Capítulo 18

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— Si satanás tuviese una hija, una única hija, seguramente sería como ella. Apuesto cualquier cosa a que juega la ouija todas las noches como si fuesen muñecas en la playa. — dice Brook.

En el momento en el que escucho su voz, ya tengo el codo encima del respaldar del sillón y medio cuerpo inclinado. No puedo dejar de verlos. La simple imagen de ellos, sentados a unas cuantas mesa, me parece la cosa más horrible. Son demasiados contradictorios; como una gota de agua y otra de aceite. Tan diferentes que dan miedo. Y ella... ella es el tipo de persona a la que nunca me acercaría por miedo. Lo peor es que Brooklyn insiste en que es la líder de algún grupo satánico y no sé si debo reír o sentirme más triste porque una posible jefa del satanismo ha logrado conseguir a Ethan.

— ¿Así se supone que es al amor? — pregunto.

— ¿Amor? — me mira asqueada — Yo no lo llamaría amor. Eso se llama querer follar con aires a deporte extremo.

— Cariño, no seas así.

— ¡Es que mira qué asco de mujer, Patrick! — la señala exaltada.

Su nombre es Victoria Young y tiene la misma edad que ellos. Hija menor de una familia basada en un padre estricto por su carrera política, una madre plástica amante de las cirugías y dos hermanos igual o más locos que ella. Fue estudiante de ciencias políticas en una de las mejores universidades de los Estados Unidos y no había regresado en años, muchos años.

De acuerdo a mi fuente de información, es decir, Patrick, ella solía ser una niña de clase alta y perfección. En realidad, cuando eran pequeños, se le llamaba Barbie por su cabello rubio natural, que caía en ondas hasta su cintura, y sus movimientos extremadamente educados. A pesar de todo, los problemas familiares le afectaron tanto que terminó siendo amante del delineador negro y dueña de un historial inmenso de adicciones. Pero, olvidando el maquillaje y las botas militares sin ser atadas correctamente, ella no deja de ser hermosa. Da miedo, pero si achinan los ojos y se llega a un punto abstracto, continúa siendo una chica bella que le da una patada a mi aspecto corriente.

— Guarda silencio, es mejor.

— ¿Por qué? — lo mira enojada — Yo solo digo lo que veo.

— Nunca se sabe cuándo puede tomar tu cabello y hacer algún tipo de brujería.

— No creo que haga tal cosa. Primero la arrastro al infierno y después me quedo calva. ¿Tú qué opinas, Hope?

Me remuevo incomoda en el asiento.

— No me gusta hablar de otras personas.

— Vale, lo pillo. Tiene gracia. Pero míralos, parecen Ken Rockero y Morticia Addams. Mira, mira, mira.

Suspiro hondo. Brook me dirige una de sus miradas penetrantes, insistiendo en que debo verlos. A regañadientes, los miro. La sonrisa tan estúpida de Ethan, mientras la mira comer como si fuese el ser más maravilloso, me traspasa el pecho como un taladro asfixiante y desordena todos mis órganos. Yo no diría que esa mujer se parece a Morticia Addams, más bien sería el Tío Cosa. ¡Puaj!

— Creo que exageras un poco, ¿no crees? Se miran... se miran bien.

— ¡Eres... eres...!

— Dilo. — la reto, me lo merezco.

Se queda callada en cuanto Gilberta se acerca con tres porciones de pastel sobre su bandeja, coloca cada plato en la mesa con una amabilidad que no la representa y una gran sonrisa. Patrick es el primero en partir un pedazo con la cuchara y, sin querer, veo el número telefónico de Gil escrito en el centro del vidrio.

MENDAXWhere stories live. Discover now