Capítulo 16

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Mi abuela me mira de reojos, lista para cargar la bandeja completa con bizcochos que ha preparado a base de vainilla y chispas multicolores como adornos. Sus famosos bizcochos especiales, esos que le compran todas sus amistades y valen tres dólares. Guarda silencio, admirando el resultado de su pequeño negocio improvisado y luego jala la correa que ha amarrado en la cintura de mi sobrino.

Abro los ojos al ver al pequeño de casi cuatro años, con la boca cubierta de chocolate, siendo arrastrado hacia la puerta principal.

— Podrías ir a la cárcel por esto — le digo con un hilo de voz —. De nuevo. Lo sabes, ¿cierto? Sigue siendo ilegal en este país, en este estado, en esta casa.

— Me vale un testículo de tu difunto abuelo — guarda la bandeja dentro del auto de uno de sus amigos y me enfrente —. Necesitamos dinero y esta es la opción más... divertida. ¿No crees tú?

— Hay otros recursos.

— ¿Cómo cuáles? No pienso prostituirme por dinero. Me gusta hacerlo gratis.

— ¡Abu!

— ¿Qué, qué, qué? Hacer bizcochos es un trabajo digno.

— ¡Tienen marihuana!

Ignorándome, mete la última bandeja de bizcochos y yo solo veo que mi sobrino no ha dejado de ser arrastrado de un extremo a otro. Estiro mis manos, caminando con pasitos rápidos por detrás de ellos para sostenerlo.

— Jacee es un ser demasiado inocente como para ser parte de tu mafia y Grace dijo que no le diéramos chocolate. 

— Little darling, esa era la única manera en la que se iba a dejar poner la correa.

— ¡Es correa de perro, Abu! — señalo a mi sobrino — ¡Era la de Firulais!

— Es que no encontré la suya. Sabes que esta cosita hermosa corre como flash y mi espalda... mi espalda me duele. Sí, eso. Duele.

Cierto. Lo sé. Sé lo difícil que es lidiar con Jacee, sobre todo después de comer chocolate o cualquier cosa excesivamente dulce.

Logro atraparlo y de inmediato me da un beso enorme en la mejilla, cubriéndome de dulce, para después reír con ese timbre de voz angelical y dulce que tiene e inclinarse hacia atrás con los brazos abiertos, casi mirando astros mágicos por el dulce. Le juro a mi abuela que lo cuidaré y terminamos despidiéndonos con un simple movimiento rápido de mano, al mismo tiempo que ella sale disparada en retroceso con la cabeza fuera de la ventana, tirando besitos.

Exhalo dramáticamente antes de darme media vuelta. Grace había llamado la noche anterior para decirnos que, por asuntos de trabajo, ella tendría que viajar y su esposo ya se encontraba de viaje, entonces nos necesitaba urgentemente. Lamentablemente, en ese momento, la única disponible era la abuela y, en cuanto supe que ella iba a llevarlo de paseo, pedí permiso en el trabajo para quedarme con mi pequeño demonio de rizos oscuros y un extraño gusto loco por el dulce.

Cargo a mi sobrino hasta entrar a la casa y lo acomodo en el sillón.

— Espérame aquí. No te muevas. No te cortes el cabello. No hagas nada peligroso.

— ¿Puedo ver tede? — pregunta y toma el control.

— Se dice tele, no tede.

— Tede.

— Tele.

— Tede.

— Tele. Repite después de mí: tele.

Frunce el ceño y se concentra para decir la palabra a como se debe. Toma uno de sus rizos y empieza a jalarlo, pensativo. Entonces llega la frustración porque no sabe pronunciar la "L" y se agarra todos los mechones,  a poco de gritar. Siempre ha hecho lo mismo, desde que el cabello se le llenó de rizos definidos y alborotados. Frunce los labios, junta las cejas, arruga la nariz y grita:

MENDAXWhere stories live. Discover now