con la que he repetido es Emily y ahora ella. Me sorprende cuando esta vez ella toma la iniciativa besando mis labios me sorprende.

─¿Y que tal sí lo hacemos dentro de tu auto? me sentiré más cómoda. ─propone, ahora soy yo el que sonrío no me esperaba esa propuesta tan indecente.

─Anda usted muy atrevida este día señorita Bianchi, ¿O es simple imaginación mía?. ─le pregunto sosteniéndola de sus glúteos.

─Creo que es su imaginación joven Rusell. ─me responde con la voz cargada de sensualidad, me encanta esta nueva faceta de ella, unimos nuestros labios en un suave beso estoy embriagado de ella. Me hecho andar hacía la parte trasera del auto, como puedo abro la puerta introduciéndonos a ambos al coche quedando Ginebra recostada sobre el asiento y yo hincado frente a ella.
Bajo el cierre de sus Jeans tomándolo por los costados sacándoselos por las piernas, queda sólo en unas diminutas bragas su imagen me vuelve totalmente fuera de mi, beso su cuello con deseo. Voy bajando dejando un reguero de besos por su vientre, me doy un punto a mi favor por ver elegido el coche más amplió.
Llego hasta su monte de venus dejando besos sobre la tela que se encuentra empapada de sus fluidos eso me pone al mil, de un movimiento ágil le arranco del pedazo de tela ahora ya inservible, lo tiro a un lado. Coloco mi boca sobre sus labios vaginales dando pequeños besos, dirigiendo mi vista conectando con sus ojos azules Ginebra aprieta las piernas, poco a poco deslizo mi lengua sobre su canal del pecado sintiendo como se estremece su cuerpo, abro un poco más sus piernas comenzando el juego, con mi lengua le rodeo el clítoris chupo muerdo y succiono, meto un dedo en su estrecha cavidad ya húmeda, la escucho gemir y eso me pone más duro, continuo con la danza de mi lengua y ahora dos dedos entrando y saliendo de ella, me toma por el cabello halando, se retuerce en el asiento de mi coche.

─William creo que pasará de nuevo esa sensación. ─chilla entre jadeos.

─Déjate llevar para mi Ginebra suéltalo todo nena. ─al momento la siento llegar ya que de su garganta escapa un gemido fuerte y conciso, no pierdo la oportunidad saboreo su elixir que es exquisito, todo en ella me encanta.

─Fue maravilloso William. ─dice con la voz temblorosa su mejillas se encuentran sonrojadas lo puedo notar con la luz de la luna.

─Eso es nena eres exquisita me encantas Ginebra, no debes sentir vergüenza bien sabes que eres mía y esto que está pasando entre nosotros sólo tú y yo lo sabemos. ─
me saco la sudadera y la polo quedando desnudo de la parte del tórax, me sorprende cuando ella se apodera del botón de mi Jeans lo desabrocha y baja el ziper, yo le ayudo a quitarlos quedando sólo en bóxer, nos besamos con desespero la toco y me toca, bajo mi bóxer abro sus piernas colocando mi longitud sobre su entrada lentamente la introduzco. Ginebra se estremece aún está muy apretada y eso me vuelve loco, espero un poco a que su cuerpo se acople a mi miembro y comienzo a embestir poco a poco hasta que los movimientos se vuelve más y más rápido, nuestros cuerpos chocan entre si, en el auto sólo se escuchan nuestros gemidos, es como música exquisita para mis oídos.

─¡Oh sí William! más rápido otra vez viene esa sensación. ─

─Aguanta un poco más nena. ─de un movimiento me siento colocando a Ginebra a horcajadas sobre mi, permitiendo que tome el control del juego, ella comienza con el movimiento de sus caderas de arriba abajo así que la ayudo un poco y la tomo por las caderas comienza a moverse con exquisitez sus movimientos son decadentes y deliciosos, siento mi pene palpitar en su interior recargo la cabeza en el respaldo de los asientos sintiendo como el orgasmo de un momento a otro llega tan arrasador, me vacío en su interior. Ginebra gime, estamos sudorosos y con la respiración agitada, ella se echa a un lado dejando mi amigo abandonado, me inclino hacía la parte de la frente de coche para coger una caja de kleenex. Tomo varias servilletas abro las piernas de Ginebra y comienzo a limpiarla sin dejar de robarle besos, termino con ella y procedo a limpiarme yo, me visto estamos en silencio Ginebra espera un poco ya que hemos dejado su blusa y el sujetador en el capó del auto, salgo y tomo sus prendas regreso y se las extiendo.

─Gracias. ─dice y las toma comenzándose a vestir, espero frente al auto en lo que ella esta lista para marcharnos, me recargo sobre el capo mirando la negrura del mar, escucho el sonido de las olas, la fría brisa del mar acaricia mi rostro.

Me subo al auto Ginebra ya se encuentra sentada en el asiento del copiloto, no hemos dicho palabra alguna la observo y ella continúa mirando por la ventana no me mira y eso me pone nervioso.

─¿Todo bien nena?. ─me ánimo a preguntar ella sólo asiente con un movimiento de cabeza eso manda mis ánimos por el suelo, pongo en marcha el motor del auto y nos marchamos de ese lugar dejando como cómplice a la luna las estrellas y el inmenso mar de nuestro encuentro furtivo.

 ─me ánimo a preguntar ella sólo asiente con un movimiento de cabeza eso manda mis ánimos por el suelo, pongo en marcha el motor del auto y nos marchamos de ese lugar dejando como cómplice a la luna las estrellas y el inmenso mar de nuestro encuen...

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