Capítulo 42

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Consequences - Camila Cabello

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Hacía mucho frío.

Abrí los ojos y todo lo que me rodeaba era oscuridad; mis ojos no distinguían ni reconocían nada. Froté mis párpados y me incorporé del suelo, al tiempo que me abrazaba a mí misma con el propósito de entrar en calor. Anduve a ciegas, mis pies estaban descalzos y eso dificultó que lograra mantener el poco calor que le quedaba a mi cuerpo.

Entonces, usando mis manos fui tanteando sobre las paredes, en busca de un interruptor y en el proceso, fui sintiendo que algo empapaba mis pies. Cuando lo encontré y lo accioné, la luz iluminó todo en cuestión de segundos, mis ojos se cerraron debido al golpe, los froté y, conforme se acostumbraban a la iluminación, los fui abriendo de a poco. Lo primero que noté fue que vestía un camisón rosa pastel y que mi piel blanquecina tenía manchas de sangre. Elevé el mentón y percibiendo, de un segundo a otro, una oleada de pestilencia, barrí con mis ojos el lugar.

Y llegando a un punto específico, en medio de esa desolada habitación: grité.

Grité y me pegué a la pared.

«No, no, no. Esto no puede estar pasando. No otra vez».

Cerré los ojos y llevé ambas manos a mi rostro, lo froté con mayor ahínco y en el transcurso jalé de mi cabello. Sollozos descontrolados brotaron de mi boca, mis ojos se empañaron y trataron de buscar una salida, pero no había ninguna, estaba encerrada con ellos...

Llevé una de mis manos a mi boca y traté de callar mis lamentos; anduve con el miedo corroyendo mi ser entero hasta donde estaban arremolinados un puñado de cadáveres. Mis pies estaban empapados de su sangre y aquel olor fétido, con forme me acerca, se iba haciendo más fuerte e intenso. Una arcada me asaltó y aminoré la marcha; sin embargo, cuando la identidad de uno de los cadáveres se registró en mi mente, un estallido de gritos emergió de mi garganta, lastimándola en el proceso, al tiempo que mi cuerpo comenzó a temblar, como si alguien me estuviese zarandeando.

Pasé ambas manos por mis brazos, arañándolos, buscando salir de esa pesadilla, pero nada surtía efecto ni los jalones de cabello. El llanto recurrió sin hacerse esperar y mi cuerpo empezó a ser víctima de espasmos, el terror se inyectó en mi torrente y una oleada de pesar, de culpa e impotencia arremetió contra mi frágil ser. Ya que, ahí sobre el suelo, estaban los cuerpos inertes de: mi mamá, Brandon, Camille, Charles y de Dylan.

Contigo, nada más © [Pronto en Amazon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora