Capítulo 17

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Su vuelo vendrá a primera hora mañana viernes. Eso me dijo. Todavía no he procesado la idea. Es decir, en cuestión de horas esa chica vendrá a la ciudad y yo saldré volando por una tubería. Lo sé. Así tiene que ser. Me preguntaran: ¿es lo que en verdad deseas? No, claro que no. Pero un trato es un trato y él seguramente aún guarda la servilleta con mi nombre y firma en donde dice que recibiré una patada en el culo después de que ella acepte las tres citas. Sencillo y claro como el agua.

Me despierto en plena madrugada, temblando por el frío y con los audífonos aun en mis orejas. Es la única manera en la que puedo conciliar el sueño desde pequeña; me gustaba escoger cualquier canción y que se repitiera una y otra vez mientras me quedaba dormida después de tanto contar. Esta vez escucho Love will set you free. Y chasqueo con la lengua porque me costó una eternidad poder dormir. ¿Y cómo iba a hacerlo después de saber que su amada regresa en horas?

Trato de levantarme para tomar una sábana extra e ir por agua, pero algo pesado me lo impide y siento pánico. En medio de la oscuridad, veo un cuerpo acostado en el sobrante de mi cama. Un brazo reposa en mi cintura y media pierna sobre las mías.

El corazón inmediatamente me comienza a latir tan rápido como un Hennessey Venom F5 en carretera y a toda velocidad. Y no por miedo, sino, por sentirlo tan cerca. Me estremezco por su aliento golpeando contra mi cuello y sus manos tocando la piel desnuda de mi abdomen. El rostro lo mantiene a escasos centímetros del mío y la poca luz que entra por la ventana le contornea sus mejillas, la punta de la nariz y los labios. Se mira como una pintura elaborado con las mejores tintas y técnicas que un pintor puede poseer. Una obra de arte. La fotografía eterna de la perfección y sus aspectos más simbólicos. No sé qué hace aquí, pero muy lejos de parecerme incómodo y atrevido, creo que es dulce y adorable.

Me engaño diciendo que en este momento es mío porque desde hace muchas horas me di cuenta que caí... caí bajo el hechizo multicolor de sus ojos y el conteo insaciable de los pequeños detalles que lo complementan. Cuarenta pecas sobre su nariz. Cinco lunares salpicándole el rostro. Dos perforaciones. Diez mil colores en cada ojo. Ya no puedo seguir engañándome. No a mí.

Suspiro angustiada y me acerco con movimientos casi invisibles. Su aliento vuelve a acariciar mi piel y, madre mía, qué bien que huele. Menta. Fresa. Colonia masculina. Es difícil separarme de su olor, su presencia. Quiero tocarlo, recorrer su piel con mis dedos y... él se mueve. Cierro los ojos fingiendo que no he dejado de dormir. Incluso, llego a emitir un ronquido y alejo uno de los audífonos, removiéndome naturalmente.

— ¿Fresita? — hinca suavemente mi abdomen. Luego lo siento más cerca, susurrándome — Lo siento si en la mañana estoy por aquí, ha sido una noche difícil en casa y... y necesitaba huir. Lo siento tanto...

Por un momento no dice nada, tampoco se mueve, hasta que tiempo después los movimientos en mi cama me dicen que se está acomodando y disminuyendo el poco espacio que antes nos separaba. Coloca la cabeza en mi hombro y, si no fuera por el gran sueño que empieza a arrastrarme, podría decir que escucho un sollozo lleno de tristeza y amargura. Al poco tiempo su respiración se relaja y cae en un profundo sueño en busca de un escape.

Abro un ojo y con la puntita de mis dedos, jalo la sábana que tengo de emergencia al final de la cama. Lo abrigo hasta la barbilla, acomodo un par de mechones y vuelvo a cerrar los ojos, dejándome llevar por los tonos de Kodaline.

Al siguiente día lo primero que hago es mover mis dedos, luego arrastro mi cadera a un lado y vuelvo a sentir esa sensación pesada que todavía me tiene atrapada. Abro un ojo observando el panorama, los suyos aún están cerrados y que alivio saber que puedo admirarlo un poco más. Si la luz de la luna lo hacía ver como una perfecta pintura, los rayos del sol lo hacen ver como un milagro de Dios. Su cabello está brillando y sus largas pestañas curvas hacen pequeñas sombras en su pómulo.

MENDAXWhere stories live. Discover now