Capítulo 30

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Su risa ronca vibra detrás de mi oreja, mientras desliza la mano desde mi abdomen hasta mi pecho. Aprieta mi seno con delicadeza, concentrándose en la parte más sensible, y vuelve a reír cuando mi espalda se arquea involuntariamente. Al abrir un ojo, veo que trae su sonrisa burlona y el cabello revuelto bajo una gorra negra.

— ¡Buenos días! — me da toquecitos en la nariz — ¡No, no, no! Despierta, fresita, necesito que firmes algo.

— ¿Qué?

— ¿Quieres firmar esto?

— ¿Qué es? — pregunto, acurrucándome en su pecho.

— Un regalo.

— ¿De quién?

—  Tu novio. 

Abro un ojo, pero mis locos deseos de dormir no desaparecen ni sabiendo que tengo a un hombre casi perfecto a un lado. Me inclina a como puede y apoya una carpeta de cuerina oscura en mis piernas, demostrando un único papel con varios recuadros pequeños para las firmas. En eso, la vista me traiciona y el papel se mira medio borroso. Hago un garabato con mi nombre y vuelvo a caer tumbada. Ethan me mira con una sonrisa y sale corriendo de la habitación con el papel colgando de su mano, no sin antes envolverme con mis sábanas como un taquito y darme besos en la frente.

Horas después vuelvo a abrir los ojos y lo primero que veo es una caja blanca en los pieceros de la cama junto a seis ramos de rosas a juego. Tomo aire y quito la tapa grisácea. En medio de una sonrisa levanto el vestido y me quedo sin palabras, siquiera un pio sale de mí. Es hermoso. No. Es más que eso. Mucho más. 

Es blanco desde el corpiño deslumbrante con forma de corazón hasta la falda, y tiene unas mangas caídas de una tela casi transparente que se mira supremamente delicadas. Casi todo el vestido está hecho de encaje con piedritas diminutas y plateadas que caen por la tela hasta enrollarse alrededor de la cintura, las cuales estallan por la falda de corte sirena que se ensancha hasta la parte más baja. A como dije antes, hermoso le queda poco.

— ¿Te ha gustado?

Veo hacia el umbral de la puerta, encontrándose con un chico de cabello castaño oscuro y ojos multicolores. Por su expresión sé que está inseguro y listo para la decepción en caso de que quiera devolverlo. Es sorprende como a veces parece un niño y otras el superheroe de la novela.

— Es hermoso.

Veo un toque de alivio en sus ojos.

— Me alegra saber que te ha gustado.

— Pero dijimos que no íbamos a gastar dinero en el juego de Clare.

Se sienta en el borde de la cama y sus dedos, ya por costumbre, comienzan a jugar con uno de los mechones de mi cabello. Se encuentra tan sumergido en su tarea que pienso que la conversación ha terminado, pero su nariz se pega a mi cuello y envuelve en un abrazo cálido, completo.

— Lo sé — inhala —. Pero una de estas tarde lo vi por la vitrina de una de las tiendas a las que Brook suele ir y yo... yo solo pensé que... me gustaría verte en un vestido blanco. Yo... realmente quiero verte con un vestido blanco.

— Creo que Clare me ha conseguido toda una colección de vestidos, más de un vestido blanco he de tener y...

— Hablo de una boda, fresita. — me interrumpe.

— ¿Boda? ¿Ya te quieres casar conmigo?

Entierra su rostro entre mi cuello y mi hombro. Ya estoy acostumbra a ese gesto y sé a la perfección que se trata de cuando tiene un poco de pena y no desea que mire sus mejillas rojas porque, aunque no sea muy común en estos tiempos, mi chico es de esos que se sonrojan de la manera más cálida posible. Tan dulce, amoroso y sensible que me obliga a doblegarme a sus cariños.

MENDAXWhere stories live. Discover now