Capítulo 3.

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—Yuri— susurró el japonés.

Mila miró a ese hombre de infarto que estaba echado en su coche y que parecía que los estaba esperando. Cuando oyó a su amigo decir su nombre se sorprendió y con resolución tomó de la mano a Yuuri y lo llevó hasta el joven que miraba al japonés con ¿ternura?

— Yuri... Pensé que no volvería a verte
— dijo el pelinegro muy bajito y bastante sonrojado.

El rubio le miró a los ojos color chocolate que tantos desvelos le habían dado esas semanas y pensó que ese cerdito tan tierno se veía muy lindo sonrojado.

—Ey cerdo— dijo el joven ruso con la voz algo ronca por querer disimular la emoción de ver de nuevo al japonés — sólo quería ver que tal estabas...

Yuuri sonrió un poco, aunque le llamara cerdo, lo hacía de una forma tan íntima que no le molestó como la primera vez.

Mila los miraba a los dos aguantando la risa.
Eran dos tontos.
La pelirroja carraspeó un poco haciéndose notar y con una sonrisa saludó al rubio.

— hola Yurio, yo soy su jefa, Mila

El joven ruso miró un tanto divertido a la mujer.

—¿Yurio? — preguntó extrañado el rubio mirando a Yuuri.

— bueno— dijo Mila alzando los hombros— así no os confundiré, ya que os llamáis los dos igual — y guiñó un ojo a Yuuri que desvío la mirada un tanto avergonzado.

El recién bautizado Yurio se encogió de hombros como restándole importancia y se acercó más a Yuuri.

— ¿me acompañas a por un café, cerdo? — preguntó a Yuuri.

El pelinegro miró a su jefa un poco nervioso, al fin  y al cabo ya había hecho planes con ella y le daba un poco de pena dejarla plantada.
Ya iba a rechazar la invitación cuando Mila contestó por él.

—claro que quiere— y dio un empujoncito a Yuuri hacia aquel rubio de ataque, tras lo que se subió a su coche y tocando el claxon a forma de despedida, se fue a gran velocidad.

Yuuri, negó con la cabeza, Mila desde luego conducía como una demente.

— vamos— dijo Yurio, y tomando el brazo a Yuuri, comenzó a caminar calle arriba hacia la zona de cafeterías.

Caminaron  en un silencio muy agradable hasta que llegaron a una pequeña cafetería muy acojedora con lindas ventanas con cristaleras de  colores, suelos y paredes de madera barnizada y pequeñas mesas y sillas de formas, colores y estilos diferentes haciendo que el lugar fuera único y original.
Un delicioso aroma a café llegaba hasta la calle y les inundó las fosas nasales cuando entraron al local.

Se sentaron en una mesa cerca de una ventana y miraron la carta.
La camarera se acercó a ellos poniendo ojitos al japonés que se veía muy lindo con el fino suéter azul con cuello de pico, dejando ver sus delicadas clavículas y esos ojos rasgados tan cálidos enmarcados en unas lindas gafas azules.
Yurio miraba  a la camarera con el ceño fruncido. Si que era lenta para tomar un simple pedido.
Tras pedir un latte macciatto y un cappuccino, la camarera retiro la carta y se acercó a la barra a pedir la comanda.
Yurio suspiró con alivio al ver cómo se alejaba y miró fijamente al cerdito haciendo que se sonrojara.

— de verdad me alegro de verte Yurio— dijo Yuuri con una pequeña sonrisa que aceleró un poco los latidos del rubio.
Yurio se reclinó un poco en la silla cruzando descuidadamente los brazos sobre su pecho y sonrió al japonés.

— Sólo quería asegurarme que estabas bien después de semejante experiencia...supongo que fue demasiado para ti. ¿Estás bien, Yuuri?

El japonés volvió a sonrojarse suavemente cuando oyó al ruso llamarlo por su  nombre.

