S2-010.

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A penas veo que él muchacho rubio sale del departamento de Jin, me dirijo de nuevo a tocar su puerta; él me abre y a penas lo hace me abalanzo a sus brazos

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A penas veo que él muchacho rubio sale del departamento de Jin, me dirijo de nuevo a tocar su puerta; él me abre y a penas lo hace me abalanzo a sus brazos.

Este lugar me gusta, es cálido y me resguarda en todo momento.

—¿Estás enojado o feliz por qué hice bien lo que me encomendaste?— pregunto buscando sus labios y Jin se deja hacer, se deja besar, acariciar.

Me quedo tranquilo reposando mi rostro en su pecho y Jin suspira al entender que he terminado mi fechoría —Estoy satisfecho JiMin. Ahora, vamos a la cama.

—¿Quién era ese chico?— le pregunto tomando su mano y a paso lento nos dirigimos a la habitación, con lentitud nos recostamos, yo sobre su pecho. Siempre que lo hago, me lo permite.
—Está bien, no necesitas decirlo, me conformo con estar así contigo.

Jin cierra sus ojos y lleva su mano derecha hacia mi cabello acariciando con suavidad, cierro también los ojos pero no por mucho tiempo ya qué siento las mejillas ajenas humederse, me levanto de golpe y de inmediato SeokJin se cubre con ambas manos la cara comenzando a llorar desconsoladamente.

—Jin...— murmuro y él se niega a mirarme así que opto por abrazarlo hasta que se queda dormido. Verlo así me hace retroceder al pasado, a la primera vez que lo ví, tan frágil e inalcanzable.


Era mi cita número veinte con la psicóloga Marín y mientras me encontraba en espera un chico de cabellos negros llegó sentándose a dos sillas de mi, inevitablemente voltee a verlo, llevaba una pierna enyesada y un collarín; siempre he sido un tanto extrovertido por lo que sin rodeos decidí acercarme.

—Hola— sonreí mirando sus tenis rojos y al alzar la mirada me di cuenta de las marcas violáceas de su rostro —No te había visto antes, soy JiMin y ¿Tú?.

Pero él se giro recargando su cabeza sobre el respaldo de la silla y cuando hizo ese movimiento aproveché para quitarle las grandes gafas que llevaba puestas. —¡Son geniales!. Anticuadas pero me gustan.

—Devuélvemelas— demandó apretando los labios y creí que lloraría por lo que de inmediato se las devolví.

Me quedé quieto en mi lugar después de aquello y no supe que decir, ¿Tanto se enojó?, ¿Al punto de querer llorar?, ¿Quién lo había lastimado tanto para reaccionar así?

—Park adelante— la mujer se asomó y tuve que entrar, en toda la sesión solo pude pensar en lo afectado que estaba ese chico por cuál sea la razón por la que estaba aquí.

Al salir observé en silencio cómo el chico entro con la psicóloga arrastrando su pie con el bastón negro que llevaba. Curioso, pensativo y anhelante llegue a mi siguiente cita, un suspiro de alivio salió de mi boca cuando lo ví llegar de nuevo, justo como la primera vez me acerqué sentándome a su lado.

Él me miró de reojo y mantuvo su mirada en la puerta del consultorio hasta que nuevamente abrí la boca

—He visitado alrededor de ocho psicólogos antes de la doctora Marín y aún tengo pesadillas— confieso y está vez, tengo su mirada sobre mí —Esta es la cita número veintiuno y me doy por vencido, creo que aquello que me atormenta siempre estará presente.

Sweet Lies| TAEJINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora