Parte 16

568 56 0
                                    


 Me encontraba totalmente mojada mientras caminaba hacia las residencias, luego de atravesar las primeras casas de fraternidades escuché una bocina, y al voltear para ver de que se trataba, me encontré con el auto del morocho que se acercaba hacia mi.

Dentro, Cameron me hacia señales para que me dirigiera hacia el asiento del copiloto, y luego de dudarlo por un momento, cedí.

Abrí la puerta y salté rápidamente hacia el asiento del acompañante, luego de acomodarme lo miré sin saber qué hacer o decir.

–¿Has llorando?

–¿Porque lo dices? –pregunté sorprendida.

–Tienes los ojos hinchados y rojos.

Reí por lo bajo, intentando alegrar mi expresión facial.

–Si, he estado llorando, pero no te preocupes por eso –él me miró por un momento y no parecía haberlo convencido, así que agregué–. Créeme, estoy bien.

Le dediqué una sonrisa exagerada y él rió.

–Bueno, como tú digas. –contestó mirándome directamente a los ojos– ¿Quieres que te lleve a la residencia? Estaba dirigiéndome hacia allí para encontrarme con una amiga.

Su comentario hizo ruido en mi cabeza, pero ignoré mis ganas de preguntar a quién se refería y acepté su propuesta.

Cameron era demasiado misterioso, un día prácticamente me secuestraba y me llevaba a la cima de una montaña y al otro no habían rastros de su existencia.

Era todo un misterio y cada día me encontraba más impaciente en descubrir quién era aquel extraño sentado a mi lado.

Por alguna razón, no podía sacarme los comentarios de Tobias de la cabeza.

¿A qué se refería con que estaba loco?

Lo acepto, el morocho era algo misterioso, pero eso no le daba derecho a acusarlo de psicópata...

Durante el corto viaje no entablamos conversación, yo me limité a pensar y observar el paisaje por la ventanilla. Él simplemente condujo, concentrado en el camino.

Llovía a cantaros, y se hacia dificultoso ver hacia afuera, pero el ruido de la lluvia llenaba el silencio que se había dado entre nosotros.

Cuando apagó el motor, volvió a voltearse hacia mí, con una mirada calculadora, que parecía leerme los pensamientos.

–Oye, Ahora enserio. ¿Qué anda mal?

Sentía que, si Cameron continuaba mirándome de esa forma, lograría romperme, así que dirigí mi mirada hacia la lluvia, evitando sus ojos, y un suspiro inconsciente salió de mi interior.

–Nada anda mal. Estoy bien, enserio.

Mi voz resonó en el interior del vehículo más fuerte de lo planeado, pero a él no pareció intimidarle.

–Bueno... lo haremos por las malas entonces –lo miré confundida, hasta que escuché como la traba de seguridad del vehículo se activaba–. No saldrás del auto hasta que me cuentes que ha sido lo que te ha hecho llorar.

–Cameron, vamos, abre el auto. –evadí su pregunta, pero los segundos pasaron y él no parecía querer cooperar– ¡No me puedes obligar a hablar!

Era ridículo lo que estaba sucediendo, el morocho era realmente impredecible.

No pude evitar reír ante aquella tontería.

–Oh Bella, no te estoy obligando. Si quieres no hables, pero ponte comida, porque estaremos aquí un rato largo.

Él se recostó, apoyando su cabeza sobre sus brazos a modo de burla y me miró de costado. Me crucé de brazos, torciendo mi cuerpo y apoyando mi espalda contra la ventanilla, imponiendo autoridad ante mi decisión.

Cenizas del Pasado ©Where stories live. Discover now