Capítulo 6.

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Viktor dio su visto bueno y esperó a que terminara el ramo mientras charlaban un rato. Luego pagó el precio y despidiéndose con la mano, salió del local.

La jornada terminó poco después y Yuuri comenzó a recoger.
Ese día Mila no estaba, con lo cual no quería salir muy tarde para casa. Así que dándose prisa terminó de limpiar y salió a la calle precipitadamente.

En la puerta estaba Viktor, con el ramo en la mano.
Yuuri sorprendido, cerró la puerta con llave y se paró frente al mayor con una ligera sonrisa.

—Viktor, ¿qué haces aquí? —preguntó el joven.

— Bueno, pensé que podríamos ir a tomar algo y conocernos mejor...— contestó Viktor, entregando las flores al japonés.

Yuuri tomó el ramo y lo miró divertido, el ramo era para él desde el principio.

— Lo siento, estoy muy cansado hoy, prefiero irme a casa, pero si quieres puedes acompañarme, no queda muy lejos, podemos ir dando un paseo.

Viktor aceptó la sugerencia y echaron a andar camino a casa de Yuuri.

Hablaron muy animadamente todo el trayecto, hasta que llegaron a su destino.

— Yuuri... yo... — comenzó a decir Viktor desviando la mirada — me gustaría que nos viéramos un día y quizás comer juntos o tomar un café...

El pelinegro apretó el ramo contra su cuerpo, avergonzado.
¿Le estaba pidiendo una cita?
No estaba seguro de que contestar, acababa de conocerle y además Yurio...aún pensaba en él, aunque sabía que no iba a volver a verle jamás, se resistía a aceptarlo.

Viktor notó su reticencia.

— Lo siento, fui demasiado atrevido—el mayor pareció sonrojarse levemente — no contestes si no quieres, en otra ocasión quizá...

Yuuri sintió una punzada de remordimiento.
Viktor era un hombre genial, socio y amigo de la infancia  del prometido de su mejor amiga. Divertido y guapo. ¿Por qué dudaba tanto?
Aunque su corazón no estaba seguro, tomó una resolución.

— un café estaría bien — dijo precipitadamente.

Viktor abrió los ojos asombrado por un momento, y sonrió dulcemente mientras tomaba la mano del menor.

— ¿te parece bien, el sábado a las 5?

Yuuri asintió con suavidad y sonriendo divertido, se giró bruscamente y entró corriendo a su portal.

— Es lo mejor para él... — Yuri observaba la escena desde la distancia.
Estaba molesto.
De hecho estaba muy molesto.
Ver al cerdo con otro chico le molestaba más de lo que quería admitir, aunque fue él mismo quien cortó relación con Yuuri, le estaba costando mucho mantenerse al margen.
Debía irse de la ciudad un tiempo, pero el corazón se le encogía sólo de pensarlo.
¿Qué debía hacer?
Él no podía estar con el hermoso japonés, pero tampoco quería que Yuuri estuviera con nadie más.

—¡Que estupidez!—Se dijo a sí mismo—olvídate de él...por su bien.

El sábado llegó antes de que Yuuri se percatase de ello y con la llegada del día de su cita con Viktor, llegó también una serie de bromas subidas de tono a costa del pobre Yuuri por parte de su jefa, y por desgracia también de Chris, que se había pasado por allí, según él, con el único propósito de molestar al japonés hasta que se pusiera más rojo que las rosas con las que Yuuri hacía un ramo.

El pelinegro se había sonrojado tanto a lo largo de toda la mañana por las insinuaciones de los prometidos que creyó que toda la sangre de su cuerpo se iba a concentrar en sus mejillas.

— Por última vez chicos... — trataba de explicarse Yuuri mientras preparaban el cierre— esto no es una "cita cita" es sólo un café entre amigos.

Pero justo cuando acababa de decir eso, apareció Viktor con un traje bastante formal preguntando a Yuuri si estaba listo para su cita.

Mila y Christoph empezaron a reírse a grandes carcajadas.
Viktor miraba un poco confuso a su socio y su amiga y Yuuri muerto de vergüenza, estaba más rojo que en toda la mañana.

— ¿Qué es tan divertido? — preguntó el platinado sonriendo sin comprender.

Yuuri negó con la cabeza mirando hacia arriba con pesar, gesto que arrancó una risita a Viktor, y tomando del brazo al mayor, lo sacó del local provocando aún más risa en sus amigos.

El japonés tenía las mejillas tremendamente rojas y parecía estar muerto de vergüenza.
Viktor se compadeció un poco de él, aunque le parecía muy adorable con ese sonrojo  y trató de tranquilizar a Yuuri.

— Olvídate de esos dos, que siempre están con sus bromas y vamos a por ese café ¿de acuerdo? — dijo Viktor.

Yuuri asintió varias veces con un poco de desesperación por evitar el tema de la "cita" y comenzaron a caminar hacia el centro para encontrar alguna buena cafetería.

Pronto encontraron una cafetería con un estilo muy moderno y algo minimalista, con el suelo de pulcras losas grises oscuras y paredes en tonos suaves. Todos los muebles eran blancos con detalles cromados, de aspecto muy moderno, pero cómodos y sencillos. Tenía grandes ventanales por los que entraba mucha luz.
Entraron y pidieron una mesa apartada.
Cuando se sentaron, un camarero les entregó los menús.

Yuuri pidió un cappuccino y un trozo de pastel de fresas. Viktor pidió un café expresso y un muffin de arándanos. Cuando el camarero anotó la comanda se alejó para servir lo que habían pedido.
Yuuri miró a su alrededor mirando el local. No estaba mal, desde luego, pero realmente prefería aquella otra más rústica y acogedora a la que había ido con Yurio...Yurio...aún no le había olvidado.
Viktor notó que el japonés estaba muy callado.
—¿en qué piensas Yuuri? — preguntó el platinado.

El japonés se apenó un poco, ya que estaba pensando en otra persona cuando se suponía que había aceptado ésta clase de "cita" para conocerse mejor.

— No...en nada en particular...siento estar un poco distraído... — se disculpó Yuuri— ¿por que no me cuentas un poco de tí?

En ese momento el camarero trajo los pedidos y mientras lo tomaban, charlaban animadamente.
— yo siempre he vivido aquí en San Petersburgo con mi familia— comentó Viktor — aunque he viajado mucho por el trabajo me temo que no he podido conocer los lugares a los que he ido — dijo con pena.

Siguieron hablando de sus vidas, sus gustos, cine, música...Cuando Yuuri comentó que le gustaba cocinar y que su plato estrella era el katsudon, Viktor le pidió que se lo cocinara algún día y que él, en cambio no era capaz de hacer ni el plato más sencillo.

— el día que intenté cocinar una omelet, prendí fuego a la sartén y casi quemo la cocina — dijo el platinado un poco avergonzado— así que tanto mis padres como el mismo Chris me pidieron encarecidamente que por favor, no volviera a intentarlo.

El japonés reía con ganas, no había conocido nunca a alguien tan torpe para la cocina.

Luego Viktor explicó que le encantaba patinar sobre el hielo y que practicaba ese deporte desde niño, aunque nunca llegó a ser profesional. Al oír eso, Yuuri comentó sonriendo que el también sabía patinar, pero que no lo hacía desde hace muchos años y que probablemente incluso se le hubiera olvidado como se hacía.

— ¡Amazing!— exclamó Viktor de repente con una gran sonrisa en forma de corazón— que te parece si yo te llevo a patinar y a cambio tu, me preparas un poco de ese katsudon...

Yuuri aceptó la oferta después de pensarlo un poco. A fin de cuentas se estaba divirtiendo en esta "no cita".

— vamos— fijo el platinado— te acompaño a casa.
Pagaron la cuenta y salieron de la cafetería rumbo a casa de Yuuri.

Mermaid's loveOn viuen les histories. Descobreix ara