Cap. 9: Diferente a las demás

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“Laila, no hay razón para cohibirse”, pensé cuando todas me miraron y enarcaron una ceja, daba miedo lo parecidos que eran sus gestos. ¿Y porqué me miraban así? Por una simple e insignificante razón. Mis pantalones negros y ajustados, la ligera blusa gris que dejaba descubierto parte de mi abdomen y hombro, mi cabello rubio largo alborotado y mi maquillaje, labios algo rojos y mascara de pestañas negra. En cambio... todas ellas estaban vestidas como si fueran las esposas de un pastor evangélico. Faldas negras y cafés que llegaban hasta la rodilla, chalecos color pastel holgados, el cabello arreglado en una trenza o con un cintillo y el rostro totalmente libre de maquillaje.  

Comencé a escuchar unos murmullos y tontas risitas, decidí no darles importancia y comenzar a recorrer el lugar. Después de todo no me podrían hacer nada por ser diferente, sólo marginarme y ser desagradables conmigo... pero da igual, ya he pasado por eso y no me afecta en lo más mínimo.

Caminé por entre las chicas sin siquiera mirarlas y me dirigí hasta lo que parecía ser la salida de ese salón, luego comencé a detallar el lugar por dentro. A decir verdad todo parecía ser muy ordenado y pulcro, había grandes cortinas que cubrían los ventanales, los tapices de las pareces era de un gusto exquisito, los pisos de las más finas maderas y baldosas, cuadros adornaban algunas paredes y hermosas lámparas colgaban del techo. Al menos el lugar no estaba feo y eso era una ventaja que me haría sentir cómo e incomoda a la vez, incomoda porque es tan elegantoso que me dan ganas de remodelar todo quemándolo. Sí, destructiva, lo sé.

-Señoritas.- dijo la voz de un viejito de traje negro.-¿Serían tan amables de pasar al Gran Salón para escuchar la bienvenida de nuestra directora?.- dijo con amabilidad.

Agarré la correa de mi bolso con ambas manos y seguí a la multitud a través de un pasillo que tenía las pinturas de todas las directoras que ha tenido la institución, y eran varias. Me fijé en la última, una mujer de cabello castaño, ojos azules y una sonrisa bastante maternal, sólo esperaba que la verdadera se viera igual de agradable.

Pronto llegamos a un salón con un piso blanco y lustroso, paredes con tapiz blanco invierno lleno de diminutos diseños y varios adornos que combinaban a los lados. Fijé mi vista en un podio que estaba delante de los asientos y con otros cuantos detrás, me senté en una de las butacas de la orilla y esperé a que todo comenzara.

Minutos después una mujer que era idéntica a la de la pintura estaba parada frente al podio, y tras de ella una hilera de maestro miraba expectante a las estudiantes. Por alguna razón me acordé de Hogwarts en Harry Potter, claro que aquí no tendría ninguna cámara secreta que descubrir ni tampoco me atacaría un gigante en el baño, por lo que podía estar tranquila.

-Bienvenidas queridas alumnas al Archibald International Academy, para las que no me conozcan soy Annabel Price, su directora.- dijo con una voz sumamente diplomática y una cálida sonrisa en el rostro.-Cada año recibimos a más de quinientas nuevas estudiantes que serán parte del largo camino por recorrer...- y bla bla bla. No tenía planeado escuchar todo su discurso, además algo me decía que sería terriblemente largo.

Me acomodé en el asiento y disimuladamente me puse los auriculares para escuchar música en mi móvil, esa si era una buena idea. La chica del lado me miró con desaprobación al notar mi gesto, pero yo la miré con mi cara más seria y asesina, lo que hizo que se volteara algo temerosa. Sonreí por dentro al ver que se tensó, ni que fuera a golpearla o algo parecido, exageradas.

Los aplausos de las muchachas me sacaron de mi mundo del rock, por reflejo comencé a aplaudir como ellas y me levanté del asiento imitándolas. Me pregunté que era lo maravilloso que había dicho esa mujer para ganarse unos aplausos tan estrepitosos, me saqué los audífonos y los guardé dentro del bolso justo para escuchar la indicación de que podían retirarse a las habitaciones y para que las nuevas fuéramos a la dirección.

DescontrolWhere stories live. Discover now