12.

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Capítulo 12.

Había amanecido hacía apenas unos minutos y Andrea se encontraba hablando por teléfono con evidente nerviosismo. Prácticamente no había pegado ojo en toda la noche y en cuanto había visto los primeros rayos de sol filtrarse por la ventana, había corrido hacia el teléfono para llamar a Lisa. En ese momento Andrea se encontraba totalmente segura de que Lisa era su mejor amiga, puesto que lo que ella le acababa de proponer no lo habría hecho cualquiera.

—Tranquila, Andrea. Ahora mismo me visto y nos encontramos para ir a buscar a Marc —se oyó la voz al otro lado de la línea.

—Gracias Lisa. Oye, ya sabes cómo es Marc... pero te juro que pronto te ofrecerá sus disculpas y te dará una explicación.

Un suspiro de su amiga y Andrea volvió a sentirse profundamente avergonzada.

—Nos vemos ahora, paso a buscarte en diez minutos —anunció Lisa y tras sendas despedidas, las dos colgaron.

Andrea dejó el teléfono sobre la mesa y volcó en el friegaplatos una taza llena de café de la que no había bebido ni un solo sorbo. Caminó hacia su habitación para vestirse y no pudo evitar fijarse en una de las fotos que reposaban en el aparador: El jefe de policía, Gerard Tyler, posaba con el uniforme y cuadrándose al estilo militar, a su lado, un niño de apenas ocho años intentaba imitar a su padre y Andrea pensó que Marc tampoco había cambiado tanto desde entonces. La sonrisa del niño se le quedó grabada junto a la amable mirada del padre e, intentando que los recuerdos no la acosaran en ese momento, se dirigió hasta su habitación rápidamente, cruzando esa casa vacía y fría.

***

Los rayos de sol lo golpearon en la cara de pronto y Marc gimió al darse cuenta de dónde estaba. Tenía la espalda destrozada por haber dormido en una mala posición y el sudor había empapado su camiseta blanca. Estaba en una pequeña celda de no más de dos metros cuadrados y justo frente a él había otra parcela de igual tamaño. Un vagabundo murmuraba palabras incomprensibles, tumbado en el suelo de su calabozo y al percatarse de que Marc se había despertado, se levantó rápido para hablar con él.

—¡Gordon! ¡Gordon, has venido! —El vagabundo se agarró a los barrotes y comenzó a sacudirlos con euforia, era como si verle a él fuera lo más maravilloso que le hubiera pasado nunca.

Marc retrocedió automáticamente, pensando que el hombre podría incluso tirar las celdas abajo. Miró a su alrededor, pero el escritorio que tendría que estar ocupado por el agente Smith estaba vacío.

Desde su sitio le llegaba el olor a alcohol rancio que desprendía el vagabundo.

—¡Eh, Gordon! Ahora que estás aquí podemos fugarnos juntos. He traído la nueve milímetros que me pediste y también tengo munición.

El chico se frotó los ojos para comprobar que no estaba en un sueño. ¿Qué acababa de decir ese hombre? Pensó que estaba totalmente chiflado hasta que se metió la mano en el gran bolsillo de su sucia gabardina y sacó algo. Marc se juntó aún más a la pared, preparado para que el hombre sacara el arma, pero en lugar de eso sacó una galleta roñosa y se la tiró. Le dio en la cara.

—¿Qué hace? —se quejó el chico frotándose la mejilla.

—¡Carga tu arma, Gordon! Mindy nos espera fuera con la pasta.

—¿Qué co... —comenzó a decir Marc, pero justo en ese instante el agente Smith apareció por la puerta con una bolsa de papel y se acercó a él.

Noche de Fuego. (DISPONIBLE EN PAPEL)Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt