sechs

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—Ad-admito que no sé mucho, eh —susurro, intentando no dejar de respirar.

Pateo el balón a donde él estaba parado y esta llega a sus pies sin desviarse. Aplaudo emocionada y Marco me observa enternecido.

—Intenta detener la pelota, ¿sí? —asiento y lo veo preparado para patear. Frunzo el ceño y entrecierro los ojos para concentrarme. Ese balón no va a entrar.

Su cabello parecía no moverse, aunque tenía algunos mechones pegados en su frente por el sudor. Marco patea sin muchas ganas, pero el balón se cuela por una de las esquinas, siendo imposible para mí atraparla.

—Oye, eso no cuenta —digo, haciéndome la enojada.

—No te quejes, soy futbolista —comenta burlón. Ruedo los ojos y empiezo a acercarme a él—. ¿No te gusta perder, eh?

—Juguemos futbol americano y veamos quién gana —propongo sonriente. No debe saber ni como se juega.

—¿Es una cita? Porque yo creo que sí —suelta coqueto. Rio bajito y arrugo la nariz ante tanta ternura.

—Ve mañana al café y tendremos una cita, pero yo pago —propongo sin miedo. ¿Qué podría perder?

—Me gusta la idea. ¿A la misma hora?

—A la misma hora —repito asintiendo. El rubio alza su mano y la estrecho, cerrando el trato.

Caminamos en silencio, hasta llegar al pasillo por donde pasé temprano con las Reus. Él se detiene en una puerta que parece ser el vestuario y a lo lejos veo a Joaquina y a Camila en el estacionamiento, junto a otra chica.

—¿Nos vemos mañana, Marco? —insisto, intentando ocultar una sonrisa de enamorada.

—Nos vemos mañana, Kenz —frunzo el ceño ante su apodo, aunque no voy a negar que me gusta que me llame así.

Me alejo sin más y brincando en nubes llenas de atracción al alemán, me voy hasta donde estaban las demás.

—Futura cuñada —chilla Camila, abrazándome emocionada—. Te ves hermosa con mi hermano, ¿sabes?

—No empecemos con eso.

—Hasta se pone rojita —comenta burlona la otra chica que no conocía. La observo ofendida y esta cambia de semblante rápidamente—. Uh, no me presenté. Antonella Weinzierl, mucho gusto.

—Mackenzie Brady —murmuro, cruzándome de brazos. No me cayó muy bien que digamos.

—Su novio juega con el Stuttgart y jugamos contra ellos pasado mañana —comenta Joaquina, intentando explicarme como era que iba todo—. Último partido de liga.

—No entiendo nada —suelto confundida. Esto no va conmigo.

—Poco a poco, poco a poco —dice Camila entusiasmada.

Ruedo los ojos y tras varios minutos de espera, salen los chicos del vestuario y algunos se van yendo en sus respectivos coches, últimos modelos por cierto. Diviso un coche, idéntico uno que tiene mi hermano, y con solo su recuerdo, mi corazón se rompe. Lo extraño.

—¿Todo bien? —la dulce voz de Marco me saca de mis pensamientos y pestañeo varias veces para volver a la realidad.

—Sí, solo... ya sabes —susurro, haciendo señas raras con las manos.

—Entonces —el alemán se rasca la nuca y sonríe sin mirarme—. ¿Mañana en la cafetería?

—Mañana en la cafetería.

El rubio de ojos perfectos toma mi brazo de la nada y besa mi mano, acariciando mis nudillos con sus suaves labios. Un viento frío invade mis huesos y cuando suelta mi mano, una parte de mí empieza a extrañar su tacto.



kenziebrady hace 32 s

kenziebrady hace 32 s

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mal | marco reusWhere stories live. Discover now