Capítulo 10.

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—¡Tú! —exclamó en un  susurro el policía.

Otabek se acercó al intruso sin bajar su arma. Ahí estaba. El policía no podía creerlo. Era el tipo de las grabaciones, no tenía duda de ello.

Yurio levantó las manos al verse encañonado. No es que le preocupara mucho que le dispararan, pero era doloroso y perdería un tiempo precioso mientras se recuperaba. Estaba furioso por no haber protegido a su cerdito. Pensó que alejándose de él estaría a salvo pero se equivocó y ahora lo lamentaba amargamente.

—¿Dónde está Yuuri Katsuki? — preguntó con una ira en la voz que lo  sorprendió a él mismo.

— Eso mismo te pregunto yo — contestó molesto el policia sin dejar de apuntar al joven rubio — ¿ Quién eres? ¿ Qué relación tienes con Katsuki?

Yurio chasqueó la lengua con fastidio.

— No hay tiempo ahora para explicaciones — dijo Yurio enfadado — Yuuri está en peligro y tengo que ir a buscarlo.

Otabek negó con la cabeza mientras se acercaba más a Yurio.

— De aquí no te mueves hasta que no me digas todo lo que está pasando.

— Maldita sea estúpido policia— gritó realmente furioso el ruso— tengo que irme ahora mismo o será demasiado tarde.

Otabek no se dejó impresionar por los gritos del joven y volvió a repetir las preguntas.
Yurio observó el cuerpo del suelo. Era aquel tipo que estaba pretendiendo a su cerdito. Paseó su mirada por toda la habitación pero no vio más sangre o signos de pelea. Eso le calmaba un poco, el cerdo no parecía que estuviera herido.

Cuando unos minutos antes le había llegado un mensaje a su móvil desde un número desconocido, no creyó que pudiera ser cierto. Alguien sin duda había hackeado los servidores para obtener su número y mandarle aquella horrible foto de su cerdito maniatado, amordazado y con los ojos vendados.
Yurio no tuvo que pensar mucho para saber quién estaba detrás. Seung Gil Lee... Ese cabrón lo había estado persiguiendo desde hace años, y antes de él su padre.
Había corrido hasta el apartamento del japonés con el alma en vilo rogando que no fuera cierto pero fue en vano. Pues el cerdito había desaparecido, el hombre del pelo plateado estaba muerto y ahora ese policía imbecil lo estaba reteniendo a punta de pistola para interrogarlo.

Otabek se quedó en silencio esperando alguna respuesta que no obtuvo.

— Vamos, habla— apremió el policía

Yurio bajó las manos y se dio la vuelta para irse, pero Otabek le dijo algo que le hizo parar en seco.

— No has envejecido ni un día...no creas que no te conozco. Llevo investigandote años, y mi padre también.

Yurio miró al policía a los ojos.

— ¿Tu padre? — preguntó con voz ronca el rubio y con una mirada de reconocimiento— ¿Serik Altin era tu padre?

Otabek abrió los ojos de par en par de la impresión.

— ¿Conocías a mi padre? — preguntó Otabek confundido — ¡Basta! — gritó fuera de si el policía — ahora mismo te vienes para la comisaría, ¡estás detenido por obstrucción y homicidio!

Yurio no podía creerlo. El hijo de Serik estaba ante él y era igual de terco que fue su padre, pensó con una sonrisa triste. El ruso se acercó despacio a Otabek.

—¿Otabek, verdad?

—¿cómo sabes mi nombre? — preguntó sin dejar de apuntar al pecho del joven rubio.

— Es una historia algo larga y ahora nos quedamos sin tiempo — contestó Yurio tratando de razonar con el terco inspector. Cielos, estos Altin eran tan testarudos...— te prometo que te lo explicaré todo pero no ahora.¿Quieres saber? Ven conmigo, ayúdame a recuperar a Yuuri y a terminar con Seung Gil Lee.

A Otabek le daba vueltas la cabeza. El líder de la mafia coreana, su padre, el tal Katsuki y este tipo extraño que nunca envejecía parecían estar relacionados, pero ¿cómo?
Sin pensarlo mucho estrechó la mano que Yurio le tendía y aceptó. No sabía que iba a pasar pero su instinto le decía que debía ayudar a ese tipo extraño y su padre solía decirle que siempre siguiera su instinto.

—Será mejor salir de aquí, en pocos minutos vendrán la ambulancia y mis compañeros — dijo Otabek. Y como se hubiera vaticinado ese hecho, comenzaron a oír sirenas a lo lejos, acercándose al lugar.

— Larguemonos de aquí — asintió Yurio.
Salieron a la calle y subieron a la moto que Otabek había dejado en la puerta. El policía arrancó y partieron a toda velocidad.

No tardaron mucho en llegar al apartamento del inspector. Antes de hacer cualquier tipo de acción debían pensar en una estrategia y minimizar los riesgos para Yuuri.

Otabek se sentó en el sofá y abrió su portátil. Yurio mientras, daba vueltas por el salón bastante agitado. Aunque sabía que el japonés estaba vivo porque sin duda lo iban a usar de señuelo para poder llegar a él, saber que su preciado cerdo estaba en poder de Seung Gil Lee le helaba el alma.

—Muy bien— dijo Otabek mostrando todos los archivos que tenía sobre él al rubio— creo que va siendo hora que me expliques todo esto.

Yurio se sentó junto al policía para echar un vistazo. Vaya. Realmente había reunido mucha información, más de la que creía. Reconoció hechos de su pasado y se dio cuenta que esas imágenes las había conseguido Serik sin duda.

El joven ruso suspiró pensando en la larga charla que le esperaba. Sospechaba que ese tozudo de Otabek no iba a parar hasta saberlo todo.

— y bien... — apremió el inspector— comienza con tu nombre y explícame que hacías en el apartamento de Katsuki.

—Mi nombre es Yuri Plisetsky. Hará una media hora llegó a mi teléfono este mensaje— dijo Yurio mostrando la fotografía a Otabek— ¡maldita sea! Ese malnacido de Seung Gil se lo ha llevado.

El policía vio en la imagen a un pequeño pelinegro con las manos atadas, los ojos vendados y una mordaza en la boca. Se podía apreciar que tenía las mejillas húmedas de las lágrimas. Debía estar muy asustado. Junto a él, un cartel dónde ponía una dirección. Debía ser ahí dónde lo tenían.

— Supongo que éste de aquí es Katsuki— dijo Otabek más cómo una afirmación que cómo una pregunta.

Yurio asintió confirmando lo dicho por el otro.

— Y he de suponer también, que tu relación con este chico es que fue víctima de una agresión que tu detuviste — continuó Otabek.

Yurio confirmó una vez más los hechos.

—De acuerdo — siguió el policía — lo principal es saber por qué te busca el líder de la mafia coreana con tanto ahínco como para secuestrar y matar.

Yurio miró fijamente a Otabek y sin vacilar contestó la pregunta.

— Seung Gil quiere matarme.

El inspector se sorprendió un poco por la naturalidad con que dijo aquello.

—¿Por qué?

—Eso...eso no puedo decírtelo — evadió la pregunta el ruso.

—¿Y qué relación tenías con mi padre?¿Por qué mi padre te estaba investigando?

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