Parte 37

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Eran las 12:00pm cuando llegué a mi habitación con incontables llamadas perdidas del morocho.

Luché con mi llave hasta lograr abrir la puerta, al entrar, me encontré con Cameron acostado en mi cama con el celular en la mano, y parecía haberse dormido, pero no tardó mucho en alarmarse al sentir la luz proveniente del pasillo.

Lo observé prácticamente saltar de la cama para acercarse hacia mí.

–¿Te encuentras bien? ¿Qué ha sucedido? –me preguntó todavía con los ojos entrecerrados, intentando acostumbrarse a la luz.

–Todo esta bien, tranquilo –lo intenté tranquilizar mientras me quitaba la mochila y el abrigo–. Hice lo que tendría que haber hecho hace mucho tiempo. –expliqué.

–¿Has ido a mi fraternidad? ¿Se encontraba ahí? –preguntó curioso, lo cual me extrañó.

–Eso creo. ¿No has estado allí hace un rato?

–No, desde el sábado que me estoy quedando en mi casa con mi madre, fuera del campus, tenia miedo de que si me lo volvería a cruzar le rompería la cara por completo. Aquella noche tuvo suerte que tres jóvenes me quitaron de encima.

Comentó molesto mientras se dirigía nuevamente hacia la cama, para luego sentarse en ella.

Suspiré al escucharlo, mientras me ponía el pijama y me dirigía hacia el baño para lavarme los dientes, al salir me lo encontré concentrado en la pantalla de su celular.

–¿Quieres que me quede contigo esta noche? –me ofreció con ternura.

–No, esta bien. –respondí con decisión.

En aquel momento, me sentía distinta, luego de enfrentar a Aaron, sentía que ya nada me asustaba.

–Bueno, te recogeré para llevarte al aeropuerto a las 3:00pm.

Me ordenó mientras tomaba su chaqueta del piso y se la colocaba, para luego dirigirse hacia la puerta.

–Sí señor.

Me burlé ante su orden mientras lo acompañaba a la puerta, permanecimos de pie frente a la puerta por un momento.

–Hazme un favor y cierra con llave.

Me indicó protector, para finalmente parecer decidirse a acercarse y besarme con delicadeza.

Al volver a sentir sus labios, un fuego que parecía despertar todo mi deseo se encendió dentro de mí.

No había notado lo mucho que había extrañado tenerlo cerca aquellos cinco días.

Tomé de su chaqueta y lo acerqué hacia mí, haciendo que él me siguiera la corriente. Me tomó de las caderas para luego levantarme del suelo con facilidad.

Entrelacé mis piernas en sus caderas, para luego sentir como Cameron comenzaba a introducirnos a ambos nuevamente dentro de la habitación, pateando la puerta con el pie para que se cerrara.

Al día siguiente, Cameron me ayudó a cargar mis maletas en su auto para luego llevarme al aeropuerto.

Ambos sabíamos que se nos haría difícil estar separados cuando lo único que queríamos era estar cerca, pero decidimos aferrarnos al momento en el que las vacaciones terminaran, para volver a reencontrarnos.

Y nos mantendríamos en contacto cada día, porque después de todo, un mes y medio no era mucho tiempo.

–Te amo. ¿Lo sabes? –me dijo el morocho luego de darme un abrazo de despedida.

Una sonrisa se dibujó en mi rostro por culpa de sus palabras.

–Pues no, no lo sabia –contesté riendo para luego regalarle un corto beso–. Te amo.

–Buen viaje.

Comencé a apartarme, todavía con nuestras manos entrelazadas, hasta que me vi forzada a soltarlo.

Me di la vuelta para comenzar a dirigirme hacia dentro del aeropuerto, pero lo escuché resoplar haciendo que volteara.

Lo observé caminar con decisión hasta mi, para luego extender su brazo haciendo que tomara su mano y sentir como me atraía hacia él de un tirón y tomaba de mis caderas con fuerza para luego juntar nuestros labios y besarme por una ultima vez.

–Anda, que perderás el avión...

El jueves próximo luego de haber vuelto de la universidad, mis padres salieron a comer a un restaurante y la casa me había quedado para mí sola.

Decidí montarme un cine privado, haciendo palomitas caseras y trayendo mantas y almohadas de mi habitación al sillón de la sala de estar.

Me encontraba en la mitad de la película cuando oí el timbre de la casa sonar.

Instantáneamente, puse en pausa la película, para luego deshacerme de las mantas que me mantenían cautiva y dirigirme hacia la puerta de entrada.

Al abrirla, mi corazón aprecio sufrir un pequeño infarto.

Camille se encontraba de pie en mi porche, mis ojos se rehusaban a creer lo que veían, se suponía ella que estaba muerta... pero se encontraba en frente mío, a tan solo unos centímetros de distancia.

–Hola... He oido que te encontrabas devuelta por aquí y decidí pasar a saludar, creo que es hora de que tengamos una buena charla...

Cenizas del Pasado ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora