Capítulo 1

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2012

Mi pierna derecha sube y baja en cuestión de segundos por la tensión del ambiente. En un ágil movimiento, giro el cuello para mirar a mi padre, el mismo que se encuentra como conductor y tiene el rostro sin ánimos de sonreír. Se escucha que las bocinas de los otros autos forman un escándalo detrás de nosotros, pero en los parlantes solo se reproduce la canción con la conoció a su ex mujer.

Ya tengo las uñas cortas de tanto mordisquearlas. El semáforo vuelve a cambiar de color y más de una persona ha bajado la ventanilla para insultarnos. Y empiezo a contar: las migajas de pan en el piso, las personas que van caminando o... o... cualquier cosa. Cuento para estar tranquila. Cuento por paz. «Uno, dos, tres, cuatro...»

Entiendo y soy consciente de que es una de esas semanas en donde recuerda la manera tan cruel en la que el amor de su vida lo dejó para siempre, pero su depresión no pudo haber llegado en peor momento. Hoy, justamente hoy, es el concierto para caridades que mi escuela organiza cada año. Probablemente los años anteriores no me hubiera importado siquiera el llegar tarde, pero este año es mi último y, por indicaciones de la directora, todos debemos asistir y participar como alumnos orgullosos de formar parte de las instalaciones.

Un leve jadeo, gracias a que mis dientes han tocado esa parte sensible que se encuentra por debajo de mi uña, hace que ocurra un milagro. Mi padre reacciona y pone en marcha el auto.

Realmente odio cuando esto pasa. Lo más duro es que no puedo culparlo porque incluso yo recuerdo aquella escena de hace algunos años cuando aquella mujer, de cabellera oscura y ojos marrones como los míos, llegó con su amante para retirar sus pertenencias y vivir el típico amor de adolescentes que sale en las películas cliché. Un amor que ni yo he experimentado.

Cuando era niña, los juguetes eran lo más importante para mí. Mi padre me había comprado uno en cada navidad y yo me había encargado de que todos fueran famosos y famosas y más de uno extremadamente millonario.

Me la pasaba día y noche imaginando la vida que quizás yo hubiera deseado tener. Ese día me encontraba jugando en el centro de la sala con mi hermana mayor. Ambas recreábamos una escena extraordinaria entre nuestras muñecas favoritas. Escena digna de aparecer en Disney con nuestros nombres brillando en lo grande. Como Toy Story o Hannah Montana.

Pocos minutos después, la puerta principal se abrió.

Me di cuenta de que mi madre ya había llegado de su "asunto por resolver", pero no venía sola. Un sujeto completamente desconocido estaba a un lado, sosteniéndole la espalda baja con sus dedos largos. Como de costumbre, para no hacerla enojar, me levanté a como pude del piso y, con mis brazos extendidos a ella, le vi caminar con los ojos llenos de lágrimas. Me pareció raro. Ella nunca lloraba, siempre éramos nosotros. Tomó mi pequeño cuerpo y me llenó la mejilla de besitos locos, a como ella le decía.

No obstante, mi atención se mantenía centrada en el tipo que me observaba con una gran sonrisa llena de orgullo al ver tal escena. Me decía: "¿de quién se sentirá orgulloso? No creo que sea de mí". No era una niña tonta, mis dibujos animados me habían enseñado que ese tipo de sonrisas eran de personas malas. Personas que llegaban a destruir, arrebatar lo poco que tenías y jamás devolverlo.

Rastreé cada parte de su cuerpo. Tenía los ojos de un extraño color, algo así como la combinación perfecta entre celeste y verde, pero tan grandes que se podían ver desde muy lejos. Su cabello era la acumulación de mechones dorados y cortados de una forma muy varonil, algo que papá no hacía muy a menudo. Por otro lado, su cuerpo estaba definido, no como el cuerpo de mi padre que poseía una atractiva barriga que, en mi opinión, era perfecta para dormir.

MENDAXWhere stories live. Discover now