Capítulo 1.

130 9 0
                                    


A lo lejos se oían las sirenas de la policía y la ambulancia. Yuri le tomó en sus brazos y salió a toda prisa del callejón. Debían salir de allí antes de que llegara toda la maldita comisaría.
Yuri miró al joven, indeciso. No podía dejarle en el callejón en ese estado ni llevarle a un hospital, cuando volviera en sí podría contar lo ocurrido a alguien y no podía arriesgarse a eso. Tras pensarlo un momento, se dirigió a su apartamento con pasó rápido. No era buena idea llevarle a su casa, pero no se le ocurría nada más en ese momento.

Sus pasos resonaban en el silencio de la noche. No había ningún transeúnte a esas horas de la madrugada, de lo cual Yuri estaba muy agradecido. Llegó a su destino sin problemas y abrió la puerta aún con el joven en sus brazos, entró en el apartamento y cerró la  puerta de una patada. Sin molestarse en encender la luz se dirigió al dormitorio y dejó al chico en la cama con suavidad. Parecía que iba a tardar en volver en sí.
Cansado, se sentó en la butaca que había junto a la cama y se quedó dormido también.

El sol estaba ya en lo más alto cuando Yuuri abrió los ojos. Tardó en poder enfocar su mirada. Le dolía la cabeza y se sentía muy cansado, como si tuviera una terrible resaca después de una noche de fiesta. Miró a su alrededor sin saber muy bien donde estaba y qué había pasado cuando vio al joven rubio dormido junto a la cama.
En ese momento, todos los recuerdos le vinieron  a la mente y alarmado se levantó rápidamente de la cama. Tratando de hacer el menor ruido posible salió de la habitación. Se dirigió a la puerta de puntillas cuando una voz lo detuvo en seco.

—¿estás bien?— preguntó el rubio preocupado.

El joven japonés se giró asustado.

—¿Te encuentras bien?— volvió a preguntar Yuri acercándose él.

— S...si— Contestó Yuuri muy alarmado al ver que habían descubierto su huida.

— Comprendo que debes estar muy confundido con todo lo que pasó anoche... Por favor, no tengas miedo, no voy a lastimarte, déjame explicarte...

Yuuri escuchó sus palabras y se calmó un poco. Al fin y al cabo, ese joven rubio lo había salvado hace unas horas y aunque estaba tremendamente conmocionado por el hecho de que estaba ahí de pie tan tranquilo después de haber muerto, le debía la vida y la oportunidad de explicarse al menos.

— Todo esto es muy extraño — dijo Yuuri — Yo te vi... estabas muerto... no... no puede ser...

El rubio le observó detenidamente.
Si que era lindo, pensó. Anoche estaba demasiado cansado para apreciarlo, pero ahora, a la luz del día, podía ver su rostro con claridad. Era un  rostro muy hermoso, con la piel de un tono suave y tiernos y rasgados ojos chocolate, enmarcados con unas lindas gafas con marco azul. Era evidente que era japonés. Sus espesas pestañas negras se curvaban hacia arriba y sus labios generosos tenían un precioso tono melocotón. El suave cabello de un  negro profundo, un tanto despeinado, le caía de forma graciosa por la frente.
Yuri perdió un poco el hilo de sus pensamientos. Finalmente se centró en la conversación y con un suspiro trató de explicarse lo mejor posible.

—Soy Yuri Plisetsky — dijo con determinación — ante todo, quiero que entiendas que no voy a hacerte daño. Sé que es difícil de comprender y más difícil aún de creer lo que voy a decir, pero quiero que lo intentes... Soy inmortal.

Yuuri parpadeó varias veces perplejo.

—¿In... inmortal? — dijo Yuuri totalmente confundido. ¿El había dicho inmortal? ¿Cómo podía ser eso cierto? Se preguntó alarmado. Este chico debía estar completamente loco... y aún así ¿acaso no había muerto delante de él y vuelto a la vida? ¿Cómo podía no ser cierto, si él lo había visto con sus propios ojos? Finalmente aceptó la verdad y asintió suavemente.

Yuri suspiró aliviado.

— Desde luego no puedo negar que eso sea cierto... — Dijo el pelinegro más a sí mismo que a Yuri. — ¿Pero cómo puede ser eso posible? Eres inmortal... — El japonés adoptó un aire de sospecha — ¿ acaso no eres humano? —preguntó agitado.

Yuri sonrió un poco. Ese tierno cerdito seguro que pensaba que era un vampiro o algo peor.
Sin borrar la sonrisa de su boca, se acercó un poco más a él, pero al ver que el joven retrocedía, paró su avance y se encogió de hombros.

— Si soy humano— dijo tristemente el rubio.

— Pero cómo puedes ser humano y ser inmortal....— replicó el pelinegro.

Yuri suspiró cansado.

— Hace muchos años, yo era un joven pescador que vivía en la ciudad costera de Gelendzhik, en Rusia. Una noche, salí a pescar en mi barca y me sorprendió una tormenta. Pensé que moriría ahogado sin remedio cuando una gran ola volcó mi barca y caí al agua hundiéndome en la profundidad del mar...

Yuri frunció el ceño como si aquellos recuerdos fueran dolorosos para él. El joven japonés le observaba compasivo y con un susurro le pidió que continuara su historia. El joven ruso desvió la mirada al suelo mientras recordaba aquel suceso de su vida y tragando saliva, prosiguió su relato.

— Estaba hundido en el agua helada, entonces, una luz me envolvió en la oscuridad y vi el rostro de una joven sonriéndome—  la expresión del rubio se serenó un poco — la joven acercó su rostro al mío y me besó... Entonces me di cuenta de lo que pasaba... era... una sirena.

Yuuri sofocó una exclamación de asombro tapando su boca con la mano, patidifuso continuó en silencio esperando que él terminará con su historia.

— Después de su beso, noté que podía respirar bajo el agua igual que si fuera aire... Entonces me llevó nadando a la orilla y tras volver a sonreír, se sumergió en el agua... Y nunca la volví a ver.

Yuuri pensó que que eso parecía ponerle triste.

— De eso hace ya doscientos quince años... — siguió contando el joven ruso — En Rusia tenían la firme creencia que si una sirena se enamoraba de un humano y le daba un beso, su amor le hacía inmortal... supongo que después de todo, no eran cuentos de viejas — dijo con una sonrisa de medio lado.

Miró al pelinegro un tanto nervioso, esperando su reacción. Deseando que le creyera, que le aceptara.

Yuuri devolvió la mirada y entonces sonrió también. Una sonrisa sincera y amable que al rubio le acarició el alma.

— Es asombroso lo que me has contado... Yuri — le llamó él por su nombre.

Al joven ruso le sonó su nombre muy dulce en sus labios.

— Yo soy Katsuki, Yuuri Katsuki

— Hola... Yuuri Katsuki— respondió Yuri con calidez.

El japonés le miró totalmente fascinado no sólo por su increíble historia, también era muy apuesto. Alto y fuerte, de aspecto juvenil.
Representaba como un joven de unos veinte años aunque era más que evidente que tenía muchos más, pensó Yuuri con una mueca, un par de cientos más de hecho... Su pelo, un poco largo era de un rubio luminoso, sus ojos verde esmeralda como un mar profundo.
Su rostro era muy masculino, de mentón fuerte y boca hechicera. Yuuri notó que se sonrojaba un poco y desvío la mirada.

— Creo que debería volver a casa ahora...no te preocupes... no es necesario que me acompañes — dijo el pelinegro rompiendo el silencio.
Yuri asintió lentamente y con un poco de pena le acompañó hasta la puerta.

— Cerdito...— llamó el rubio dulcemente.

Yuuri volvió hacia él su mirada.

— ¿ Cerdito? — preguntó el japonés un poco ofendido.

— No le cuentes a nadie quien soy. Nadie más debe saberlo. Por mi seguridad... Y por la tuya, ¿ de acuerdo cerdito?

Yuuri, asintió rápidamente para tranquilizarle.

— por supuesto, no se lo contaré a nadie. A demás— dijo sonriendo ampliamente — ¿quién iba a creerme?

Tras decir esto, el japonés salió del edificio y se dirigió derecho a su casa. Al fin y al cabo, con la hora que era, no era caso ir al trabajo.

Mermaid's loveWhere stories live. Discover now