2. No besos🦋

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¿De qué manicomio se había escapado esta mujer?

Hace más de una hora que la desconocida había irrumpido en su vida, y aún Adonis no podía comprender qué lo llevó a trastocar su tranquila vida por ir en ayuda de Rosie Parks. Como si él fuera un caballero de brillante armadura, y no realmente un marine retirado con más secuelas emocionales que un cachorro abandonado. De hecho, durante los minutos en que ella estuvo inconsciente en sus brazos, Adonis no pudo evitar preguntarse cómo un ser tan bello había aterrizado de la nada en estas inhóspitas tierras de Wyoming. O en sus manos. Porque la mujer tenía que ser de otro mundo, o de otra galaxia en la que se permitiera tener ese delicioso rostro con forma de corazón o esos labios llenos de vida sin estar cometiendo un delito. Al menos, eso fue lo que creyó en un principio, dado que ahora todo en Rosie le hacía sospechar que acabaría enloqueciendo por esta mujer, o si no al tiempo.

Sobre todo, al ver cómo la ropa húmeda se ceñía generosamente a las curvas de la desconocida, y su miembro estuvo a punto de proclamar la alegría de conocerla tras cinco años de sequía sexual.

- Si Rosie no sale en cinco minutos, entraré. - le advirtió a la perra. Ésta abrió los ojos durante un instante, y después volvió a cerrarlos lentamente. - ¿Me estás escuchando? - le preguntó. Bessie volvió a ignorarlo. - Gracias por tu apoyo. Ya me siento mucho mejor.

Aunque ver las maletas de la desconocida invadiendo su espacio personal sólo intensificó esa sensación de pánico.

- ¿Crees que le ha pasado algo? - le preguntó de nuevo a Bessie. Para ese entonces la perra se había puesto en pie y ahora arañaba la puerta del cuarto de baño con la pata. - No quiero problemas con el sheriff de Springstone. Me detesta.

Imágenes de una Rosie desmayándose en el cuarto de baño, golpeándose la nuca contra el lavamanos, o aterrizando con crueldad sobre el suelo de mármol lo impulsaron a abandonar el sillón para dirigirse a toda prisa hacia el cuarto de baño. Adonis azotó la puerta con los puños, intentó girar el picaporte con todas sus fuerzas, pero lo único que consiguió fue quedarse con éste en la mano. Así que, al ermitaño no le quedó más remedio que utilizar su propia pierna derecha, apuntar contra la puerta, y golpear con todas las fuerzas de su ser ante los ojos temerosos de su labradora.

El trozo de madera que ejercía de separación entre el cuarto de baño y el salón acabó cayendo sin piedad al suelo.

- ¡Rosie! - exclamó sin pensarlo mientras oía los ladridos nerviosos de Bessie por el estruendo. - ¿Estás bi...?

- ¡Tú, pedazo de pervertido!

Lo primero que Adonis esquivó fue la esponja de ducha, lo siguiente, un frasco de champú y después no sintió más que la fuerza de una toalla húmeda impactando contra su rostro. La boca, de repente, le supo a hiel. Su estómago también le exigió deshacerse de la furia que había recaudado en cuestión de segundos, al encontrar a la mujer ignorándolo descaradamente por adorarse frente al espejo, pero fueron sus fosas nasales los que terminaron hechizados por el maravilloso aroma de la desconocida.

El aroma a rosas de Rosie Parks.

- ¡¿Es que has perdido la cabeza?! - exclamó la mujer intentando cubrir su cuerpo con la toalla. - Ermitaño pervertido. ¡Fuera!

- ¿No es-stabas-s muer-r-ta?

La sangre dejó de regarle al cerebro.

Adonis✨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora