33. FINAL.

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La maleta cayó al suelo al resbalarse de la mano de Kim, mientras bajaba las grandes escaleras del porche. Simon acudió rápidamente a recogerla y Kim sintió que sus manos temblaban.

—¿Estás bien? —La voz de Simon era tranquila, como siempre.

Kim volvió a asir su maleta y bajó para meterla en el maletero del coche.
Había aceptado que Dan la llevara hasta Phoenix y a partir de allí, haría de nuevo el mismo viaje hasta Washington.
Kim incluso había barajado la opción de volver en avión, pero al final no se había visto capaz. Había cambiado mucho ese verano, pero seguía teniendo miedo a los aviones.

Suspiró cuando por fin se deshizo de la maleta y sintió que aún tenía los ojos hinchados tras la llorera que se había pegado la noche anterior. Marc no había vuelto a aparecer en esos dos días, por lo que deducía que su relación había acabado finalmente.

Pero Kim sabía que su corazón se quedaba ahí, en Minewolf. Con él.

—Toma —Lisa se acercó a ella y le tendió una bolsa— Aquí tienes unos sándwiches y una hamburguesa. No te olvides de vigilar tu equipaje si cambias de autobús y cada vez que haya una parada para descansar.

Para sorpresa, Kim miró tiernamente la bolsa y después la abrazó, apretándola con fuerza.

—Gracias, mamá —dijo con voz ronca, y Lisa no ignoró que era la primera vez que la llamaba mamá.

Al parecer, se había terminado ganando a la chica.
Se apartó de ella y se acercó a Simon, que comenzó a colocarse las gafas, nervioso.

Sintió un acceso de llanto. Una de las cosas más duras era sin duda separarse de él.

—Te voy a echar tanto de menos, Sim…

Él intentó sonreír para animarla, aunque sus ojos también brillaron suavemente.

—Imagino que ahora podré dormir todo lo que quiera.

Kim lo golpeó con suavidad y después se acercó y lo abrazó tiernamente. Simon sintió cómo su hermana comenzaba a llorar con la cabeza sobre su hombro. La abrazó, intentando mitigar las suaves compulsiones de su cuerpo.

—No puedo creer que no haya aparecido —sollozó ella.

Como en respuesta a lo que acababa de decir, el ruido de un motor comenzó a oírse y unos segundos después, un coche apareció velozmente y levantando una gran polvareda. Aparcó frente a la casa y Kim vio que era el coche de Rhiannon… y que no estaba sola.

—¿Se ha ido ya? ¿Llego tarde? —La familiar voz de Rhiannon provocó una risa en Kim.

La chica del pelo corto suspiró, aliviada, al ver que Kim todavía seguía ahí.

—Lo siento, ya creía que tendría que ir hasta Phoenix para despedirme —señaló hacia el coche—. Además, me he encontrado a alguien que también quería hablar contigo.

Del coche salió un chico alto y castaño y en cuanto Kim pudo vislumbrar sus brillantes ojos azules, se dirigió rápidamente hacia él.
No le importaba que hubieran roto y que sólo fueran amigos, Kim se abalanzó sobre Marc y lo abrazó con fuerza. Aún seguía llorando y verlos era todo un espectáculo.

Marc también la apretó fuertemente, como si intentara recordar cómo era tenerla entre sus brazos.

—¿Has llegado tan tarde para intentar darle emoción? —preguntó ella sin alejarse ni un milímetro.

Oyó su risa, jovial, y notó su corazón latiendo aceleradamente contra su pecho.

—Esto va a ser horrible sin ti, ¿lo sabes? —Marc la miró a los ojos.

Kim volvió a sollozar. Habría dado lo que fuera por poder quedarse junto a él más tiempo, pero Dan comenzaba a mirar el reloj y era probable que perdiera el autobús si no salían de Minewolf pronto.

—Creo que para mí será más duro, nada podrá recordarme a ti.

—Bueno, podrías pensar en mí cada vez que veas una guitarra, un partido de fútbol, un karaoke… Todo está lleno de recuerdos.

Eso era verdad, seguramente ambos tendrían que sobrevivir a base de recuerdos a partir de entonces.

Kim intentó recordar los ojos de Marc, necesitaba poder evocarlos cada noche para no sentirse sola. Ya no sabría cómo dormir sin haber escuchado su voz antes.

Él le acarició la mejilla, como solía hacer. Todo eso no sería fácil para nadie.

Kim apoyó la cabeza en su pecho durante un momento, deseando que el tiempo se parara, pero éste pasó rápido. Muy rápido.

Se oyó cómo Dan acababa de entrar en el coche, impaciente porque Kim iba a perder el autobús.

La joven sentía un gran peso en el pecho, pero tras limpiarse las lágrimas con la mano, depositó un suave beso en la mejilla del chico. Dio un par de pasos vacilantes hacia el coche, pero Marc se adelantó, la sujetó por la cintura y bruscamente le dio un último beso en los labios.

Por la mente de Kim pasaron todas las imágenes que habían compartido juntos y sintió que un pedazo de ella se despegaba cuando tuvo que separarse de él.

Cuando se dio la vuelta, Marc pensó que no podría verla llorar otra vez. Sólo hacía unos segundos desde que se habían separado y su tacto ya le quemaba por todo el cuerpo.

—Despedíos de Emma de mi parte —le dijo a su madre después de abrazar a Rhiannon.

Después, abrió la puerta del coche y entró. Kim tenía la cabeza llena de cosas y no podía pensar con claridad, abrió la ventana y miró hacia su familia justo antes de que Dan arrancara el coche.
Sus ojos se pasearon por los rostros de todos, grabándolos en su memoria, y se detuvo en el de Marc.

Llorando en silencio, ambos vieron cómo el otro se alejaba.

Ninguno de ellos imaginaba que volverían a verse pronto. Muy pronto.

Gracias a todas aquellas personas que me han leído y han disfrutado la novela :)
Mañana subiré el epílogo.

Mil besos.

Noche de Fuego. (DISPONIBLE EN PAPEL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora