Parte 20

509 52 4
                                    


Domingo.

Abrí los ojos con dificultad, todavía un tanto dormida. Como todas las mañanas, los párpados me pesaban y podía sentir mi cara hinchada por culpa de la almohada.

Luego de unos segundos en los que permanecí en un estado somnoliento, sentí el calor humano de alguien a mi lado.

Al voltear me encontré con un Cameron todavía dormido.

Se encontraba boca arriba, sin camiseta y con el brazo derecho debajo de su cabeza. ¿Cómo era posible que sea tan sexy hasta para dormir? Lo peor de todo es que ni siquiera se esforzaba por serlo, simplemente lo era.

Lo observé dormir por un rato, hasta que noté como, lentamente, él comenzaba a abrir los ojos, para luego mirarme y sonreír.

Como por reacción, arrojé mi cara hacia la almohada para que no descubriera mi rostro hinchado.

Por las mañanas parezco un zombi que se despierta para otro día en su rutina de comer cerebros por la calle.

Cameron se alertó ante mi repentina reacción.

–¿Qué haces? –su voz se escuchaba más ronca de lo normal, y no había pasado por alto lo atractiva que sonaba.

Si no fuera por mi cara, posiblemente ya lo estaría comiendo a besos, algo que, ahora que lo pienso, suena bastante propio viniendo de un zombi viviente.

Cubrí mi cara con ambas manos, dejando al descubierto únicamente mi ojo derecho.

–Nada.

No pude evitar sonreír por debajo de mi escondite, por mi poca confianza en mi apariencia.

–¿Te cubres el rostro?

Cameron todavía se encontraba en la misma posición en la que había despertado, solo que ahora su cabeza estaba más elevada, apoyada contra el respaldo de la cama.

Lo observé negar con la cabeza levemente, dando señal a que no podía creer lo que yo estaba haciendo.

–Eres ridícula, vamos, quítate las manos de la cara.

Su pedido vino acompañado por un par de risitas mientras hablaba.

–No, parezco un zombie.

Me puse firme, todavía por debajo de mis manos.

–Oh vamos, todos parecemos zombies cuando amanecemos, y yo no me escondo. –comentó tranquilamente.

Lo que el morocho no sabia era que él se veía reluciente, y su aspecto mañanero ahora era mi favorito.

Minutos atrás, mientras analizaba como dormía, me había dado cuenta que ese hombre me transmitía paz y conformidad.

Algo que Aaron nunca había podido transmitirme.

Cuando sentí como el morocho se acomodaba, volví a hacerme espacio entre mis dedos, y noté que ahora se encontraba de costado, con la cabeza apoyada en una mano, y me miraba con concentración.

–Bueno, bien.

Cuando finalmente tomé la dura decisión de mostrarle mi cara en sus momentos más vulnerables, me destapé cuidadosamente e imité su posición, enfrentándolo.

Él no pareció alterarse demasiado, por lo que creí que era buena señal.

–A decir verdad, si pareces un zombie. Vuelve a cubrirte –levanté las cejas, sorprendida por su comentario–. Pero ey, no sabia que los zombies podían estar tan jodidamente buenos.

Cenizas del Pasado ©Där berättelser lever. Upptäck nu