Capítulo 2.

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Tras decir esto, el japonés salió del edificio y se dirigió derecho a su casa. Al fin y al cabo, con la hora que era, no era caso ir al trabajo

Cuando llegó a su pequeño apartamento, sacó su móvil y lo encendió. Había numerosas llamadas perdidas de su jefa.
Seguro que está muy preocupada, pensó Yuuri. Acto seguido marcó su número y escuchó un tono antes que descolgaran precipitadamente, en el otro lado del aparato se escuchó la voz agitada de Mila, su jefa.

— ¡Dios mío Yuuri! ¿ Dónde demonios te habías metido? ¿Estás bien?

— Si, si... — contestó el pelinegro— lo siento Mila, perdona por no haber ido hoy a trabajar, amanecí muy enfermo y no podía ni hablar por teléfono. Ahora me encuentro un poco mejor, tranquila.

Se escuchó un  suspiro de alivio desde el otro lado de la línea.
Mila había estado terriblemente preocupada, pensando qué podría haberle pasado a su empleado y amigo. Aunque Yuuri no llevaba mucho tiempo trabajando con ella, habían congeniado desde el principio de maravilla y le había tomado bajo su ala, como si fuera su hermano pequeño.
Yuuri no tenía familia y ese afecto fraternal que Mila le daba, lo había ganado enteramente.

— ¡ que susto me has dado chico!... Tranquilo, no importa lo del trabajo, me he apañado bien sola, pero no sabes el miedo que tenía a que te hubiera pasado algo ¡ casi llamo a la policía!

— lo siento— dijo Yuuri muy bajito.

— está bien— dijo Mila— lo importante es que estás bien, así que por hoy descansa y mañana ven a primera hora ¿de acuerdo jovencito?

— de acuerdo jefa — sonrió Yuuri — nos vemos mañana.

Tras colgar el teléfono, Yuuri se dio un baño caliente que era lo que más necesitaba después de todas las emociones que había tenido. Tras comer algo ligero se fue a la cama y durmió el resto del día.

Al día siguiente se levantó renovado y con mucha energía. Se vistió rápidamente con unos jeens y una camiseta azul oscuro de manga larga.
Mientras preparaba el desayuno no dejaba de pensar en el joven ruso y todo lo que habian hablado el día anterior.

Era demasiado sorprendente.

Y que eso le hubiera pasado a él, un chico tan simple era casi una ironía.
Terminó de prepararse con calma y salió a la calle. La tienda no estaba realmente lejos pero prefirió tomar el autobús que lo dejaba prácticamente en la puerta.

Cuando llegó, Mila lo abrazó fuertemente antes de regañarlo severamente por el susto que le había dado. Yuuri se disculpó una vez más con su jefa, una pelirroja muy vivaz y se pusieron a trabajar.

Pasaron los días y Yuuri no había vuelto a ver a aquel chico rubio, aunque tenía que admitir que no había podido dejar de pensar en él. Pensaba en esos ojos verdes tan intensos y en esa voz cálida y algo ronca.
En un momento en el que hacía un ramo de tulipanes rosados recordó cómo le había llamado cerdito de manera algo tierna y se sonrojó terriblemente.
Mila, como buena mamá gallina no le pasó desapercibido esos sonrojos y esos suspiros y se sonreía pensando que a su amigo quizá, le había pasado algo bueno y no se lo había contado.

— ey, Yuuri— llamó Mila tras percibir otro fuerte sonrojo del japonés.

Yuuri la miró con la mirada algo perdida.

— ¿si, Mila?

La pelirroja se acerco sonriendo con picardia a Yuuri y le pasó el brazo por los hombros.

— pequeño Yuuri... ¿Acaso te pasó algo bueno que no me has contado? — interrogó Mila — confiesa lindo nipon, ¿que me he perdido?

Yuuri se sonrojó aún más si eso era posible y desvío nervioso la mirada.

— b... bueno... es... es posible que haya conocido a alguien... — contestó Yuuri desvíando la mirada avergonzado.

Mila parpadeó divertida y señalandolo con un dedo acusatorio le exigió que le contará quien, cuando y cómo y por supuesto si iban a volver a verse.

Yuuri no sabía muy bien que contestar, se suponía que no debía hablar de ello, pero Mila era muy insistente y mientras no contara muchos detalles no creía que hubiera mucho problema.

— pues... verás... he conocido a un chico...

— ¡ja! — interrumpió Mila — ¡lo sabía! ¡lo sabía! ¿Y bien? ¿ Como se llama? ¿Donde lo conociste? ¿Es guapo?

Yuuri sonrió divertido ante el interrogatorio de su jefa.

— bu...bueno...lo conocí... lo conocí mientras paseaba por la ciudad — el japonés pensó que técnicamente no era mentira lo que le había dicho

— se llama Yuri.

Mila se rió al oir eso.

—¿se llama igual que tu? — preguntó Mila riendo sin parar— eso si que es una increíble casualidad...¡muy bien! Le llamaremos Yurio para no confundirnos— dijo la pelirroja con una gran sonrisa pícara en su cara.

Yuuri sonrió también divertido, con todo lo que le había contado aquel joven rubio, lo de llamarse igual lo había pasado por alto.

— sigue contando Yuuri, ¿ como es él? — preguntó ella curiosa.

Yuuri se puso rojo como un tomate y admitió mirando al suelo y muerto de vergüenza que era demasiado guapo para este mundo. Mila se reía a mandíbula batiente de su vergonzoso empleado y Yuuri deseó no haberle contado nada porque las bromas subidas de tono sobre ellos no pararon el resto del día, alegrando a la pelirroja y mortificando al japonés.

Y así pasó una semana más.

Yuuri realmente había dado por hecho que no le volvería a ver así que incluso comenzó a pensar que quizá lo había soñado todo.

Era sábado cuando después del trabajo y aprovechando que cerraban por la tarde, Mila invitó a un café a Yuuri en su casa. Así podrían hablar tranquilamente de sus cosas y sobre todo de su recién prometido, un guapo Suizo de pelo rubio miel y ojos verdes.
Mila lleveba unos años de relación y Christophe Giacometti , que así se llamaba el novio de Mila, por fin había dado el paso y le había pedido matrimonio. Por supuesto Yuuri aceptó la invitación y tras recoger el local salieron por la puerta apagando las luces.
Tras cerrar la puerta con llave se iban a dirigir al coche de Mila aparcado frente al local, cuando vieron que un hombre estaba apoyado contra el capó del auto.

— Yuri— susurró el japonés.

Mermaid's loveOù les histoires vivent. Découvrez maintenant