La vida misma

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Es que la vida me había golpeado tantas veces y de tantas diversas formas. Algo en mi me decía que, aunque a veces quisiera, no iba a volver, no iba a volver a ser nunca más quien solemos ser y es que no, nunca más con el paso del tiempo volvemos a ser los mismos. Eso en parte era bueno, estaba transcurriendo el tiempo y me obligaba a volverme fuerte. A poder aprender de todas las circunstancias que me estaban desgarrando el alma; pero me iban a llevar lejos. También estaba la parte que entendía que ya era suficiente, esa parte que quería detenerse, que no podía soportar ni siquiera un poco más. Es que cuando pensé que la vida me había llevado a todas las diversas áreas de dolor, me di cuenta que no, que aún falta más. Que aún hay más dolor que conocer. Que todo en un punto se hace más grande e insostenible. Me pregunté tantas veces lo más típico. ¿Por qué a mí? ¿Por qué todo es tan injusto? Si la vida tuviera una guía de instrucciones y algo que no nos garantizará que no vamos a pasar ni una de todas y cada una de las dolencias que tenemos que subsistir y a las que tenemos que sobrevivir; estoy segura que hoy no sería ni un cuarto de lo que soy; todo lo que me llevo a cada decisión, a cada aprendizaje. Me hice fuerte a base de golpes y a pesar de tanto odio; si, yo solo quise llenarme de amor, llenarme de todo lo que siempre vi tan lejano e imposible. Cada lágrima, cada fragmento de mi alma que habían quedado en lugares a los que nunca quise regresar, ni volverme a ver de esas maneras. Volví, me abracé, me perdone y entendí que la vida va a ser injusta en tantas ocasiones, que duele con tanto fervor, que a veces a duras penas nos deja respirar. Pero la decisión de dejar que todo eso nos transforme en todo lo que jamás quisimos ser o lo utilicemos para despegar más alto de lo que alguna vez deseamos es cuestión de querer y perspectivas. Escuche tantas veces, que la felicidad era una decisión. Cada vez que la escuchaba, sentía tanto enojo; es que... ¿Cómo podría ser una decisión?

Y si, si lo era. Cuando caemos, cuando tocamos y sobre todo cuando tocamos fondo; creo firmemente en que solo tenemos dos opciones y son: dejamos que nos mate en vida, que nos arruine y nos lleve a todo lo que algún día dijimos que no íbamos a ser; o nos levantamos de una forma tan fuerte que decidimos nunca más volver atrás. No puedo decir que es fácil, no puedo decir que en el camino a hacer las cosas bien; llenarnos de sonrisas, pasión, amor, bondad y agradecimiento entre tanta mierda, sea fácil. Al menos no en un mundo lleno de odio, lleno de tantas cosas que te hunden cada tanto lleno de tantas injusticias, lleno de tanto todo, pero no todo es malo, y a veces por más trágico, todo nos enseña, uso una frase muy consecuentemente "el dolor, es nuestro mayor maestro y quien más nos enseña a encaminarnos" claro está, que hasta llegar a esa observación y creencia, el proceso es arduo, el aprendizaje es a veces tortuoso, hasta que al fin logramos entender después de cada golpe, que todo pasa, y que todo enseña, que todo es por algo. Y de algo estaba sumamente segura, y, es que si, hoy me va a doler, quizá me pise la vida un poco más, de lo que ya creía suficiente, me lleve a más lugares, me pruebe, me subestime; quizá grite y llore desconsoladamente, pero te aseguro que sin importar que. No hay nada que me detenga, ningún obstáculo o prueba que me derribe, ninguna piedra tan fuerte que me aplaste o me quiera hacer retroceder; sé de lo que estoy hecha. Se lo que quiero y sueño. No hay nada que me pueda parar hacia donde quiero dirigirme no importa cuánto dolor haya, mi determinación, es más grande.

Mientras me encuentro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora