Capítulo 12.

50 5 0
                                    


*unas horas antes*

Yuuri y Phichit entraron al apartamento del primero. El japonés tomó las chaquetas de ambos y las colgó del perchero junto a la puerta. Con un ademán, Yuuri invitó a pasar a su amigo hasta el salón.

—Phichit-kun ¿prefieres té o café?

— Café, por favor —pidió el moreno con una sonrisa.

Mientras Yuuri preparaba las tazas para verter el café, seguía conversando con Phichit, comentando que el día anterior había horneado unos bizcochos y le preguntó si quería uno. Mientras preparaba todo en una bandeja, notó como su amigo se había acercado a su espalda.

—Lo siento Yuuri — dijo Phichit casi en un susurro.

Yuuri se giró para encarar a su amigo, no entendía por que se disculpaba. En el momento en que quedó cara a cara con el moreno, notó como éste le inyectaba algo en el cuello. Yuuri abrió mucho los ojos de la impresión. Miró a Phichit con miedo y confusión. La mirada del moreno era dura mientras veía como su amigo de la infancia se tambaleaba un poco antes de caer inconsciente al suelo.
Acto seguido, sacó su teléfono del bolsillo y marcó al único número que tenía en los contactos. Al primer tono, se escuchó como descolgaban en el otro lado de la línea.

—Está hecho— fue lo único que dijo Phichit.

— Bien —contestaron del otro lado del aparato— llegaremos en un par de minutos. Esperanos ahí, te daremos tu pago.

Phichit colgó el teléfono y lo volvió a guardar en el bolsillo. Miró un poco culpable a Yuuri que yacía en el suelo profundamente dormido a causa de la droga que le había inyectado. Ojalá no hubiera tenido que hacerlo, pero no pudo negarse. Estar en deuda con la mafia coreana no es ninguna broma. Si no hubiera tenido que pedir aquel préstamo... Ahora nada de eso importaba ya. Recogió a Yuuri del suelo y lo acomodó en el sofá de la sala. Se sentó junto a él y acarició un poco la mejilla del japonés.

—Realmente lo siento— susurró a un Yuuri que no podía oírle.

En ese momento se abrió la puerta, dejando pasar a los hermanos Crispino y sus hombres. Phichit se levantó del sofá y se acercó a uno de los hermanos, le pasaron un sobre bastante grueso y con un movimiento de cabeza algo seco, se despidió en silencio y salió de aquel lugar con una mezcla de alivio y culpabilidad.

— Atadle las manos y vendadle los ojos — ordenó Sara Crispino mientras ella y su hermano echaban un vistazo por el apartamento.
Las cortinas estaban echadas, así que no había peligro que algún vecino del edificio de enfrente hubiera podido ver algo. Terminaron de acomodar todo lo que habían desordenado y dieron la orden para salir.

Uno de los hombres de los hermanos se había echado a Yuuri al hombro como si fuera un saco, cuando escucharon una exclamación de asombro en la puerta abierta.

Viktor había llegado una hora antes de su cita a recoger a Yuuri en su casa. Sabía que era demasiado temprano pero estaba deseando ver cuanto antes al hermoso pelinegro.
Nunca imaginó que al llegar al apartamento de su pretendido, vería tan grotesca escena. Yuuri estaba inconsciente y atado de manos. Los ojos se los habían vedado con una cinta negra.

Michele y Sara sabían quien era ese tipo de pelo plateado que los miraba estupefacto desde el quicio de la puerta.
Lo habían visto salir con Katsuki en un par de ocasiones.

—¿Qué demonios hacéis con mi Yuuri? — preguntó Viktor aterrorizado. Entró como una exhalación al apartamento para tratar de alcanzar a Yuuri, pero antes siquiera de dar dos pasos, Michele sacó su arma y sin vacilar apretó el gatillo. Viktor cayó muerto al instante y del agujero abierto en su frente comenzó a salir un hilo de sangre.

— Tch— chasqueó la lengua Sara — que estúpido venir antes de hora.
Por culpa de ese ruso de pelo extraño, se habia complicado la misión. Ya no quedaba tiempo de deshacerse del cuerpo, tendrían que dejarlo allí. Con suerte no lo encontrarían en unos días. Sara miro a su hermano Michele y asintiendo con la cabeza, dieron la orden de abandonar el sitio rápidamente.

Bajaron con sigilo hasta la calle. No había nadie alrededor. Tuvieron suerte. Metieron al japonés en la parte de atrás de la furgoneta que habían aparcado en la puerta del edificio y partieron de allí a toda velocidad.

— Nos dirigimos al punto de encuentro— dijo Michele al conductor.

Después de varias horas de camino,  una alambrada cerrada con un letrero que rezaba "Мурманский морской торговый порт" (Puerto marítimo comercial de Múrmansk) les indicó que habían llegado al lugar.
Yuuri, ya había vuelto en sí y le habían amordazado, pues se puso a gritar preguntando quienes eran y por qué le habían secuestrado.
Sólo se oían los débiles sollozos del japonés.
Bajaron de la furgoneta y se dirigieron a un almacén que parecía abandonado.

— Bienvenido Yuuri Katsuki — dijo con una sonrisa bastante siniestra Seung Gil Lee, que esperaba sentado en una mesa larga que había en el centro del almacén.

Yuuri tragó con dificultad pues la mordaza le impedía hacerlo bien. Tenía tanto miedo que apenas podía moverse. ¿Quiénes eran estos hombres? ¿Qué querían de él? ¿Por qué sabían su nombre? Todas estas preguntas rodaban en su mente. ¿Dónde estaba Pichit? Pichit... Ahora recordaba... Pichit le había pinchado algo en el cuello... Con horror se dió cuenta que su amigo de la infancia había ayudado a secuestrarlo. Amargas lágrimas de terror e impotencia bajaban por sus pálidas mejillas. Se sentía traicionado.

— Preparadlo — ordenó Seung Gil.
En un momento sentaron en el suelo a Yuuri sin ningún cuidado. Yuuri se tendió en el mismo y se acurrucó en posición fetal, tratando de dejar de temblar de frío y de miedo. Sara puso un cartel cerca del japonés y acto seguido el almacén se iluminó brevemente con el flash de una cámara.

— ¿Tenemos el número? — preguntó el líder de la mafia a los hermanos.

Sara asintió brevemente.

— Nuestros hackers han conseguido el número de ese tipo. Michele, manda la foto — dijo a su hermano sonriendo. Todo estaba saliendo bien por suerte. Pronto acabaría la misión y podrían descansar unos días.

                ***********

En el teléfono sonó una notificación de un mensaje. Yurio extrañado tomó su móvil. Nadie tenía su número. Era un mensaje vacío con un archivo adjunto. Abrió el archivo y lo que vio le sacó el aire de los pulmones. Apretó el aparato tan fuerte que podría haberlo hecho añicos.
— Cerdo... — gimió el ruso y salió del apartamento corriendo todo lo que su cuerpo daba de sí.
No, no, no, no, no, por favor, decía en su cabeza como si fuera un mantra.

No tardó mucho en llegar al apartamento de Yuuri. Cuando se acercó a la puerta, vio que estaba entreabierta. Entró despacio, rogando en su interior que su cerdito estuviera allí, pero sólo encontró a un tipo moreno agachado junto a un cuerpo.





Mermaid's loveWhere stories live. Discover now