Todo comenzó antes de darme cuenta

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N. de la A.: ¡Sean muy bienvenidos a un nuevo capítulo!

No tengo mucho por decir, solo que estoy en modo zombi.

¡Gracias a todos por su apoyo, sus estrellitas, sus reviews, y sus palabras de ánimo! Me hacen muy feliz, sépanlo.

Disclaimer: Los personajes utilizados aquí son propiedad de Takehiko Inoue. ¡Gracias por dibujar y escribir una historia tan hermosa!

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Todo comenzó antes de darme cuenta.

El caluroso 3 de agosto del año 1990 empezó como cualquier otro día de verano para los habitantes de Hiroshima. Sin embargo, los jugadores de Shohoku se encontraban con un ánimo un poco inestable luego de reflexionar intensamente las reales posibilidades que tenían para ganarle a Sannoh, cada quien a su propio estilo, durante casi toda la noche.

Por su parte, el autoproclamado «Genio salvador de Shohoku», Hanamichi Sakuragi, se dedicó a pasear por todos lados interrumpiendo los pensamientos de sus compañeros, y por ello recibió incontables insultos. Tras retirarse del último lugar en que lo echaron, mientras deliberaba andando con la cabeza gacha, se topó súbitamente con la silueta de Rukawa, que hablaba con el jugador de Toyotama que había golpeado su ojo durante el partido como si nada hubiese pasado. Hanamichi se escondió rápidamente detrás de un árbol para poder chismear la conversación sin interrupciones.

—¡Discúlpame! —exclamó Minami elaborando una profunda reverencia a Rukawa, que aceptó el gesto con un asentimiento rápido—. Me porté como un estúpido. Pero no vengo solo para eso, verás: mi familia está en la industria farmacéutica. Te traje un ungüento especial que ayudará a reducir la hinchazón de tu ojo. Si lo usas, mañana estarás como nuevo.

—Gracias. —Musitó con aquella voz átona normal en él.

«¡Maldita sea, deja ya de hacer tonterías!», exclamó Sakuragi en su fuero interno mientras se agarraba la cabeza a dos manos. «Lo único que importa es que ese estúpido zorro no me estorbe en el partido de mañana».

Minami guardó silencio por alrededor de un minuto, luego comenzó a hablar ganando ritmo paulatinamente.

—Tienes las habilidades suficientes como para ser un jugador estrella en Japón. Bueno... siempre y cuando seas capaz de vencer a Sawakita, de Sannoh —acotó sonriendo torcido.

Desde su rincón, Hanamichi se sobresaltó al escuchar el nombre de quien aparentaba ser mejor que Rukawa. Este no mostró ninguna reacción visible por la mención de aquel jugador que ya venía estudiando desde tiempo atrás, apenas se enteró de su existencia.

—Sawakita es el número uno entre los jugadores de preparatoria —continuó Minami—. Será interesante ver si eres capaz de ganarle un mano a mano...

Y, con esa última frase críptica, el de Toyotama se alejó del lugar agitando una mano. Ignoraba que sus palabras no solo desafiaron a un miembro obstinado de Shohoku, sino a dos.

Rukawa se quedó mirando al vacío mientras desarrollaba diversas estrategias en su mente; Hanamichi, cuya porfía se multiplicaba por cien, ya tenía la cabeza funcionando a toda máquina. Su táctica se limitaba a vencer a quien fuera el más fuerte de turno. En ese minuto era Sawakita. Si le ganaba, automáticamente se convertiría en mejor jugador de Rukawa, por tanto, Haruko debía por fin fijarse en él y olvidarse para siempre del «zorro apestoso».

Tales pensamientos ocuparon por entero su razón, incluso cuando salió temprano a la mañana siguiente para correr. Casi ni se dio cuenta en qué momento llegó al camarín asignado para él y sus compañeros, todavía ceñudos. De pronto se vio a sí mismo cambiándose de ropa con movimientos mecánicos. No era la conversación de la noche anterior con Ryota y Ayako, tampoco lo que estos escucharon hablar al capitán Akagi, Mitsui y Kogure escondidos; no. Hanamichi solo pensaba en vencer a como diera lugar. El único camino que vislumbraba era uno recto, oscuro, provisto de una brillante luz en su final. Alcanzar esa luz era un todo o nada.

Melodía de inviernoWhere stories live. Discover now