3. Tu boca es Mía🦋

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Rosie abrió los ojos sin saber exactamente dónde se encontraba, pero al sentir la respiración caliente sobre la piel de su cuello y un brazo fornido y venoso rodeando su cintura, supo que estaba en la cama del ermitaño pervertido.

¡Y qué pervertido!

El hombre le había hecho el mejor sexo oral de su vida. De hecho, no era capaz de contar aún el número de orgasmos que su boca le produjo. Así que, echó un vistazo a la belleza dormida que aún la retenía a su lado, y confirmó que era más hermoso de lo que en un principio hubiera imaginado. Adonis tenía una frente amplia, una nariz prominente y unas largas pestañas claras adornando sus preciados ojos azules. Pero si algo se había convertido en su debilidad, era esa jugosa boca, de labios no tan finos ni tan gruesos, pero si rosados y dulces como un melocotón en verano.

"Y esa boca ha sido mía ", se dijo, "...únicamente mía durante una noche completa".

Rosie apartó lentamente el brazo de su amante y, tras coger prestada una de las camisas del ermitaño que estaban en el armario, bajó despacio las escaleras seguida de Bessie. Tenía hambre. Se moría de hambre, mejor dicho. Y ya su tripa la amenazaba con retorcerse por completo si no se alimentaba pronto. Abrió un par de armaritos para no encontrar más que platos y vasos, además de cubiertos, y algún que otro bol de madera que seguramente habría tallado el ermitaño en su tiempo libre. Rosie siguió inspeccionando hasta que, para su suerte, se topó con la pequeña alacena. En el interior se encontraban numerosas latas de conserva, fideos, un par de sacos de arroz y de harina, legumbres, huevos en polvo y mermelada casera.

La periodista cogió lo necesario y, entre la vajilla del estante superior, encontró un viejo cuaderno de cocina casero con dibujos y purpurina en la portada. Una aparición un tanto sorprendente en la casa de un ermitaño pervertido y antisocial, aunque al encontrar una fotografía entre las hojas supo que Adonis también había sido alguien distinto en esta vida.

- ¿Qué estás haciendo?

Rosie levantó la vista de la fotografía que estaba sosteniendo en la mano para encontrar a Adonis al pie de las escaleras, aún con el sueño pegado a los ojos.

- ¿Es tu familia? - le preguntó ella. - Son muy guapas, Adonis. Y la niña tiene tus mismos ojos. Es una maravilla.

Pero la reacción de Adonis a su comentario no fue la esperada, ya que el hombre se acercó a ella furioso y le arrancó la foto de mala gana.

- Esta no es tu casa, Rosie. - le recordó. - Y no tienes ningún derecho a tomar cosas que no son tuyas. Ni a entrometerte en mi vida.

- Sólo quería preparar el desayuno... - se justificó. - Encontré la foto en un cuaderno de cocina, y me llamó la atención. Lo siento. No volverá a ocurrir.

- Claro que no volverá a ocurrir. - le dijo. - Me daré un baño y saldré en busca de gasolina. Ya es hora de que regreses a tu dorada vida de ciudad.

Adonis hizo el intento de subir nuevamente las escaleras, pero si no lo consiguió, fue porque la mano caliente de Rosie se apoderó de su antebrazo.

- Tú tampoco sabes nada de mi vida, Adonis. - le reprochó ella. - No me hables como si yo fuera la niña tonta del cuento, porque no es así. Tú no me conoces, ni yo tampoco a ti. Pero la diferencia entre los dos, es que yo no te juzgo sin conocerte.

Y sin más que añadir fue ella quien terminó subiendo los escalones hacia el piso de arriba en busca de su bata de noche, porque ayer en plena contienda sexual, la perdió de vista a causa de los cálidos besos de Adonis. De todas formas, ya no quería pensar más en él, ni en sus caricias ni en sus besos. Así que, cuando bajó por el resto de sus pertenencias, de reojo divisó a Adonis ocupado en la cocina, pero no quiso prestarle demasiada atención. Se hizo con su maleta y se encerró en el cuarto de baño por la siguiente media hora. Lo suficiente para que se le pasara este cabreo que llevaba encima y que, de alguna manera, había chocado de lleno con su ya escasa paciencia hacia el género masculino.

Adonis✨Onde histórias criam vida. Descubra agora