83- ¿Normales o especiales?

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•PAU•

No me acordaba de lo bien que besaba N. Sí, tenía una forma especial y muy personal que enamoraba.

Esa forma en la que me agarraba, que me acariciaba... todo en general. Hacía que me sintiese segura y feliz.

Como decía una de mis canciones favoritas: No sabes lo que tienes hasta que lo pierdes.

Y tenía razón, no sabía lo que tenía hasta que N fue encarcelado. Ahora una cosa tenía clara: no lo iba a desaprovechar.

Luego había otro problema: yo simplemente era una chica de intercambio, es decir, en unos meses tendría que volver a mi país y esto se acabaría. ¿Pero sabes qué? Que el amor lo supera todo -mentira, esto se va a acabar, para qué engañarnos... pero mira, hay que disfrutar mientras se pueda-

Sentí un escalofrío al notar su mano recorrer mi vientre y cerré los ojos.

A continuación me tumbé encima de él.

-Te quiero demasiado -le dije susurrando a la vez que le acariciaba el torso.

-Pues hazme caso: yo te quiero más, enana.

Y juntó sus labios a los míos. Contuve la respiración. Simplemente me limité a besarle, me olvidé de todo y me entregué a él.

AL CABO DE UN RATO...

•JESS•

Después de un rato nos encontrábamos Sarah y yo tumbados en la cama mirando al techo.

Me sentía raro pero estaba feliz. Sí, feliz es la palabra idónea.

¿La razón? Ella.

La había elegido porque sabía que era especial. Tenía algo diferente a las demás. *No soy de los típicos que van haciéndolo con cualquiera, ya podéis ver*

Me giré y la miré. Ella hizo lo mismo.

Sonreí y me acerqué para besarla.

EN OTRO LUGAR DE LA CIUDAD

•ALENA•

-¿Te das cuenta de lo normales que somos? -comenté. Me encontraba paseando con Ansel por el centro de la ciudad, comiendo pepinillos en vinagre y palomitas de mantequilla a esas horas de la noche. Además habíamos comprado un refresco de sandía para compartir.

-¿Normales? Somos especiales -dijo Ansel dando un mordisco a un pepinillo.

Me reí. Jo, aquella tarde-noche estaba siendo perfecta. No me había reído tanto en la vida ni me lo había pasado tan bien. Si es que... Ansel era mucho Ansel.

Ya no quedaba gente casi por aquella zona. De vez en cuando nos cruzábamos con algunas parejas que regresaban a casa pero nada más.

Me acerqué a una fuente ya que el sabor a sandía no me quitaba la sed.

-¿Puedes sujetar esto? -pregunté mostrándole la bolsa de palomitas. Asintió y esperó a que terminase de beber. Entonces se mojó la mano y me salpicó empapándome. No pude evitar soltar una carcajada.

-¿Pero tú estás loco?

-Sip, loco de amor por ti -contestó agarrándome de la cintura. ¡Ay!

Seguimos caminando y comiendo hasta llegar a un banco de madera medio roto en el que nos sentamos. En ese momento la madera crujió haciendo que se partiese una parte de él.

Estallamos en una carcajada y nos desplazamos a un jardín para evitar daños.

Nos sentamos en la hierba y seguido nos tumbamos. Ya era de noche y la verdad, se estaba genial.

-Mira -dije señalando el cielo- una estrella.

-¿Y? -preguntó en un tono burlesco.

-Que nosotros estamos aquí y sólo hay una estrella. En resumen, estamos bajo la misma estrella.

Arqueó una ceja. Al parecer seguía sin comprenderlo.

-Bajo la misma estrella -empecé a decir- el libro, la peli...

-Pues ahora no caigo.

-¿Qué? -solté un grito- ¿no has visto esa peli ni te has leído la novela?

-No -dijo riéndose y comiendo un puñado de palomitas.

-Te odio. No sé cómo puedo estar con alguien que no sabe lo que es eso...

Me crucé de brazos en plan de broma y me quedé mirando al cielo evitando el contacto visual con Ansel.

-Mira que eres tonta, ¿eh? -comentó acercándose a mí y tumbándose encima para después besarme.

Me encantaban nuestros "enfados". Siempre acababan en besos, sí, eso era lo mejor. Si todo el mundo fuese así el mundo sería perfecto y no habría tantos problemas, estaba claro.

-Eh, a hacer guarrerías a vuestra casa -soltó alguien de repente haciendo que nos separásemos y que nos volviese a entrar la risa.

"Sueña conmigo"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora