Besa mis mejillas con suavidad y ternura, como si fuese de cristal y él no quisiera romperme.

— ¿Y si no soy lo que quieres?

— No digas eso. Tú eres mucho más de lo que siempre he querido.

— Soy humana y cometo errores. De error en error el amor se nos puede escapar.

— Yo también soy humano, Hope, y haré muchas estupideces, probablemente de las más grandes, pero juntos podemos hacer que funcione. Solo recuerda que, en medio del peligro, yo siempre daré la vida por ti.

Me besa como si su vida dependiera de eso y... y a mí nunca me habían besado de esa manera tan apasionada e impaciente. Es un beso que te hace sentir segura, lista para cualquier batalla. Un beso que te grita: déjalo ser. Let it be!

La puerta se abre de golpe. Ethan se tira a un lado y yo arreglo mi cabello con los dedos. En eso, Abu aparece con su típico traje multicolores y su cinta en la frente.

— ¡Hora de desayunaaar!

***

Dos horas después estoy en la cocina. En una de mis manos tengo un cuchillo y en la otra una cebolla a medio rebanar. No puedo dejar de ver la zanahoria mal cortada y recuerdo a Jean a varios kilómetros de este pueblo.

— Joder... — susurro, angustiada.

Las cartas de mi juego se han cambiado y me han convertido en algo más que en una prisionera de mis propias mentiras. Quiero un plan, una estrategia que no lastime a nadie y me deje ser feliz, pero la única opción es matarme lo más pronto posible y dejar una carta en donde diga que no hagan velorio por mi alma. Así evitaría que un día, ellos dos y el resto de las personas que me conocen, descubran que soy una mentirosa.

Un olor a perfume masculino con toquecitos a fresa me llena y sé que es él. Puede sonar estúpido, pero cuando alguien te remueve hasta la existencia con su presencia, puedes reconocerle sin siquiera verle.

— ¿Y tú a quien maldices?

Me da un beso por detrás, justo en la mejilla, y poco a poco desciende a mi cuello. Involuntariamente echo la cabeza hacia atrás y suelto una carcajada. Él aprovecha ese movimiento para regar flatulencias falsas por toda mi piel.

— ¿No piensas decirme, fresita?

— Cebollas y su amor por hacerte llorar.

No dudo en girarme. Trae el cabello dividido en mechones por la ducha fría y sus largas pestañas se miran más intensas alrededor de sus bonitos ojos. Tiene una camiseta negra de The Rolling Stones, unos pantalones rotos en las rodillas con ese toque de chico malo que tanto me gusta y hoy su tatuaje luce más nocturno. Tan sensual, tan deseable. La sonrisa en su boca roza entre lo sexy y lo perspicaz, y yo por poco y me derrito.

— ¿Quieres ayuda? — niego — Pues bien, entonces me sentaré y morbosearé tu cuerpo.

Mis mejillas se encienden. Ethan suelta una risita y pega sus labios a los míos. El pulso se me acelera. Me besa con tanta avidez que se me es imposible zafarme de su sabor, su calor. Le hundo los dedos en el cabello, húmedo y oscuro, y me pego a él. Nuestras bocas disfrutan del tacto, ambas hambrientas por el otro, suplicando un poco más. Siento que sus dedos recorren mi piel debajo de mi camisa y los desliza con habilidad por toda mi espalda. Me esfuerzo para liberarme de su beso. No es el lugar, ni el momento.

Nuestras respiraciones terminan cansadas y nuestros labios inflamados. Quiere más y yo el doble, pero ya me imagino a mi abuela entrando por la puerta de la cocina y gritando que todavía es horario de niños o que alquilemos un motel.

MENDAXWhere stories live. Discover now