No tengo dudas

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N. de la A.: ¡Sean muy bienvenidos a un nuevo capítulo!

La verdad es que escribirlo fue todo un reto, más que nada emocional. Los sentimientos de todos durante el partido, como una montaña rusa... difícil, porque todo el tiempo conectaba con ellos, como si estuviera viviendo lo mismo, jugando el partido y sufriendo en conjunto con los personajes. Inoue es un maestro.
Pero lo más duro fue ponerme en la piel de Hanamichi. Cuando lleguen al final, verán por qué (aunque muchos ya lo sospechan, estoy segura xD).

Disclaimer: Los personajes utilizados aquí son propiedad de Takehiko Inoue. ¡Gracias por dibujar y escribir una historia tan hermosa!

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No tengo dudas.

La diferencia en el marcador a favor de Sannoh continuó estirándose cual goma de mascar. Para Shohoku, el peor escenario posible: veinte puntos de diferencia era demasiado, una cifra prácticamente irremontable.

Akagi se movía ágil tratando de despistar a su rival, Masashi Kawata, que parecía incrementar el nivel de sus habilidades con cada segundo de partido. Bueno, Akagi también podía crecer sobre la marcha, no se quedaba atrás por nada.

El duelo entre ambos gigantes captaba todas las miradas, tanto del público como de los demás jugadores dentro y fuera de la cancha. Haruko empezó a llorar en ese mismo instante al recordar cuánto se esforzó su hermano entrenando para superar a los mejores jugadores de todo Japón. Su corazón se hacía añicos por el miedo de que, a pesar de todo ese sacrificio, no pudiera ganarle a Masashi, que en ese momento atrapó el balón y salió corriendo para liderar la ofensiva de su equipo.

Fujii acarició el pelo de Haruko, próxima a llorar también por pura empatía. Matsui pasaba prácticamente desapercibida de lo inmóvil que contemplaba el partido, casi sin pestañear y respirando solo por necesidad.

Los demás se mantenían en un espeso silencio sepulcral... hasta que la presencia de Jun Uozumi, para ese momento excapitán del equipo de Ryonan, tan rival como amigo de Akagi, interrumpió el mutismo de los muchachos.

—¡El jefe mono! —exclamaron por inercia.

Se veía imponente con su estatura de dos metros y algo más, pero lo que más les atemorizó fue el aura oscura que emanaba de su enorme espalda.

En ese minuto, Anzai pidió el último tiempo fuera que tenía disponible y lo utilizó para desplegar lo mejor de su experiencia como entrenador. Sus palabras estaban cargadas de ánimo, también de puntos clave para mejorar el rendimiento del equipo. El partido aún no estaba perdido, debían dejar de preocuparse por el marcador y jugar con el objetivo de anotar más puntos y bloquear los ataques de Sannoh... Gesticuló enfático; debían dejar atrás todos sus resquemores porque eso les perjudicaba mucho más que las habilidades del oponente.

Por desgracia, aunque los muchachos escuchaban perfectamente el apasionado discurso, sus mentes flotaban a kilómetros de distancia y no retuvieron nada.

«¿Vamos a perder?», era todo lo que escuchaban en su interior.

—Kogure-kun, sustituye a Sakuragi-kun —ordenó Anzai tras darse cuenta de que su prédica no obtuvo el más mínimo resultado positivo.

La visión del pelirrojo se fue a negro. «¿Por qué? ¿Me dejan fuera porque este será el último partido de Cuatro Ojos? ¡Odio estar en la banca, desde aquí no puedo hacer nada para ayudarlos!», pensó desesperado, aunque no verbalizó ninguno de sus temores.

—Sakuragi-kun, siéntate aquí y observa muy bien el juego —le llamó el profesor dando golpecitos en la banca justo a su lado.

«Ya, ¿quieres que use estos ojos para ver cómo nos derrotan?».

Melodía de inviernoWhere stories live. Discover now