Capítulo 21

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Todos los corazones tienen una canción a medias... hasta que otra aparece y responde entre líneas y susurros. Así lo siento con Ethan. Pero, a pesar de que todo ha sido hermoso, muy dentro de mí tengo la esperanza de que, cuando la lluvia acabe y el sol vuelva a su punto más alto, volveré a casa con mi familia y el recuerdo de un amor imposible de verano. Aunque el amor no es imposible y él, definitivamente, no es el verano.

Mierda.

Abro un ojo y veo su rostro con esa tranquila y buena vibra que siempre ha tenido. Recuerdo nuestra discusión y Let it be sonando como el fondo perfecto para todas esas palabras que salieron de nuestras bocas. Luego el beso. Sus brazos rodeándome. Su aliento cálido en mi cuello. Y, de repente, como si pudiera adivinar que sucede dentro de mi cabeza, sus ojos se abren con esa intensidad tan penetrante que te hace olvidarte del mundo. Ethan me mira y sonríe de oreja a oreja con una sonrisa realmente ancha.

— Eres la primera persona con la que me imagino un futuro juntos — dice con la voz rasposa por las horas de sueño —. ¡Y qué hermoso futuro!

— ¿Esa es la manera en la que das los buenos días?

Quita un único mechón que cubre mi rostro y cierro los ojos porque la suavidad de sus yemas son como golpecitos de electricidad bendita. Luego pasa la boca casi rozándome los labios y esa sensación me golpea desde lo más profundo, como si Ethan fuese un fenómeno cósmico dentro de mi estómago.

— ¡Meh! — hace un mohín — Preferiría verte con un anillo en el dedo y besarte una barriga de algunos cinco meses de gestación, pero me gusta esto. Hasta el momento lo amo.

— Entonces eso es lo que quieres...

— ¿El qué?

— Conocer a alguien, casarte y tener una familia. Lo típico, ¿no?

Piensa por unos segundos.

— Si, fresita, eso es lo que quiero. Quiero darte todo mi amor y con el tiempo hacer las cosas más sólidas. ¿Y tú?

— Yo solo quiero encontrar a esa persona...

— Ya la has encontrado. Mírame — me interrumpe —. ¡Hey, soy yo!

Se me sale una risita y él me abraza, pegándome un poco más a su pecho. De repente los latidos de su corazón aceleran y se unen a los míos como dos notas musicales al mismo compás. 

— Lo que quiero decir es que, para mí, sentir es más que suficiente. ¿Sabes lo difícil que es sentir algo, lo que sea, por otra persona? No entiendo porque los humanos siempre quieren ponerle un título a todo.

— Pues lo que siento por ti no es solo algo, fresita. Yo siento que cuando te veo mi mundo se congela.

— ¿Y cómo lo supiste?

Siento uno de sus besos en la coronilla y él sonríe como si supiera exactamente cuánto me ha subido la presión arterial. Hace un giro rápido que lo posiciona por encima de mí con los brazos a cada lado de mi cabeza.

— He comenzado a pintar con todos los colores cafés que he podido comprar. Pinto tu cabello. Dibujo tus ojos. Y un día pensé que esos cuadros eran mi corazón que se inunda con tu arte — me coge la barbilla con ternura —. Si mi corazón fuese un lienzo en blanco, pintaría cada espacio en café. Café color Hope.

— Pero...

— No, fresita, escúchame. Si estás mal, yo haré de todo por verte sonreír. Si estás en peligro... yo daré la vida por ti. Ahora soy tuyo. Y no quiero que pienses que este es un amor egoísta porque quiero que continúes siendo tú; con el corazón lleno de mí, pero tuya. Solo quiero protegerte, darte todo lo que puedo dar y recordarte todos los días que eres mi milagro, mi arte, mi color favorito.

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