*Part 2* Cap. 49: El nuevo internado

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                                        *SEGUNDA PARTE*

Luego de despedirme de los Doyle, salí de la casa en dirección al automóvil que esperaba afuera, aún estaba sensible por la linda y emotiva despedida que había compartido con Emily, esa pequeña niña me agradaba y si pudiera la secuestraría para criarla como una mini-Laila, luego seríamos nosotras dos contra el mundo. Pero bueno, no podía secuestrarla, así que debía conformarme con el poco tiempo que tuve para jugar con ella. Todos me desearon buena suerte para el año que empezaba, y, aunque creí que mi despedida con Chris sería algo incómoda, me sorprendí al darme cuenta de que fue más simple de lo que esperé. Pero bueno, tampoco es como si hubiéramos pasado por un drama de telenovela.

Al igual que el año pasado enviaron un elegante coche de color gris con chofer incluido a recogerme, por supuesto, el hombre fue en busca de todas mis valijas  y las echó al maletero mientras yo me sentaba en la parte trasera del automóvil. Me arrinconé junto a la ventana izquierda y la abrí para poder ir contemplando los paisajes, paisajes que durante la primera media hora fueron casitas y plazas, luego se transformaron en fábricas y más al final eran simplemente campos de cultivo. Admirar todo aquello me hizo preguntarme lo siguiente: ¿por qué los internados, a los que yo asistía específicamente, quedaban tan alejados de la sociedad? Es que acaso mi... padre o tutora, querían tenerme en un pequeño rincón del mundo en donde no pudiera hacer nada, en un rincón donde restringirme la libertad... ok, quizás estaba dramatizando y simplemente estaban alejados por casualidad, o quizás no estaba alucinando y mis deducciones eran completamente ciertas.

-¿Queda demasiado para llegar, William?.- le pregunté al chofer para distraerme de mis teorías conspiradoras.

-Estamos a unos treinta minutos, señorita.- me informó dedicándome una corta mirada por el espejo retrovisor.-Y... creo que es la cuarta vez en que le repito que no me llamo William...- por dios, esto me recordaba a mi ida hacia Archibald, en aquel entonces también llamé William al chofer.

-No me gusta que me trates tan formalmente, me siento rara cada vez que me dicen "señorita".- dije cambiando el tema completamente.

-El trato a los estudiantes siempre ha sido así, señorita Renault.- recalcó él.

-Déjame decirte, que a diferencia de todos los ricachones que van en el internado, yo no nací rodeada de empleados que me dijeran "señorita".- reclamé echándome en el asiento.

-Debería acostumbrarse.-

-Pff, no hay caso con los ingleses.- bufé al mismo tiempo que me apoyaba otra vez en la ventana.

Cuando al fin llegamos al internado con lo primero que nos topamos fue con un gran portón negro para darnos la bienvenida, el portón estaba abierto y permitía el paso de los cientos de vehículos que estaban entrando. Al parecer justo a todos los alumnos se les ocurrió llegar exactamente el mismo día a la misma hora, porque, claro, nadie pensó en el embotellamiento que se produciría. Me quejé con William, quizás una o dos, o cinco veces antes de que nuestro automóvil lograra avanzar cinco metros más, cosa que me derramó el vaso. Ya saben, el vaso de la paciencia... ese que se llena de gotas hasta derramarse, ¿el vaso...? como sea. No podía creer que en diez minutos apenas habíamos entrado cinco metros dentro de la propiedad, y como mi vaso ya se había derramado fui hacia la puerta de la derecha y la abrí para bajarme.

-¡Señorita! ¿adónde va? vuelva al auto.- me llamó William antes de que saliera por completo del automóvil.

-Voy a la entrada, agradecería que dejaras mis maletas en mi nueva habitación.- le dije con una sonrisa, para luego cerrar la puerta del auto.

DescontrolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora