Capítulo 11.

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—¿Y qué relación tenías con mi padre?¿Por qué mi padre te estaba investigando?

Yurio se permitió sonreír un poco al recordar al viejo kazajo. Habían pasado treinta años, pero aún recordaba su terquedad aunque también su valentía y su lealtad.

— Por la misma razón que tú — contestó el rubio — ya has visto su investigación. Hace treinta años tu padre se dio cuenta de lo mismo que te diste cuenta tú. Era un tipo muy suspicaz. Se ve que le has salido en eso...

—En aquel tiempo — continuó Yurio— el padre de Seung Gil Lee estaba tras de mí. Llevaba años buscándome, aunque siempre conseguí zafarme...

—Un momento— interrumpió Otabek confundido —¿años? ¿Has dicho años? ¿Cómo puede ser eso posible?

Era igual que Serik pensó una vez más Yurio, como un perro de presa, sin soltar su agarre hasta estar satisfecho.

—Eso ahora es lo de menos — eludió el rubio — lo más importante es que en su momento, le dije a tu padre que olvidara el asunto por su seguridad, pero no me hizo Caso. Se empeñó en ayudarme a acabar con el líder de la mafia coreana. Se involucró demasiado conmigo y por ello fue eliminado.

—Mi padre murió en un accidente de coche — dijo negando Otabek con la cabeza.

—Fue el padre de Seung Gil. Lo sacaron de la carretera y murió casi en el acto.

—¡Es imposible! — gritó el policía con una mezcla de confusión, tristeza y enfado — ¿tu cómo lo sabes?

Yurio suspiró compungido.

—Por qué yo estaba en el coche con él.

Otabek parpadeó varias veces intentando asimilar lo que acababa de oír. Entonces se levantó bruscamente y tomó al rubio fuertemente del cuello de la camisa hasta casi levantarlo en el aire.

— ESO ES IMPOSIBLE— gritó con tal furia que le temblaba todo el cuerpo— ESTARÍAS MUERTO....¿! POR QUÉ DEMONIOS NO ESTÁS MUERTO!? ¿¡QUÉ COJONES ERES TÚ!?

Yurio se zafó de su agarre. Otabek sacó su arma y apuntó al rubio en la cabeza.
—¿Qué coño eres tu? — volvió a preguntar con una voz fría como el hielo.

— Soy inmortal.

Otabek rió como un histérico.

—¿Me tomas por estúpido? — preguntó más furioso aún —¿cómo puedes siquiera pensar que voy a creer semejante...

—Disparame—lo interrumpió tranquilamente Yurio.

—¿Qué? —preguntó el kazajo. Por un momento pensó que no había oído bien.

—Que me dispares. Pégame un tiro. Mátame y te lo démostraré, igual que se lo demostré a tu padre.

Otabek cerró los ojos fuertemente mientras le carcomia la duda y la ira. Que lo matara decía ese loco. Cómo demonios iba él a hacer algo así...

—Hazlo— arremetió Yurio

Otabek se removió inquieto.

—¡HAZLO! — exhortó el ruso.

Otabek perdió el juicio un instante y disparó su arma contra aquel tipo. Un certero tiro en la frente. Yurio cayó muerto al instante y comenzó a desangrarse con rapidez ante un aterrorizado policía.

Dios mío, pensó Otabek,¿qué he hecho? El kazajo temblaba ante la enormidad que había cometido. Se dejó caer junto al cadáver de Yurio con la pistola aún en la mano y mesandose los cabellos con rudeza.

— Nunca me acostumbraré a esto — dijo Yurio incorporándose ante la estupefacta mirada de Otabek.

—Qué diablos... — el policía no pudo terminar la frase. El rubio se estaba poniendo de pie con cierta dificultad. Acababa de matarlo y estaba ¿vivo? Era una locura.

Yurio se puso de cuclillas junto a Otabek para poder mirarlo a los ojos.

— Entiendo que estés confuso ahora mismo Otabek, pero necesito que reacciones. Yuuri está en un grabe peligro, no podemos demorarnos más.

El kazajo asintió lentamente con la cabeza, sin poder apartar la vista del rastro de sangre que tenía el joven en la frente. Ya no quedaba rastro del agujero de bala, pero la sangre le mancha a el rostro y el cabello. Un charco de ella estaba en el suelo de su salón.
—¡Otabek, maldita sea, reacciona! —insistió Yurio— tenemos que irnos cuanto antes.

Otabek se levantó del suelo.

—Esto realmente no me lo esperaba —dijo el policía con la voz un poco temblorosa —Está bien...busquemos la dirección y acabemos con ese cabrón.

Otabek parecía haber vuelto a sus sentidos, pensó Yurio, oh sí...era idéntico a su padre. Una sonrisa le curvó los labios al pensar en Serik.

Al principio el padre de Otabek se había vuelto incluso más irracional que su hijo, pero después de demostrarle que era inmortal, no sólo se lo tomó bien, si no que además se obstinó en ayudarle a terminar con el padre de Seung Gil y decapitar a la mafia de Corea. Ojalá le hubiera hecho caso en aquel entonces, pero Serik tenía la cabeza tan dura como una roca.

Otabek se puso a la altura de su padre y una vez más, Yurio fue a enfrentar a su enemigo con un Altin junto a él. La historia tendía a repetirse en un ciclo sin fin, eso el ruso lo sabía muy bien.



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