— es... estoy bien, Yurio. Si que fue algo...extraño lo que pasó, pero a la vez fue maravilloso...quedé cautivado por tu historia...sin lugar a dudas es lo más fantástico que me ha pasado nunca — dijo Yuuri en un arranque de sinceridad que después le avergonzó.

Yurio lo miró complacido por lo que decía el pelinegro. Y se sorprendió pensando que también quería conocer su historia, quería saber todo de él.
Yuuri le pidió que le contará más cosas de él, después de más de dos siglos de vida, seguro le habían pasado cosas increibles.
El rubio le contó muchas anécdotas, algunas divertidas, otras tristes, otras terroríficas pero todas emocionantes. Había muerto cientos de veces, ayudado a miles de inocentes... Había visto guerras, grandes avances, llegar el hombre a la luna, la llegada de Internet.... Y todo de primera mano.

Yuuri lo escuchaba extasiado con los ojitos muy abiertos y la boca entreabierta por la emoción.
Yurio no podía dejar de notar esos labios y empezaba a tener pensamientos muy locos de él besándolos.
El rubio sacudió un poco la cabeza para deshacerse de esos pensamientos antes de que lo dominaran por completo.

—¿y tu que, cerdo? — preguntó Yurio— ¿cuál es tu historia?

Yuuri negó con la cabeza. Su vida desde luego no era ni remotamente tan interesante como la suya. De hecho, era bastante aburrida y se sintió un poco estúpido y falto de experiencia por lo que se avergonzó.

Yurio adivinó el rumbo de sus pensamientos por lo que le dijo.

— No pienses que tu vida es aburrida o insípida, no puedes comparar tu vida con la mía, yo he vivido dos siglos de experiencias, pero, aunque tu vida haya sido mucho más corta, es igualmente preciosa e importante.

Yuuri jadeó por la sorpresa. ¿ A caso leía el pensamiento?
Yurio rió con ganas al ver la cara del cerdito.

— No... No leo el pensamiento — y volvió a reír más fuerte al ver la cara de asombro del japonés— después de tantos años conociendo a tantas clases de personas, supongo que no me cuesta leer en sus caras lo que están pensando, y tu cerdito, eres un libro abierto.— le dijo guiñando un ojo.

Yuuri rió también con ganas y al ruso le pareció que tenía la risa más hermosa de todas.

— bueno... No tengo mucho que contar — dijo Yuuri— nací en Japón, y viví con mis padres y mi hermana en un pueblo junto a la costa llamado Hasetsu, allí mis padres tenían un hotel con aguas termales.
Era divertido conocer a los turistas.— Yuuri sonrió con nostalgia — cuando tenía ocho años, mis padres y mi hermana mayor murieron en un accidente de coche — los ojos chocolate se nublaron un poco por el recuerdo doloroso, haciendo que Yurio quisiera abrazar al cerdito para reconfortalo.

— cómo no tenía más parientes, me llevaron al orfanato donde he vivido hasta que cumplí los dieciocho años, luego tuve que irme de allí, estuve buscando un trabajo hasta que conocí a Mila y me contrató enseguida...gracias a ella, pude encontrar un pequeño apartamento y comenzar a vivir mi vida, le debo mucho a mi jefa — comentó con una pequeña sonrisa—¡y eso es todo! Realmente no he tenido una vida muy interesante — dijo en cogiendo los hombros.

Yurio lo miraba fascinado.

Puede que no hubiera vivido mucho, pero veía que igualmente había sabido enfrentarse a los obstáculos y las penas con bastante fortaleza, y eso le había gustado. El ruso le sonrió también.

— deberíamos irnos ya— dijo Yurio.

Pagaron la cuenta y salieron de la cafetería.

— te acompaño a casa cerdo, no sea que te de por irte por otro callejón sin salida— dijo de manera socarrona el ruso.

Yuuri se sonrojó violentamente por recordarle lo que le había pasado por ir caminando a deshora, y desviando la mirada asíntio varias veces.

Mermaid's loveWhere stories live. Discover now