Capítulo 3

18.9K 843 40
                                    

En la noche anterior el chófer de la familia Rusell, me llevo al convento para recoger mis pertenencias, me despedí de Gianina y los niños que con lágrimas en los ojos prometí que nos miraríamos los domingos sin falta. No es como que me fuera a marchar del país para siempre pero ellos están muy encariñado conmigo. Al joven William ya no lo volví a mirar y agradezco al cielo. El reloj de la mesita de noche marca la cinco de la mañana, bajo de la cama y me pongo de rodillas, junto mis manos y cierro mis ojos. Me pongo a orar para darle gracias a Dios y pedir por los enfermos, por los niños sin hogar, por la paz mundial. Acabo mi oración me pongo de pie y me dirijo al baño para darme una ducha, abro el grifo de la regadera espero a que el agua salga tibia y me desvisto. Me adentro a la ducha dejo que el agua haga su trabajo, lavo mi cabello con shampoo con olor a frutas, enjabono mi cuerpo y enjuago, una vez lista salgo de la ducha enredando una toalla alrededor de mi cuerpo. Lavo mi dentadura y salgo a la habitación me coloco la ropa interior, dejo suelto mi cabello mientras se seca para después hacer una dona. 

Me coloco el hábito negro y el velo que cubre mi cabeza, coloco mis valerinas negros y mi cadena con la cruz, salgo de la habitación me dirijo al cuarto de la señora melina doy dos toques a la puerta y se escucha un adelante.  Giro el picaporte y me adentro, Melina aún se encuentra recostada me acerco a ella.

─Buenos días señora Melina. ¿Cómo se siente?. ─ pregunto ya que he venido a darle el medicamento.

─Mal hija me duele mucho la cabeza. ─dice sobando la parte trasera de su nuca. 

─Tranquila señora Melina, le daré el medicamento y pronto se sentirá bien. ─
Me dirijo a la mesita de noche tomo en manos el medicamento recetado por el doctor para sacar cada pastilla correspondiente a cada frasco, pero no hay agua en la jarra de cristal tendré que bajar a la cocina a rellenarla.

─Enseguida vuelvo señora Melina, iré por un poco de agua la jarra a quedado vacía. ─

─Está bien hija haz lo que tengas que hacer yo espero, pero quiero que este dolor se vaya de una vez por todas. ─cierra sus ojos t recuesta su cabeza contra el respaldo de la cama.

Muevo mi cabeza en forma de asentimiento tomo la jarra y salgo hacia el pasillo, voy distraída cuando de pronto mi cuerpo choca con un pecho duro. Me pongo muy nerviosa por que sé que es el joven Rusell, apenas dos días y ya reconozco su aroma. Además quien más puede ser sólo viven dos señoras mayores y una joven, ya que ayer en la noche me las presentó la señora Rusell. Son muy amables me llevó a recorrer la mansión y el hermoso jardín. El aroma de su perfume se cuela por mis fosas nasales es un aroma exquisito. Aprieto la jarra en mis manos los nervios me carcomen este joven es de muy mal carácter, me aclaro la garganta jamás había estado tan cerca de un hombre por lo tanto no se que decirle, me alejo dando un paso hacía atrás. 

No deja de observarme con esos ojos color miel, me recorre todo el rostro posando su mirada en mis labios da un paso al frente acortando la pequeña distancia que había impuesto entre los dos, por segunda vez carraspeo y me disculpo. No es correcto que esté tan cerca de mí, no puedo objetar siento que me despedirá si digo algo por que creo que no le caigo nada bien, y por mi torpeza de ver tropezado con él. Tengo la osadía de dirigir la mirada hasta sus ojos, miro que me observa con una sonrisa de burla en su rostro.

─Discúlpeme joven Rusell no lo vi venir. ─le digo muy nerviosa, me intimida con esa mirada tan profunda que hasta a la madre superiora la pondría a temblar por más religiosa que sea.

─No te preocupes preciosa la culpa fue mía, pero para la próxima fíjate por donde vas, no seas tan torpe no puedes andarte chocando solo por no fijarte. ─suelta burlón pero a la vez tan altanero que me enfurece, hago acopio de todo mi paciencia para no soltarle palabras de las que después me pueda arrepentir y mejor digo un.

Sentimientos OcultosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora