Parte 1

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Jueves.

Luego de una triste despedida con mis padres, un agotador viaje en avión y un corto viaje en bus llegué a la universidad. El bus se encontraba repleto de estudiantes que compartían mi destino.

Al bajar del bus, tomé mis maletas y luego de hacerme paso entre los emocionados estudiantes, observé como se acercaba una joven que provenía del inmenso edificio que teníamos en frente.

A la izquierda, el establecimiento contaba con millones de ventanas. Comprendí que se trataba de las residencias, por el hecho que habían unas cuantas banderas colgadas de ellas.

En la planta baja podías observar enormes ventanales que dejaban al descubierto una sala con grandes estanterías repletas de libros y largas mesas en medio.

La joven se presentó, asegurándose de que todos la escucharan. Tardé unos segundos en analizar su voz aguda y su forma de hablar, como si fuera dueña de todo lo que nos rodeaba.

Ella empezó por su nombre, nos contó que se llamaba Lizza, pero que nadie la llamaba así y que la podíamos llamar Liz... Luego continuó dándonos la bienvenida, y presumiendo su experiencia allí. Esas pocas palabras bastaron para darme cuenta que, claramente, se trataba de una de las vanidosas de la universidad.

–Este es mi tercer tercer año y soy la capitana del equipo de hockey.

Al darme cuenta que practicaba mi mismo deporte y que iba a tener que convivir con esa presumida, desvíe la mirada hacia el cielo.

–Bueno, les contaré cómo serán los próximos días para ustedes –sin darme cuenta puse los ojos en blanco–. Tendrán hasta mañana para terminar de instalarse y dos semanas para adaptarse al sistema de estudios. El Domingo a las diez p.m. habrá una fiesta de bienvenida en el salón de eventos, estarán todos los alumnos presentes y será algo grande, así que pónganse lindos.

Nos comentó para luego reír, intentando quitarle importancia a su exclusivo pedido.

Lizza nos hizo un detallado recorrido por el campus mientras nos relataba las historias de la universidad y remarcaba todos sus logros y medallas que habían ganado los alumnos de la universidad.

Cuando finalmente llegamos a la residencia, la rubia sacó una hoja y la estampó en una pizarra de corcho que se encontraba colgada en la entrada del edificio. Se trataba de una lista de nombres agrupados de a parejas, junto con un número de habitación.

A las mujeres nos remarcó que nuestro piso era el segundo y las de los hombres el primero, nos dirigimos hacia la pared y buscamos nuestros nombres.

Mi nombre se encontraba junto una tal Nicole Jones. Nuestra habitación era la número 22, decidí dirigirme al cuarto y esperar a encontrarme a mi compañera de habitación allí.

Me encontraba luchando con la cerradura de la puerta cuando escuché hablar a alguien detrás mío.

–¿Necesitas ayuda?

Al voltear, me encontré con una castaña de ojos marrones que me miraba con alegría, era delgada y vestía unos jeans claros y una camiseta estrecha color negro.

–Me imagino que tú eres Nicole. –adiviné mientras la apuntaba con mi llave.

–Y tu Isabella. ¿Cierto?

Asentí con la cabeza y dejé que ella intentara abrir la puerta con su llave. Luego de un par de intentos mi nueva compañera de habitación lo logró y entramos.

La habitación era relativamente espacioso, las camas se encontraban en ambas esquinas de la habitación, con un escritorio y una repisa con cajones a su lado.

Nos miramos por unos segundos y rápidamente señalamos una cama. Gracias a dios, no coincidimos en la decisión.

Apoyé mis maletas en el piso y me dirigí a la cama de la derecha.

–Bueno, si seremos compañeras de habitación, deberíamos empezar a conocernos. –le dije con un tono amigable.

Ella asintió y me preguntó qué deseaba saber de ella.

–¿Qué estudiaras? ¿Haces algún deporte? ¿Tienes novio?

Luego de inundarla en preguntas, ella me dedicó una sonrisa antes de comenzar a hablar.

–Primero que todo no, no tengo novio, y tampoco planeo tenerlo, porque quiero enfocarme al cien por ciento en la danza, el deporte que hago. Y voy a estudiar historia de las artes. ¿Tú?

Preguntó mientras tomaba de su mochila color crema una botella de agua.

–Juego al hockey sobre hielo –Nicole hizo una mueca al relacionar que jugaba el mismo deporte que nuestra reciente guía–. Estudiaré Psicología, y también estoy soltera –miré hacia abajo cuando imágenes de mi pasado se cruzaron bruscamente por mi cabeza, ella se limitó a observarme confundida–. Larga historia.

Reí para sacarle un poco de tensión a la situación.

–¿Tienes hambre? Porque yo muero.

Me di cuenta que eran las tres de la tarde y con el recorrido y las emociones no había notado que mi cuerpo pedía a gritos alimento.

–Ahora que lo dices... Estoy muy hambrienta.

Nos dirigimos fuera de la habitación y buscamos los carteles que indicaban el camino hacia la cafetería. Para llegar a nuestro destino era necesario cruzar de un edificio a otro por fuera.

La cafetería era amplia, y tenía algunas mesas redondas y otras largas. Nos dirigimos hacia la fila para elegir servir y tomamos una razonable cantidad de comida para luego sentarnos en una mesa y continuar conociéndonos.

Los próximos tres días no tuvieron mucho movimiento, el viernes junto con Nicole decidimos recorrer el campus entero para conocerlo mejor. Aquel día llegamos a la conclusión de que estaba construido estratégicamente.

Los edificios que se encontraban a la derecha se trataban de las residencias, el salón de fiestas, la librería con la enorme sala para descansar y la cafetería.

Luego, justo en el medio, al continuar caminando por la misma calle, se encontraban las casas de las fraternidades. Y al final del camino estaban los distintos edificios de las clases.

Luego nos dirigimos hacia el estadio, que se encontraba apartado del resto de los establecimientos.

A los quince minutos llegamos, era realmente gigantesco, dentro se encontraban todo tipo de pistas y salones de deporte.

Al entrar te chocabas con dos escaleras, las que se dirigían hacia el piso de arriba, te llevaban a un pasillo donde observar todos los deportes por medio de ventanales, con distintos puestos de comida y negocios donde vendían cosas deportivas.

Al recorrer los ventanales, me encontré con la fiesta de hockey, que conformaba el final del estadio, era muy bonita y tenía una gran cantidad de asientos alrededor de ella.

Todos los vestuarios se encontraban en el piso de abajo, a los cuales te dirigías por las otras escaleras que se encontraban en la entrada.

Lo poco que logré ver de ahí fue un pasillo largo, con puertas que tenían distintos estampados en ellas, cada una con un dibujo significativo de cada deporte.

El estadio también contaba con un gran gimnasio al costado. Luego de apreciar todo el establecimiento, caminamos hacia la cancha de fútbol americano, que se encontraba al aire libre. La apreciamos por unos minutos hasta que decidimos volver a nuestra habitación.

Cenizas del Pasado ©Where stories live. Discover now